La Palabra sin fe no aprovecha.

Hebreos 4:1-3

“Temamos, pues, no sea que, permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.  Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo.”

CONCLUSIONES.

Hoy en día hay miles de migrantes, los cuales son personas que salen de su país buscando mejores condiciones de vida o salen huyendo de la persecución, del asedio, de la pobreza o de los problemas políticos; y el fin de todos ellos es llegar a un país donde puedan encontrar mejores condiciones, mejor calidad de vida, donde les brinden asilo y donde también puedan encontrar un remanso de paz, es decir donde puedan hallar un “reposo” para sus vidas.  Para el caso del pueblo de Israel, ellos salieron huyendo del cautiverio de Egipto y andaban tras la promesa de Dios de que les daría un lugar de reposo, donde descansarían de su arduo trabajo en la servidumbre de Egipto, en donde encontrarían casas ya construidas, viñas y olivares en producción, cultivos de trigo y cebada a punto de cosechar, donde hallarían manadas de ovejas, bueyes, vacas y carneros.  Era la tierra prometida y muy deseada por cualquiera de los pueblos de ese entonces y por la cual había grandes guerras, donde se disputaban ciudades y territorios. 

Para Israel era muy fácil entrar en el reposo, solo bastaba que le creyeran a Dios y Él se encargaría de sacar los habitantes de esas tierras, de despojarlos y acabarlos, para entregar todo en heredad a su pueblo.  Pero dice la palabra, que a ellos “no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe”.  Ellos tuvieron las promesas de Dios, pero no fueron partícipes de ellas, especialmente la promesa de entrar en el reposo, porque no le creyeron a Dios, y aun viendo sus grandes señales y prodigios, se dedicaban mayormente a buscar el favor de los ídolos, aunque de ellos no recibieron absolutamente nada bueno, más bien se contagiaron de rebelión en contra de Jehová, se prostituyeron con hombres y mujeres de  los pueblos vecinos, y luego se prostituyeron tras sus ídolos; es decir, no creyeron en Dios y más bien se fueron tras los dioses paganos.

Dios estaba buscando bendición y descanso para sus vidas y sus almas, pero ellos no quisieron, más bien le robaron la gloria y el tributo que debían darle a Dios, y se lo entregaron a los ídolos.  Dios les mostraba el buen camino a través de sus profetas, pero el pueblo se negaba rotundamente a seguirlo: “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos.”. Jeremías 6:16. El pueblo dijo rotundamente: No andaremos por tus caminos, sino que haremos lo que dicte nuestro corazón.  Ese pueblo era duro de corazón; pero el mundo de hoy supera ese problema en diez veces, hoy el mundo no le dice a Dios “no te seguiremos”, sino que lo ignoran completamente haciendo caso omiso de su Palabra y por el contrario dedicándose a honrar imágenes de metal, de madera, de yeso o de piedra; o rindiendo culto a los “muertos”, aquellos que luego de su muerte le atribuyeron varios milagros y entonces fueron convertidos en “santos” por el mismo hombre.

A todos se les ha anunciado la promesa de un sitio de reposo, pero muchos se hacen los sordos y no escuchan, otros oyen pesadamente como si estuvieran en un sueño, otros oyen, pero no les importa lo que se dice, otros definitivamente no creen que Dios tiene un descanso para sus almas.  ¿Será que el mundo de hoy también se está negando a entrar en el reposo de Dios?  Vemos que sí es cierto, pues la mayoría de los hombres no le creen a Dios, no creen en la promesa de un reposo o vida eterna y más bien siguen mirando todo lo terrenal, siguen ocupados en sus trabajos, en sus empresas, en sus vicios, en sus pecados y en los deleites de su carne.  

¿Pero, por qué siguen ocupándose en lo que es temporal y no se ocupan de la vida eterna?  La respuesta es simple, ellos también han oído el mensaje de salvación de Jesucristo, pero no lo han escuchado con fe, por lo tanto, la Palabra no les aprovecha, la Palabra no puede entrar hasta sus almas y hacer las transformaciones que se requieren y por tanto siguen perdidos.  El hombre se encuentra muerto espiritualmente por causa del pecado y así seguirá hasta tanto no escuche la palabra de Dios y lo haga con fe, creyendo que Dios realmente tiene preparado un reposo para todos aquellos que creen en nuestro Señor Jesucristo, corren a Él arrepentidos y le reciben como su Señor y Salvador.

Hay un remanente de verdaderos hijos de Dios que sí nos hemos apropiado de sus promesas: “Pero los que hemos creído entramos en el reposo”, pues el reino de los cielos se empieza a experimentar desde la tierra, porque al vivir para Dios, recibimos esa paz que el mundo no nos puede dar y en ese ambiente Cristo nos va transformado, nos va santificando, nos va haciendo crecer hasta llegar a su estatura y así poder entrar en nuestro reposo definitivo, en el reino de los cielos.

Hoy la Palabra de Dios nos dice: “Temamos, pues, no sea que, permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”.  Es menester entonces que prestemos oído a esa promesa y que temamos al hecho de ignorar dicha palabra o de pasarla por alto, ya que esto hará la diferencia entre vivir con gozo por una eternidad o vivir en un castigo perpetuo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

El poder del evangelio (Romanos 1:16-17)

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12