Sufre la sana doctrina.

2 Timoteo 4:3-4

Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.”

CONCLUSIONES.

La sana doctrina es el conjunto de ideas que nos revelan la verdad de Dios, de su Hijo Jesucristo y del plan de redención a través de la Biblia y se caracteriza principalmente por su fidelidad a los textos originales escritos en lenguas antiguas.  Las falsas doctrinas (en contraposición a la sana doctrina) son aquellas que han torcido o acomodado los versículos de la palabra, con los cuales chocan muchos de sus seguidores.  Cuando un líder no le gusta un texto de la palabra, entonces busca la forma de torcerla, de acomodarla a sus interpretaciones y en casos extremos hasta la quitan de la biblia y ahí es donde se ven obligados a sacar otra traducción del texto original.

El problema es que en estos tiempos modernos las multitudes ya no quieren oír la verdadera palabra de Dios y solo quieren escuchar un evangelio a su medida.  Quieren cargar la Biblia debajo del brazo, pero quieren seguir en parrandas, quieren seguir tomando cerveza, quieren seguir en adulterio, quieren seguir cargando los amuletos de la buena suerte, quieren seguir teniendo en su casa imágenes o estatuas, quieren seguir en desobediencia mientras van cada domingo a la iglesia, quieren seguir mintiendo y diciendo vulgaridades, etc.  Ya muy pocos quieren recibir la sana doctrina, ignorando que esta es la única palabra que podrá preparar al hombre para recibir la salvación de su alma. Todo esto indica que el hombre es de doble ánimo; es decir, quiere seguir dos caminos:  El del mundo con sus pasiones y deseos que lleva a la perdición y por otro lado quiere llevar una vida religiosa que supuestamente lo llevará a la vida eterna; pero que finalmente no le ayudará en nada, porque las religiones no pueden lograr que el hombre se arrepienta de su mal camino y cambie de rumbo su vida.

La sana doctrina tiene obligatoriamente que conllevar al nacimiento espiritual del hombre, si este se arrepiente, donde su viejo hombre de pecado ha sido sepultado mediante el bautismo en agua; pero si el hombre sigue cargando con los vicios y con el pecado, no habrá oportunidad de entrar al cielo: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.” Apocalipsis 21:27.

El hecho de aceptar el verdadero evangelio de Jesucristo, conlleva a un “sufrimiento”; pues el hecho de usted oponerse al pecado y al mundo, le genera persecución, burlas y vituperio por parte de su familia, de sus conocidos, de sus compañeros de trabajo o estudio; y el hecho de oponerse al diablo entonces le genera persecución por parte de las tinieblas; es por eso que el texto dice “no sufrirán la sana doctrina” haciendo ver que muchas personas no seguirán este camino, debido a los compromisos que no quieren tener y al sufrimiento que no desean padecer. Como esto implica sufrimiento, entonces muchos buscan alternativas en las religiones, en la filosofía y en el ateísmo, donde no tienen que estar sujetos a Dios, donde no tienen que obedecer la palabra y como si fuera poco, allá van a tener un valor agregado, consistente en que pueden seguir disfrutando del mundo y sus placeres sin que nadie les llame la atención. 

Pero no se equivoquen, esto está dentro de los planes del diablo, él le dice a la gente: “Métanse en una religión donde no haya muchas exigencias y sigan disfrutando del mundo, que Dios es amor y no los dejará perder”.  En realidad, al diablo le convienen los hombres relajados, aquellos que no se preocupan por su salvación, sino por disfrutar la vida presente; pues ellos se perderán en el infierno, sin que el diablo deba preocuparse por hacerlos caer, pues siempre vivirán caídos.

En los tiempo del fin, ”habrá comezón de oír la palabra de Dios”, dado que habrá demasiados problemas y el hombre descubrirá que el único que tiene la solución a todos los problemas es Dios; pero aun así ellos no quieren comprometerse con Dios y es por eso que “se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias”, entonces el hombre escucha aquí y escucha allá y finalmente se va para donde más le guste, esto es lo que se llama un evangelio a la carta o un evangelio por demanda.  El hombre hace un balance de los costos y beneficios que tendrá en cada grupo y de esta forma determina a dónde ir, a dónde agruparse o congregarse, sin tener que sufrir la sana doctrina y sin preocuparse de verdad por su salvación. Por otro lado, los falsos maestros hacen un estudio de “mercado” tendiente a establecer qué es lo que más le gusta a la gente y la forma de tenerlos contentos mientras se benefician económicamente de ellos.

El problema de estos grupos o sectas no es tanto que no hagan nada por la vida del hombre, sino que lo hunden aún más en la ignorancia, apartándolo de la verdad del evangelio y haciendo que se vuelvan a las fábulas o a los cuentos que de por sí ya están muy lejos de la verdad.  Digamos que dichos maestros tienen parte de la responsabilidad; pero detrás de todo están las tinieblas, al mando de satanás, quien desea que todos los hombres se aparten de la verdad y que finalmente sus almas se pierdan en el infierno.

Cuando dice el texto “y se volverán a las fábulas”, quiere decir que no gustarán de la verdad, pero sí les encantarán los cuentos mentirosos que finalmente los apartará del evangelio, esto es lo que traduce una fábula: “Ficción artificiosa con que se encubre o disimula una verdad”. ¿Y por qué al hombre le encanta la mentira? Porque dice la palabra que como no quisieron creer a la verdad, ahora tendrán un poder engañoso, para que crean mucho más fácil en la mentira: “Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.” 2 Tesalonicenses 2:11-12.

¿De verdad quiere usted un día entrar en el reino de los cielos? Entonces debe tener en cuenta que hay que sufrir la sana doctrina o el evangelio puro de nuestro Señor Jesucristo.  No hay forma de llegar arriba si tiene el evangelio como un pasatiempo, o para encontrar en qué ocuparse el domingo, o para esperar que, como miembro declarado de una religión, entonces obtenga el favor de Dios en el momento del juicio. Tiene que creer y recibir el evangelio tal como está escrito en los textos originales y además lo debe leer, meditar, aprender y lo más importante de todo obedecerlo; porque sin esto último, sencillamente estará haciendo fila por la puerta ancha que conduce a la perdición; pues solo los obedientes permanecen: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 1 Juan 2:17. 

La obediencia trae sacrificio y trae sufrimiento; pero nada de esto será comparado con la gloria venidera que ha de manifestarse a todos los verdadero hijos de Dios: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Romanos 8:18. ¿Entonces qué otra opción hay? No hay otra opción, si quiere ser salvo, entonces debe recibir con fe la sana doctrina, obedecerla y sufrirla de tal forma que sea hallado como un siervo fiel delante del Señor en el día del juicio.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.


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