No endurezcas tu corazón.

Hebreos 3:7-11

“Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años.  A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos.  Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.”

CONCLUSIONES.

El pueblo de Israel estuvo en servidumbre durante cuatrocientos años en Egipto, al cabo del cual Dios los rescató con grandes señales, prodigios y plagas que envió contra los egipcios.  Luego de esto los condujo hasta el mar Rojo y allí abrió sus aguas y los hizo pasar por el fondo seco del mar.  El ejército de los egipcios que venía detrás también quiso cruzar el mar en seco, pero una vez pasaron los israelitas al otro lado, entonces Dios volvió las aguas a su estado normal y allí perecieron todos los egipcios con sus carros y sus jinetes.

No obstante, el pueblo de Israel que vio desplegar el poderío de Dios, poco tiempo después ya estaban murmurando contra Moisés y contra Dios y lo hicieron repetidamente en diez veces: “Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres; me probaron”.  Por lo anterior desagradaron a Dios y si no fuera por la intervención de Moisés, los hubiera consumido a todos en el desierto; sin embargo, juró que esa generación no entraría a la tierra prometida, sino que los dejaría vagando durante cuarenta años en el desierto, hasta que esa generación perversa muriera y quedara enterrada en la arena y así fue como sus hijos sí lograron entrar a la tierra prometida y también algunos como Josué y Caleb de la generación anterior que se mantuvieron fieles a Dios.

Hoy nos dice el Espíritu Santo: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”.  Lo sucedido al pueblo de Israel fue dejado como ejemplo para las generaciones modernas; sin embargo, hoy repetimos los mismos errores, pues el hombre escucha el llamado de Dios y hace caso omiso a su voz.  El hombre está más preocupado por la subsistencia material y por los placeres del mundo que por la vida eterna, pues dirán que al fin de cuentas lo espiritual no se ve y que por tanto no existe y de esta manera es como hablan los incrédulos. Esto es corroborado por un mensaje que está circulando en las redes sociales que dice: “El problema no es que tiemble la tierra, que ardan los bosques, que estallen las guerras; el problema es que Dios está hablando y nadie escucha”.  Dios se comunica hoy con señales, las cuales son el cumplimiento de su Palabra, sin embargo, el hombre sigue haciendo caso omiso al llamado de Dios.  ¿Acaso esta pandemia causó que las iglesias de sana doctrina se llenaran hasta reventar? De ninguna manera, antes diría que la pandemia fue una excusa para que muchos se retiraran de los caminos del Señor y si muchos de los que estaban adentro se salieron, ¿Qué se esperaba de los que antes estaban afuera?

Siempre andan vagando en su corazón y no han conocido mis caminos” fue lo que dijo Dios al Pueblo de Israel y que también se puede aplicar en nuestros días, pues el hombre anda buscando cómo llenar el vacío de su corazón, pero no busca a quien realmente tiene la solución.  Dios se disgustó con su pueblo, pero también está disgustado con esta generación de hoy y prueba de ello son los juicios que han venido sobre la tierra, pues para nadie es un secreto lo que está sucediendo: El año y medio de pandemia, las protestas destructivas en diferentes países de Latinoamérica, las fuertes oleadas invernales en todo el mundo, los incendios forestales en California, el magnicidio en Haití y su posterior terremoto, las avalanchas destructivas en Turquía, los incendios forestales en Grecia, el verano extremo en Europa, las inundaciones y tsunamis en Japón, los desplazados en todo el mundo, los migrantes desde Venezuela, Cuba y Haití, las dictaduras en varios países y por último el cambio de poderes en Afganistán con sus desplazamientos forzosos. 

No son los fenómenos naturales ni los políticos los causantes de todo esto, simplemente es Dios quien está airado contra los habitantes de la tierra, porque el hombre ha ignorado a Dios y siguen dando culto a dioses hechos de metal, de madera, de yeso o de piedra; o rinden culto a líderes ya fallecidos; también el hombre ha ignorado la justicia y el amor de Dios, dando rienda suelta a la rapiña, la avaricia, la injusticia, la violencia, la guerra, el hurto, el secuestro, la prostitución, la drogadicción, el alcoholismo, la depredación de los recursos naturales, el deseo de poder, etc.  El hombre no quiere conocer a Dios y anda vagando tras los pensamientos de su corazón que son de continuo siempre el mal.  Y muchos también están mirando desde el ruedo y esperando el desarrollo de los acontecimientos; pero no quieren comprometerse de ninguna manera con Dios.

Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo”, esta fue la sentencia para su pueblo Israel, pero la sentencia para el mundo de hoy es parecida: “Destrucción viene; y buscarán la paz, y no la habrá.” Ezequiel 7:25. Solo habrá una aparente paz sobre la tierra en los primeros tres años y medio de la gran tribulación, debido a la entrada del gobierno del anticristo, quien se mostrará inicialmente como un pacificador; pero luego de este periodo vendrá el dolor y la angustia para los habitantes de la tierra.  El reposo para el pueblo de Israel era la tierra de Canaán que Dios les había prometido, una tierra de abundantes frutos, de leche y miel; más para nosotros el reposo está en la ciudad del cielo, en la Nueva Jerusalén, aquella que tiene calles de oro y mar de cristal, donde no habrá llanto, ni dolor, ni enfermedad.  Ellos, los que salieron de Egipto, no pudieron entrar a la tierra de su reposo por causa de la incredulidad, y el peligro está en que esta generación tampoco pueda entrar en el reposo del Señor por la misma causa.

El pueblo de Israel fue alimentado por Dios en el desierto y allí les sacó agua de la peña, les envió pan del cielo y les hizo llover abundante carne en forma de codornices.  ¿Acaso no era suficiente motivo para estar agradecidos con Dios y darle la honra, la gloria y la alabanza solo a Él? Sin embargo, el pueblo se iba tras los ídolos y hacían templos donde adoraban a Baal (el dios de la fertilidad) o Asera.  Pero hoy no estamos lejos de esa realidad, pues en nuestros días se adoran estatuas a quienes se les rinde gloria, honra y alabanza como si fueran dioses reales, ignorando de esta forma al Dios único y verdadero, a Jehová de los Ejércitos, quien es el creador de los cielos, la tierra, los animales, las plantas y el hombre.  Ese pueblo vio las obras de Dios durante cuarenta años y sin embargo seguían en rebelión contra él, no se arrepentían, ni le adoraban como el único y verdadero Dios, querían tener las bendiciones de Dios, pero también las bendiciones de sus ídolos, aquellas que nunca llegaban, porque los ídolos son cosas muertas y mudas, a quienes el hombre más bien tiene que ayudar. El hombre de hoy también quiere ser bendecido por Dios, pero no quiere tener ningún compromiso con Él, el hombre hace a Dios a un lado para dedicarse a los designios de su malvado corazón.

El pueblo que salió de Egipto no pudo entrar a la tierra prometida, no pudo reposar en ella, lo mismo pasará para el mundo de hoy a excepción de los pocos que están buscando a Dios de verdad, no podrán entrar a la vida eterna prometida, no podrán reposar en la nueva ciudad de Jerusalén, porque prefieren seguir vagando en sus corazones, prefieren ignorar los caminos de Dios y seguir guiados por sus propios pensamientos.  Si usted es inteligente, entonces estará buscando de Dios y asegurará desde ahora su vida eterna, asegurará desde ahora su permanencia en ese cielo prometido, llegando arrepentido a los pies de Cristo y recibiéndole como su Señor y Salvador.  Indudablemente uno se vuelve repetitivo con lo que es demasiado importante; pues la salvación de su alma requiere todos los esfuerzos necesarios y aún más, pues solo hay una oportunidad y es esta que estamos viviendo, luego de la muerte no hay más oportunidades, ya se acabaron; por tanto, no endurezcas tu corazón y entrégalo a Jesucristo para que Él lo transforme y haga de usted una nueva criatura.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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