El misterio de la encarnación de Cristo.

Hebreos 2:14-15.

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.”

CONCLUSIONES.

Para comenzar mencionaremos este texto bíblico que denota la eternidad e inmortalidad tanto del Padre como del Hijo: “la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.” 1 Timoteo 6:15-16.  Así mismo el texto siguiente muestra el estado de muerte espiritual en que estaba el hombre antes de la venida de Cristo: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” Romanos 5:12.

Dado estos principios, Dios el Padre en su infinita sabiduría se ideó un plan consistente en enviar a su Hijo Jesucristo aquí a la tierra por varias circunstancias:

1.  Había un problema al nivel humano, es decir de carne y de sangre.  El hombre estaba muerto espiritualmente a causa del pecado y los sacrificios de animales no podían redimir su alma; es decir, no había esperanzas para el hombre, hasta que llegó la crucifixión de Jesucristo, dado que este sacrificio rasgó el velo del templo que estaba puesto como impedimento para entrar al lugar santísimo; por tanto, ya podemos a través de Jesucristo llegar hasta el Padre.  El cuerpo físico compuesto por carne y sangre es el vehículo en el cual se mueve y se manifiesta el pecado y el hombre no podía escapar del pecado, sin que hubiera un redentor y este redentor fue Jesucristo, quien tenía que vivir como nosotros, sentir las mismas dolencias que nosotros y cargar con todos nuestros pecados, aunque Él fuera libre de pecado, para de esta forma poder ayudarnos.

2.  El diablo tenía el imperio de la muerte y había que destruirlo.  Como el pecado había contaminado a toda la humanidad, con algunas excepciones de hombres de Dios, entonces casi todos los hombres estaban bajo la potestad del diablo y el decidía cuando llevárselos a su reino, el infierno.  El diablo no tenía que desgastarse mucho pervirtiendo al hombre, pues su naturaleza pecaminosa lo mantenía siempre en estado de perdición; es decir, si el diablo los mataba, sus almas legítimamente eran de su pertenencia e irían irremediablemente al infierno. Es de anotar que los que siguen alejados de Dios, están bajo la potestad del diablo, quien es el señor de sus vidas y quien decide llevárselos para su reino cuando quiera.  

Suena extraño que Dios tuviera que hacerse hombre y morir como hombre para quitarle el poderío al diablo: “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte”. Y es esto lo que sigue siendo un misterio, pues Dios desde el cielo, podría sencillamente ordenar al diablo que se apartara del hombre y que no lo volviese a tocar para destruirlo y él tendría que sujetarse; sin embargo, la muerte en la cruz y la posterior resurrección cambiarían la forma de pensar del diablo y ahora deberá aceptar que él no tiene potestad sobre la tierra ni sobre el hombre y que lo que pueda aún hacer es bajo la voluntad permisiva de Dios.

3.  El hombre estaba sujeto a la servidumbre por el temor a la muerte.  El hombre por temor a morir espiritualmente entonces tenía que estar sujeto a las religiones, sectas o filosofías del momento y aún tenía que depender de los sacrificios continuos de animales, tratando con ello de escapar de la muerte, sin que nada de aquello fuera una solución definitiva.  Ahora, por la gracia de Dios, podemos ser libres de la muerte espiritual, si acudimos arrepentidos a los pies de Cristo y le recibimos como nuestro Señor y Salvador.

4.  Solo Dios podía intervenir milagrosamente para salvar al hombre.  Solo hay dos fuerzas en el universo, el bien y el mal.  Y era el mal el que tenía el imperio sobre los terrenales; por tanto, se necesitaba que otro ser superior al diablo, viniera y rescatara al hombre de sus garras.  Dios no podía hacerlo desde el cielo, pues la única forma de redimir al hombre era mediante la muerte, pero el Padre y el Hijo como espíritus no pueden morir y por esa causa se tenía que dar una encarnación; es decir, que Dios se bajara a la condición de hombre, compuesto por carne y sangre y de esta forma si podía morir físicamente y en este ámbito también podía derrotar a las tinieblas.

5.  Dios tenía que despojarse de su naturaleza y hacerse semejante al hombre.  Como la batalla entre el hombre y el pecado se estaba librando aquí en la tierra y era a nivel humano, entonces Dios a través de su Hijo, tuvo que encarnarse; es decir, tomar cuerpo humano a través de una mujer llamada María y hacerse igual a nosotros, para poder enfrentar al diablo, derrotarlo y quitarle el imperio que tenía sobre la muerte. Aunque satanás y sus ángeles son espíritus, ellos fueron expulsados del reino de los cielos y echados aquí en la tierra, por tanto, el campo de batalla no podía ser el cielo.

Estimado hermano y amigo, con esto puedes entender las maravillas y prodigios que hizo Dios con tal de que nosotros pudiéramos tener acceso a la salvación; sin embargo, esto no es todo, pues cada hombre debe por su propia voluntad tomar la determinación de llegar arrepentido a los pies de Jesucristo y recibirle como su Señor y Salvador, de lo contrario usted no será partícipe de esa vida eterna que Dios ha preparado para todos.  Si sigue en su estado de indiferencia delante de Dios, entonces no podrá adueñarse de sus promesas eternas, pero el diablo si estará atento para tomar su alma, una vez parta hacia la eternidad; pues el que peca es del diablo.

¡Ánimo!, pues si usted puede leer esta línea, es porque está vivo y todavía hay esperanzas para usted, por esto debe recordar como Dios en su infinito amor entregó a su único Hijo a la muerte y luego con su poder lo resucitó de entre los muertos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”.  Juan 3:16. Una vez estemos en manos de Jesucristo, Él nos resucitará a vida eterna antes del juicio: “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Juan 6:40.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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