Fuimos llamados a vida eterna.

1 Timoteo 6:11-12

“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.”

CONCLUSIONES.

La condición del hombre luego de la muerte física es una condición eterna, ya sea la VIDA eterna en el reino de los cielos o el CASTIGO eterno en el lago de fuego y azufre.  La primera condición estará llena de gozo, de paz y de amor, por estar en comunión permanente con Dios, quien es la fuente de amor.  La segunda condición estará llena de llanto y crujir de dientes, por cuanto se está perdido para siempre, condición de la cual también participará el diablo, por cuanto ya fue dado su veredicto: “mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” Mateo 8:12.  La diferencia entre estas dos condiciones depende exclusivamente de si acudimos o no a Jesucristo mientras estuvimos vivos en la tierra.

El diablo también tiene remuneración para los que le siguen y ellos creen que vivirán felices y seguros por muchos años; pero el mismo diablo estará en apuros por engañador y por eso es que anda desesperado mirando a quién puede llevarse consigo:  “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.” Apocalipsis 20:10.

Este texto encierra como mínimo cuatro factores que debemos tener en cuenta para atender ese llamamiento de Dios, pues Dios no quiere que nadie se pierda y que todos lleguemos al conocimiento de la verdad que es Jesucristo, a través del cual Dios abrió un camino, para que pudiéramos caminar hacia la vida eterna:

1.  Siguiendo el bien.  Tenemos que dejar el pecado atrás, la injusticia, la avaricia y la idolatría entre otros y más bien seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre que son frutos del Espíritu Santo.  Al morir al viejo hombre de pecado, al ser lavados mediante el conocimiento de la palabra y habiendo recibido al Espíritu Santo de Dios en nuestro corazón, entonces habremos nacido de nuevo y estaremos viviendo para Dios y no para el mundo: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” Hebreos 12:14

2.  Peleando la buena batalla de la fe.  Los verdaderos cristianos tenemos una lucha constante, porque el ejército de las tinieblas está de día y de noche poniéndonos tropiezos y tentaciones, con el fin de hacernos desistir de este camino y por eso muchos fracasan, porque quieren tener una vida llena de holgura, de bendición, de paz, de contentamiento y sin luchas ni pruebas; pero no es así, la verdad es que tenemos una lucha espiritual constante y por eso dice la palabra que:  “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.” Mateo 11:12.

3.  Echando mano de la vida eterna.  Hay que echar mano de aquello para lo que fuimos llamados y no como muchos que solo quieren una religión para entretenerse mientras se deleitan con el mundo, con la carne y con sus placeres.  Muchos no quieren saber nada de Dios, y solo quieren riquezas, fama, honra y gloria, sin saber que aquellas cosas finalmente le harán perder la vida eterna:  “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” Mateo 16:25.  Suponemos que esta semana “santa” es de recogimiento espiritual; pero la mayor parte de las personas la ven como una oportunidad para descansar, viajar, pasear e ir de turismo; esto es porque el hombre no está interesado en buscar de Dios y está más interesado es en satisfacer sus deseos y caprichos, más que hacer la voluntad de Dios.

4.  Dando testimonio de nuestra vida cristiana.  Tenemos que ser luz que alumbre al mundo y esa luz debe ser brillante, debido a nuestras buenas obras, para que ellos también crean en Dios y encuentren el camino hacia la vida eterna: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateo 5:16.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

  

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