Como evitar conflictos.

Santiago 1:19-20. 

“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.”

CONCLUSIONES.

Hay un deseo innato en el hombre de sobresalir ante de los demás y esto lo impulsa a responder apresuradamente ante cualquier consulta, reclamo o instigación.  Si se trata de una consulta común, entonces muchas veces tendemos a desinformar a las personas, a darles una información parcial o a darles una información sobredimensionada, hasta tal punto que puede convertirse en mentiras.  Y si se trata de una respuesta a una instigación, esta puede incluir amenazas para tratar de intimidar a nuestro contrincante o también solemos sobredimensionar nuestras facultades, nuestras influencias o nuestro poder y estatus; de tal forma que buscamos mostrarnos más grandes y más poderosos para callarlo y hacerlo desistir de sus intenciones o de sus reclamos.  Esto es como cuando un sapo se infla ante una serpiente, primero para aparentar ser más grande y segundo para evitar que se lo trague entero, esto es lo que se llama una táctica de persuasión, usada también por el género humano.

Pero el mostrarnos superiores a los demás, muchas veces a través de mentiras, lo que hace es incrementar el problema y obtener una respuesta mucho más intimidante de nuestro adversario; es decir, que con esto solo agrandamos el problema en vez de reducirlo, llevándolo a límites donde se pueden causar daños físicos y psicológicos en ambos bandos.  Y realmente cuando se trata de relacionarnos con nuestros semejantes, no podemos subestimar el poder de la lengua, pues esta puede inflamar toda la creación como lo dice el texto:  Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”. Santiago 3:6.

Es tanto el poder de la lengua que la Biblia nos dice que con ella podemos hasta matar y es por eso que requiere toda nuestra atención para su uso adecuado:  “La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos” Proverbios 18:21.  Por eso debemos ser tardos para contestar, dado que debemos analizar bien nuestra respuesta, porque esta puede hacer más daño en vez de dar solución a las diferencias:  “El hombre iracundo levanta contiendas, Y el furioso muchas veces peca.”.  Proverbios 29:22.

No tenemos forma de controlar totalmente la lengua, pero Dios nos dejó unos consejos que nos pueden alejar de las consecuencias de sus malos usos:  “Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal”.  Santiago 3:8.

1.  Sea pronto para oír. 

El hecho de escuchar atentamente, transmite un estado de tranquilidad a nuestro interlocutor quien a su vez podrá entrar fácilmente en otro estado de razonamiento libre, en el cual analizará responsablemente la situación y expondrá su caso sin buscar la manera de ofender o trastornar a la otra persona.  El solo escuchar atentamente le ha solucionado el problema a muchas personas; pues muchos de ellos solo necesitaban ser escuchados y ya eso es parte de la solución de su problema y mucho mejor cuando los hacemos sentir importantes y que pueden obtener nuestro apoyo incondicional.

2.  Sea tardo para hablar.

El hecho de hablar apresuradamente trae muchos problemas, como primero no nos permite analizar lo que vamos a decir y lo segundo es que nuestro adversario se siente atacado, se siente privado de su derecho a ser escuchado.  Según las técnicas de comunicación debemos contar hasta 10 mentalmente antes de dar una respuesta, aunque esta pueda ser muy simple, sobre todo cuando hay un conflicto por resolver; pues nuestras palabras tienen el poder para herir profundamente a nuestro adversario y también podrían llegar hasta causarle la muerte cuando el conflicto traspasa la barrera verbal y se convierte en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, donde podrían haber lesiones personales y hasta la muerte física; esto es porque la persona que pierde el control podría también tener problemas de salud y entonces le sería fácil llegar a presentar un shock respiratorio o un ataque cardiaco.

3.  Sea tardo para airarse.

La ira es un paso al que nunca deberíamos llegar, pues nos produce problemas tanto a nosotros como a nuestros interlocutores y fuera de eso entramos en un terreno donde dejamos de ser justos para poner en práctica la injusticia que es algo que desagrada a Dios.  Allí en este punto sucederán cosas insospechadas de las cuales no tenemos control, que son muy peligrosas para la convivencia del hombre y sobre todo que pueden interrumpir la comunión con Dios; por eso es mejor tomar el control desde los dos puntos anteriores, de tal forma que no se vaya a traspasar el nivel de la ira. 

Debemos entonces tomar el control del nivel de la ira y no dejar que esta aumente su “volumen”; y aún si se llega al nivel más alto, entonces debemos pensar en lo que Dios manda como antídoto para estas situaciones y consiste en soportar el agravio:  “Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?”.  1 Corintios 6:7.

Y si el fraude o el agravio sobrepasan aquellos límites que podemos soportar, entonces no tomemos venganza por nosotros mismos, sino que como buenos cristianos debemos dejar lugar a que Dios sea el que vengue nuestra causa, dado que si lo hacemos nosotros mismos, estamos pecando delante de Dios al infringir el segundo mandamiento:  “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”.  Romanos 12:19.

¿Por qué todo esto? 

Porque en la ira del hombre, es imposible que opere la justicia de Dios, queriendo decir que la ira es incompatible con la justicia.  Es imposible que en medio de la ira se tomen buenas decisiones, cuando la mente se encuentra nublada y dominada mayormente por nuestros instintos: “porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”.  Esto es como cuando estamos ante un atraco, que no sabemos como vamos a reaccionar, unos tiemblan de pánico, otros enmudecen, otros pelean, otros se desmayan y otros echan a correr; pero la realidad es que ante ese estado es imposible analizar y tomar las mejores decisiones.  Así es en un momento de ira, que no sabemos cómo vamos a reaccionar, pero seguramente la mayoría de las reacciones nos conducirán al mal, máxime si ese estado empezó sin control; por eso es tan importante escuchar los consejos de la palabra de Dios y estar siempre preparados para cuando eso ocurra y así poder reaccionar de la mejor manera posible.  Dar rienda suelta a la ira, desencadenará otros problemas que directamente violarán el segundo gran mandamiento que consiste en amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos:  “El de grande ira llevará la pena; Y si usa de violencias, añadirá nuevos males”. Proverbios 19:19.

Ahora bien, habrán los que no quieren negociar de ninguna forma y que solo desean causarle mal a la otra persona o que solo desean vengarse; para estos no debería haber ningún tipo de respuesta y el agredido debe acudir a la protección de Dios.  También el actuar con prudencia podrá librarnos de las consecuencias de un agresor airado:  “El necio al punto da a conocer su ira; Mas el que no hace caso de la injuria es prudente”. Proverbios 12:16.

Si tenemos al Espíritu Santo de Dios en nuestras vidas (y esto es real en un verdadero hijo de Dios), indiscutiblemente tendrán que haber frutos y entre ellos está la paz, la paciencia, la bondad y la mansedumbre que impedirán que se llegue hasta la ira con sus fatales consecuencias: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” Gálatas 5:22-23.  Uno de estos frutos es la paz, a la cual se llegará si practicamos estos tres grandes consejos en nuestra comunicación.

¿Por qué vienen las guerras entre la naciones? Seguramente hay muchos motivos por los cuales un país le declara la guerra a otro empezando por su deseo de ser el primero y de tener control sobre los demás; pero también se podrían evitar muchos conflictos si sus líderes usan estos tres pasos en sus negociaciones y conversaciones; pues tan solo basta una palabra mal usada en contra de otra nación y ante los medios de comunicación para prender el “polvorín” que hará arder el conflicto entre dichas naciones por muchos años.  Según la palabra los pleitos y las guerras provienen de las pasiones del hombre que combaten en sus miembros y dado que estas pasiones se dan a conocer a través de la comunicación, es allí donde podemos ganar amigos o adversarios dependiendo si seguimos o no las recomendaciones de Dios:  “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?”.  Santiago 4:1.

Estimado hermano o amigo, sea pronto para oír, tardo para hablar y tardo para airarse y de esta forma evitará muchos problemas con sus semejantes.  Y tenga en cuenta que su nivel de comunicación puede ser mucho mejor si recibe a Cristo en su corazón, ya que él le dará las palabras necesarias y adecuadas cuando requiera responder a su contrincante.  Y si fuera necesario tomar venganza, más bien olvídese de ella, pues Dios un día castigará a nuestros adversarios:  “Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios”.  Apocalipsis 16:1.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

 

  

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