Sin santidad nadie verá a Dios.

Hebreos 12:14

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”

CONCLUSIONES.

Hablar de paz en estos tiempos es un asunto difícil, debido a todos los acontecimientos que se están presentando en el mundo moderno; hay crisis política en varios países, hay pobreza extrema en algunos países del mundo como África, Venezuela y Haití, hay países donde ya se implantó una dictadura o se quiere establecer algo similar, hay países donde los grupos al margen de la ley quieren tomar el control de la población y de los recursos y como si fuera poco el pecado está en aumento, como también la injusticia, la desigualdad social, la idolatría, el homosexualismo, la negación de Dios y la indiferencia ante Él, el alcoholismo, la drogadicción, la prostitución, las pandillas armadas, las ollas de microtráfico, etc.  Esto sin contar con que la pandemia trajo pobreza a muchos países y también trajo desempleo, hurtos y delincuencia.

En síntesis, cumplir con este mandato de “seguid la paz con todos” frente a un mundo en caos, lleno de problemas y de pecado parecería imposible; pero miremos el reino de los cielos como una burbuja donde están protegidos los verdaderos hijos de Dios, donde sí pueden vivir esa paz verdadera; allí no están totalmente aislados para poder ser sal del mundo; pero sí están guardados de los problemas globales como tal:  “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”.  Mateo 5:13. Es en esta relación del cristiano con el mundo donde debe mostrar su paz, esa paz que así mismo recibió de Dios; pues si somos generadores de injusticia y de caos, entonces ya no somos hijos de Dios, sino hijos del mundo.  Veamos de dónde viene esa verdadera paz para los cristianos, la cual no puede dar el mundo y que nos exime de todo temor y miedo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”.  Juan 14:27. Esa paz de Dios es entonces un bien particular, al que tendrá acceso cada cristiano fiel que decida servirle a Dios; pero no será un bien público como el sol donde tendrán acceso buenos y malos.

La paz de por sí no nos podrá dar vida eterna; pero es la antesala de la santidad; pues es imposible alcanzar la santidad si no hay paz en nuestras vidas y así mismo para con Dios.  Esta paz se tiene que reflejar en nuestras relaciones con el resto de las personas, incluyendo las personas del mundo, las cuales deben recibir el amor nuestro que así mismo recibimos de nuestro Padre Celestial.  En cuanto a nuestras relaciones con los hijos de Dios, estas tienen que estar enmarcadas dentro del amor fraternal, que es ese amor que debemos tener como hermanos en Cristo y como participantes de una misma herencia en el reino de los cielos.

Una vez haya en nuestros corazones la paz que Dios desea, entonces tendremos los fundamentos para buscar la santidad o la purificación de todo nuestro ser completo.  Santidad es estar apartado del mundo y consagrado solo al servicio de Dios con todo nuestro ser completo.  Santidad no es la apariencia que demuestra una imagen o un ídolo colocado en la pared de un templo, tampoco es la sensación provocada en el hombre por estar en un sitio dedicado a algún “santo” declarado por la religión popular; nada de eso, pues la santidad es el producto de la obediencia y de una relación íntima con Dios; contrario a esto un santo popular o un ídolo no pueden obedecer porque son unos seres inertes, tampoco pueden estar cerca de Dios, porque aquellas cosas son abominables para Dios. En síntesis, ningún sustituto de Dios nos podrá dar paz y mucho menos santidad.

No hay purificación sin obediencia a la Palabra de Dios que es la verdad:  “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” 1 Pedro 1:22.  En síntesis, un desobediente no puede ser santo, tampoco lo podrá ser una persona que siga hablando vulgaridades, una persona que siga diciendo mentiras cada que le conviene, no puede ser santo una persona que siga tomando cerveza o cualquier tipo de licor así sea solo para entonarse o para la sed como dicen algunos, no puede ser santo una persona que viva en adulterio o en fornicación así humanamente no tenga forma de cambiar la situación, no puede ser santo una persona que hace injusticia, no puede ser santo una persona que roba o practica la usura, no puede ser santo una persona que participa en negocios ilícitos o que recibe ganancias deshonestas.  En síntesis, no puede ser santo aquel que no ha rendido su vida completamente a Cristo; pues de lo contrario seguirá sirviendo a dos dioses (al del cielo y al del mundo), practicando con ello lo que se llama “adulterio espiritual”.

Otra cosa es que no se puede ser santo si con nuestra alma tratamos de servir a Dios, pero con nuestro cuerpo servimos al mundo, imitando las modas y siguiendo las tradiciones del mundo.  Si la gente del mundo usa “piercing” (ornamentos generalmente de plata) en las orejas, narices, ombligo y hasta en la lengua, los cristianos no deben hacer lo mismo, pues es abominación a Dios.  Seguramente muchos de los que se creen cristianos celebraron el día de Halloween, rindiéndole culto a los muertos, a los brujos y a los hechiceros; es decir, que le celebraron culto al diablo quien está detrás de todas estas celebraciones, cosa que es abominación a Dios; esto también es servirle a dos señores y Dios no comparte su gloria con nadie, o somos de Dios o somos del diablo; pero no podemos ser de ambos a la misma vez:  “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”.  Mateo 6:24.

No se pude ser santo si tenemos un pie en el tempo del Dios Altísimo, pero el otro lo tenemos en el mundo con el cual nos estamos congraciando al participar de sus pecados, de sus pasiones y de sus deseos.  ¿Por qué el mundo no ha entendido lo que es la santidad?  Si no les interesa saber de Dios, mucho menos les interesará saber qué es la santidad y el problema real al que está enfrentado el hombre es que “sin santidad nadie verá a Dios”.  No puedo ser un cristiano a medias y creer que voy derechito para el cielo, esto es un autoengaño del cual muchos solo despertarán cuando sientan el fuego que tapa sus cuerpos en el infierno.  No se puede tener fe en Cristo Jesús para salvación y al mismo tiempo creer que practicando las cosas del mundo me estoy congraciando con Dios; pues Dios ciertamente es enemigo del mundo con sus pasiones y deseos: “!!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.”. Santiago 4:4.

En conclusión, nadie puede entrar sucio de pecado al cielo; pues allí todo es santo: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.”. Apocalipsis 21:27. Aquí tampoco sirven los intercesores a excepción de Jesucristo, que es el que nos limpia y santifica con su sangre. Esto no funciona como en las campañas políticas en las cuales, mediante la corrupción, pueden entrar dineros sucios de cualquier procedencia; nada de eso puede suceder en el cielo; pues allí el boleto de entrada es el sello del Espíritu Santo que cada cristiano verdadero tendrá en su corazón y si no lo tiene no podrá entrar, así se halla encomendado a mil santos de los creados por la iglesia popular, quienes por estar “muertos” no tienen ningún tipo de injerencia en el reino de los cielos.

Estimado amigo o hermano, no se haga ilusiones, pues “sin santidad nadie verá a Dios”.  Algunos dirán, bueno, está bien que no vea a Dios, pero al menos si voy a entrar al cielo.  No se engañe, Dios no puede ser burlado: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”.  Gálatas 6:7. Si estás viviendo una parte para el mundo y otra para Dios, no creas que con esa partecita que estas sirviendo a Dios entonces te vas a salvar, pues para la eternidad o eres frío o eres caliente, porque no hay términos medios y los fríos y los tibios no podrán entrar en el reino de los cielos porque están contaminados por el mundo y allí no entrará ninguno contaminado: “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”. Apocalipsis 3:16.

¿Y que esto está muy duro?  Es cierto, pero para Dios nada hay imposible, siempre que usted tenga la determinación de no servirle al mundo sino solamente a Dios, de esta forma Cristo lo limpiará y lo santificará con su sangre: “Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.” Mateo 19:26. Ánimo, que, si deseas la santidad de corazón y renuncias al mundo, Dios te trasformará en un instrumento limpio, puro y resplandeciente para el reino de los cielos.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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