Predica la palabra de Dios.

2 Timoteo 4:1-2

“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.”

CONCLUSIONES.

¿Cuántos mandamientos conoces?  Seguramente se acordará de la tabla de los diez mandamientos que Dios entregó a Moisés y de ellos a lo sumo recordará unos tres. Todo esto tiene dos causas: La primera es que somos perezosos para leer la Biblia, la segunda es que de cada ejercicio de lectura y meditación se quedará en nuestra mente un 15% aproximadamente y por eso Dios manda a que la releamos de día y de noche, para que quede plasmada fielmente en nuestro corazón: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” Deuteronomio 6:6-9.  Si fuéramos realmente obedientes a Dios, andaríamos a toda hora repitiendo la palabra de Dios, en nuestras manos llevaríamos manillas con versículos bíblicos y nuestra casa la tendríamos llena de textos bíblicos por toda parte, esto en síntesis es otro mandamiento el cual seguramente estamos incumpliendo.

Pero uno de los principales mandamientos en que quiero centrarme es: “Que prediques la palabra”.  Dirán que esto fue una petición del apóstol Pablo a su discípulo Timoteo; pero recordemos el mandato de Jesucristo a todos sus discípulos en Mateo 28:19 “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.  Es decir que, si el mandato de Dios es que todos se conviertan en discípulos de Jesús, entonces como discípulos también nos cobija este mandamiento de predicar la palabra como parte de los frutos de un cristiano real: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” Juan 15:8. Le pregunto, ¿está usted produciendo este fruto o su fidelidad como cristiano no llega tan lejos?

Pablo recomendó con empeño (es la traducción de “encarezco”) esta tarea a Timoteo de predicar el evangelio, tanto que lo comprometió delante de Dios y de Jesucristo, recordándole que Jesús juzgara a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reinado.  Esto denota que predicar la palabra es una tarea importantísima, excelentísima y así mismo un mandamiento por el que seremos juzgados.  La verdad es que, si usted es un verdadero hijo de Dios, tendrá el Espíritu Santo en su corazón y este le hará sentir amor por las almas perdidas y también lo invadirá un fuego que lo incita a no quedarse callado y a hablar del evangelio cada que tenga la oportunidad.

Esta tarea de predicar la palabra incluye varios aspectos:

1.  Que instes a tiempo y fuera de tiempo.  La palabra instar se traduce como “Repetir la súplica o petición, insistir en ella con ahínco”.  Esto quiere decir que hay que seguir insistiendo, aunque las personas no deseen escucharnos y esta insistencia debe hacerse en cualquier oportunidad que se presente, no necesariamente hacerlo el domingo, día en el que muchas personas se disponen a ir a la iglesia; pues el mandato es que debe hacerse de día, de noche, en cualquier sitio incluyendo nuestro trabajo y en cualquier día de la semana. Nosotros solo debemos cumplir con el mandato, ya si las personas no quieren escuchar o escuchan y no quieren convertirse, la responsabilidad de su salvación ya recae sobre ellos y no sobre nosotros.

2.  Redarguye.  Quiere decir que, a través de la palabra, se debe dejar sin fundamento todo argumento contrario a la palabra de Dios. Solo basta citar los textos bíblicos claves, haciendo énfasis en la verdad, para no entrar en discusiones y dejar que los falsos argumentos se caigan por sí solos.

3.  Reprende.  Esta acción significa “corregir, amonestar a alguien vituperando o desaprobando lo que ha dicho o hecho”.  Para esto primeramente se necesita humildad y como segundo buen conocimiento de la palabra, de tal forma que se tenga la suficiente autoridad para llamarle la atención a otro sin herir susceptibilidades y sin que la otra persona nos cite el versículo que dice: “Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.” Lucas 6:42b.

4.  Exhorta con toda paciencia y doctrina.  Esta acción significa “Incitar a alguien con palabras a que haga o deje de hacer algo”.  Aquí se necesita paciencia, experiencia, convencimiento y también conocimiento de la palabra, para pedirle a otro que haga determinada cosa, conscientes de que es cierto y que le traerá beneficios en el ámbito espiritual.

Estimado hermano y amigo, ¿Habías considerado que un hijo de Dios está llamado a ser un maestro de la palabra?  No se necesita tener el ministerio de maestro para predicar la palabra y el solo hecho de ser discípulos de Jesucristo, nos hace responsables del cumplimiento de este gran mandamiento, que no será el principal, pero sí muy importante para arrebatarle las almas al diablo, teniendo presente que muchos de los que mueren hoy en día se van para el infierno por falta de conocimiento: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.” Oseas 4:6. 

Para que las personas adquieran la sabiduría necesaria para salvar sus almas, se necesitan maestros de la palabra como usted, que aunque no hayan sido llamados por Dios como maestros, si están en la obligación de propagar el evangelio de Jesucristo y esto es necesario para dos cosas:  Primero para que menos personas vayan al infierno incluyéndolo a usted y segundo para que se cumpla la palabra de Dios: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” Mateo 24:14. Aún no ha llegado el fin de esta generación, porque falta que el evangelio aún sea predicado en algunos países del mundo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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