Como ser inmortales.

2 Timoteo 1:8-10

“Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio

CONCLUSIONES.

Aunque pareciera que todos los seres humanos que se mueven están vivos, no lo es así en el campo espiritual:  “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” Romanos 5:12.  El pecado entró en el huerto del Edén mediante la desobediencia de Adán y Eva y a causa de este pecado, entonces también la muerte entró y se enseñoreó de ellos y se transmitió a través de toda su descendencia, luego que fueron expulsados del huerto.

En síntesis, todos estábamos muertos espiritualmente, hasta que Jesucristo murió en la cruz del calvario ya que en esa cruz cargó con todos nuestros pecados:  “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.” 1 Corintios 15:21.  Y a través de la muerte de Jesucristo, entonces la resurrección y la vida se trasmitió a todos aquellos que creen en su nombre:  “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” Juan 1:12. 

Por el pecado de Adán fuimos herederos de una naturaleza pecaminosa y a causa de eso estábamos destituidos de la gloria de Dios; sin embargo, por la muerte y resurrección de Jesucristo, la muerte espiritual fue quitada al despojar a satanás del imperio que tenía sobre ella y fue sacada a la luz la vida y la inmortalidad, pero esto es solo para aquellos que creen en Jesucristo y en su obra redentora.  ¿Y por qué todos no somos salvos mediante el sacrificio de Jesucristo?  Porque no todos acuden arrepentidos a los pies de Cristo y no es posible que Jesucristo viole la libertad conque el hombre fue dotado; pues si el hombre está amañado en el mundo con el pecado, Dios no lo puede obligar a un cambio de vida.

Todo este misterio está encerrado en las buenas nuevas de salvación, que es el mismo evangelio de Jesucristo, el cual fue manifestado por Cristo mismo mediante la aparición aquí en la tierra.  El hecho de escudriñar este evangelio y ponerlo por obra, hace que nosotros tengamos vida eterna y no perdición eterna, como la que tendrán los que rechacen el evangelio de Jesucristo; es decir que mediante el evangelio podemos ser inmortales y vivir para siempre en el reino de los cielos.  

El alma y el espíritu son inmortales; pero si no acuden a Jesucristo mientras están en el cuerpo, van a estar por siempre en el lago de fuego y azufre, castigo que no tiene nada comparable con una vida llena de gozo, amor y paz en el reino de los cielos por una eternidad.  En síntesis es mejor una eternidad con gozo (que es la inmortalidad) que una eternidad con castigo (que es la muerte segunda), ¿Cuál escogerá usted?

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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