¿Está usted ejerciendo su sacerdocio?

Hebreos 4:14-16

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.  Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.  Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”

CONCLUSIONES.

¿Cuál era la función de un sacerdote según la Biblia? Estas eran algunas de sus funciones:  Ser intercesor del pueblo ante Dios, hacer expiación por los pecados del pueblo por medio de sacrificios; servir en las cosas sagradas del Tabernáculo o el Templo (Éxodo 27:21), consultar a Dios para conocer su voluntad y transmitirla al pueblo (Deuteronomio 17:9-11).  En síntesis, las funciones de un sacerdote del antiguo testamento estaban muy limitadas al ámbito físico y lo más que podían hacer los sumos sacerdotes era entrar cada año al lugar santísimo donde estaba la presencia de Dios a hacer expiación por el pueblo y por él mismo.

A partir del nuevo testamento y con el sacrificio de Jesucristo en la cruz del calvario, el Hijo de Dios fue elevado a la condición de sumo sacerdote, quien traspasó los cielos: “Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.” Hebreos 7:28.  Antes de tomar cuerpo de hombre, Jesús bajó de los cielos, donde estaba sentado a la diestra de Dios y luego de su muerte y resurrección volvió a sentarse a la diestra de su Padre, por eso dice que traspasó los cielos y obtuvo esa misma gloria que tenía con el Padre antes de la fundación del mundo: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.” Juan 17:24. Y Cristo no solo fue constituido sumo sacerdote, sino también primer apóstol: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús”. Hebreos 3:1.

Un gran misterio revelado, es que el Cordero sin mancha del sacrificio, también sea el gran Sumo Sacerdote, el que ofreció su sangre por la redención del mundo.  Aquí se conjugaron en uno solo tanto el sacrificio como el sacerdote, ¿no es esto un gran acontecimiento?  En el antiguo testamento se necesitaban víctimas y sacerdotes que ofrecieran esos animales en sacrificio; sin embargo, hoy solo es necesario Jesucristo; pues Él se ofreció a sí mismo como víctima y luego fue elevado a la posición de Sumo Sacerdote, para interceder por todos los hombres que lleguen arrepentidos a la presencia de Jesús.  Lo bueno de esto es que mientras en el antiguo testamento había que ofrecer miles de víctimas, ahora Jesucristo ofreció un solo sacrificio y una sola víctima, su cuerpo humano sin mancha ni pecado, por lo cual es un sacrificio perdurable y extensible a toda la humanidad que quiera arrepentirse.

Si hay un sumo sacerdote, entonces también tienen que haber sacerdotes, que en la antigüedad eran los encargados de preparar los sacrificios y hacer los oficios del culto; sin embargo hoy en día, todos los redimidos por la sangre de Jesucristo, los verdaderos hijos de Dios, pasamos a conformar un grupo selecto de sacerdotes, los cuales ofrecemos diferentes sacrificios a Dios, no de animales como en la antigüedad, sino más bien sacrificios espirituales de alabanza, de adoración y de santificación, ofrecidos a Dios por intermedio de Jesucristo:  “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” 1 Pedro 2:5. 

Cuando dice “retengamos nuestra profesión”, quiere decir que retengamos nuestro sacerdocio, dado que tenemos un gran Sumo Sacerdote que es del cielo, no de la tierra y que contrario a como sucedía en la antigüedad, no necesita ritos especiales para acercarse al lugar santísimo, pues Cristo es santo, es parte de la trinidad y está sentado a la diestra de Dios; por tanto nuestro intercesor ya está sentado a la diestra de Dios el Padre y lógicamente no hay otro lugar más cercano a Él; por eso debemos ejercer este ministerio que Dios nos ha regalado:  “y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” Apocalipsis 1:6.

Este gran Sumo Sacerdote, al estar en la condición humana, pero sin pecado, fue conocedor de todas nuestras debilidades, de todas nuestras dolencias y de todas nuestras tentaciones; por lo cual es perfecto para socorrernos, para perdonarnos y para salvarnos.  Por eso dice “acerquémonos pues, confiadamente al trono de la gracia”, pues este trono de justicia es gratuito para todos aquellos que voluntariamente acepten el llamado de Jesucristo y quieran arrepentirse de sus pecados, allí entonces hallaremos misericordia y oportuno socorro para nuestras tribulaciones, aflicciones y angustias.

Si aún no eres un sacerdote, entonces arrepiéntete y corre a los pies de Cristo, para que Él te convierta, te santifique y te haga partícipe del sacerdocio santo.  Y si ya eres sacerdote, pero aún no estás ofreciendo sacrificios espirituales a Dios, entonces debes hacer un compromiso con Dios de escudriñar cada día su Palabra y obedecerla; pues si realmente eres obediente, dichos sacrificios fluirán naturalmente.  Algo tan simple como alabar a Dios y confesar su nombre, se convierte en un sacrificio delante de Dios; pero para esto se necesita ser cristianos verdaderos y así mismo participar de los servicios de la iglesia: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.” Hebreos 13:15.

Hay que recordar que en el cielo (les hablo a los que desean ir al cielo) habrá una alabanza perpetua para Dios el Padre y si usted aquí en su condición humana no le "nace" alabar a Dios y cantar salmos a su nombre, entonces usted es "harina de otro costal", es oveja de otro rebaño; pues si no es capaz de alabar aquí, entonces tampoco está preparado para entrar el reino de los cielos y participar de ese sacrificio perpetuo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

 

  

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