Como escapar de las tinieblas.

Santiago 4:6-10.

“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.”

CONCLUSIONES.

Empezaremos citando un versículo que muestra la realidad de la condición humana, específicamente del hombre común quien es amigo del mundo:  “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.  Juan 8:44.  Este texto nos dice que el mundo pertenece al diablo, por lo cual es obvio que el mundo anda en tinieblas y que los amigos del mundo se deleitan llevando a cabo los deseos del diablo.

¿Y por qué el mundo ama más las tinieblas que la luz? Indudablemente el mundo tiene un padre que no es Dios y es por eso que el mundo hace sus obras perversas: “Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió”.  Juan 8:42.  Si el padre del hombre común fuera Dios, entonces  el hombre haría las obras de Dios y no las obras del diablo y vivirían en amor, justicia y paz; pero como el hombre quiere hacer los deseos perversos de su corazón, entonces mejor adopta al diablo como su padre, quien fuera de permitirle hacer el mal, se pone a la cabeza dirigiéndolo en toda obra perversa.

¿Entonces qué deben hacer los mundanos (los que pertenecen a este mundo) para escapar de las tinieblas?

1.  Como primero es necesario que el hombre se de cuenta de su condición

Si usted continua contento sirviéndole al diablo, no verá la necesidad de convertirse al Dios vivo, y el problema es mayor aún cuando las personas han rechazado la verdad, porque les será enviado un espíritu de mentira que los convencerá de que andan en la verdad, cuando realmente están perdidos y una vez su cuerpo muera, el alma y el espíritu irán al infierno, ya que el diablo no puede dar otra cosa, aunque le haga muchas promesas al hombre: “Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia”.  2 Tesalonicenses 2:11-12.  El diablo le puede prometer al hombre hasta paraísos sin sufrimiento que no tiene por ningún lado; pues su reino es y seguirá siendo el infierno, hasta que él y su ejército sean lanzados al lago de fuego y azufre.  Y para que el hombre se de cuenta de su condición, es necesaria la humildad, pues el orgullo y la soberbia enceguecen al hombre para que no mire a su Creador y siga haciendo los designios de su malvado corazón.

2.  Someteos, pues, a Dios

Si el hombre no se somete a Dios y continua en rebelión contra Él, entonces no habrá forma de que Dios lo libre de la potestad de las tinieblas, dado que Dios no lo puede obligar a someterse a quien no quiere. Este sometimiento significa que el hombre debe escudriñar su Palabra y ponerla por obra; porque solo mediante la obediencia es que podemos alcanzar la categoría de hijos de Dios y en este estado significa que entramos en un círculo protegido donde están los verdaderos hijos de Dios y dentro del cual el diablo no tiene ninguna injerencia, a no ser que Dios le conceda un permiso especial para tocar a alguno de sus hijos, como lo hizo con el santo Job y también con el apóstol Pedro.

Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. Para someterse a Dios se necesita humildad, la cual consiste en creer firmemente que Dios es superior a nosotros y que tiene la solución para todos nuestros problemas, teniendo en cuenta que el problema fundamental del ser humano, es cómo salvar su alma del infierno.  Si somos soberbios y pensamos que nosotros tenemos la solución y que no necesitamos de Dios, entonces Él nos resistirá, es decir que apartará su gracia de nosotros y la bendición que recibiremos será la misma que reciben todos los seres humanos, así sean del mundo o sean de Cristo, y no habrá ninguna bendición en especial.  No así el humilde, quien recibirá la gracia de Dios con todas sus bendiciones asociadas.

Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”.  La promesa de Dios es que “el que busca, encuentra”:  “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”.  Mateo 7:7. Lo que significa que Dios está esperando constantemente que el hombre tome la determinación de acercarse a Él y esto es un requisito fundamental que debe cumplir el hombre antes de poderse someter a Dios; pues no es posible que estando apartado de Dios, el hombre se pueda someter.

Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza”. Generalmente el hombre que vive bueno y sin problemas es porque le esta sirviendo al mundo y no a Dios y en el momento que decida alejarse de las tinieblas para servirle a Dios, seguramente su risa se convertirá en lloro y su gozo en tristeza porque muchas son las aflicciones de los verdaderos hijos de Dios:  “Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová”.  Salmos 34:19.  Estas aflicciones garantizan que el cristiano va a crecer en humildad y mansedumbre, condiciones que son necesarias para que pueda someterse a Dios; pues muchos dicen ser cristianos, pero aún no se han sometido porque les hace falta la humildad.

Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”.  Esta es una gran promesa de Dios, la cual nos garantiza que si nos humillamos, nos sometemos y recibimos su disciplina, Él nos exaltará de la misma forma que lo hizo con su hijo Jesucristo que fue manso, humilde de corazón y obediente hasta la muerte.  Solo mediante esta humillación seremos proclamados verdaderos hijos de Dios a los cuales el diablo no podrá tocar sin autorización:  “Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”.  Hebreos 12:8.

3.  Resistid al diablo.

Resistir al diablo significa despertar espiritualmente y darnos cuenta en qué forma está trabajando el enemigo en nuestras vidas y en este mundo; es decir, tenemos que estudiar y analizar todas sus movidas y programarnos mentalmente para no aceptar ninguna de sus insinuaciones de maldad, tampoco ninguna de sus tentaciones.  Es menester recordar que el diablo y su ejército atacan principalmente la mente del hombre y lo que haga luego el hombre con sus pensamientos, determina si los rechaza o hace planes para llevarlos a cabo.  Por ejemplo, el diablo trae pensamientos de adulterio y coloca en sus caminos un instrumento suyo con suficiente capacidad para extraviar sus sentidos y cegarle la razón, para que el hombre ya no piense sino que actúe bajo sus instintos carnales, llevando así a cabo los propósitos del diablo y haciendo que el hombre desagrade a Dios y se aleje de su presencia. 

El diablo es el que pone en sus caminos otras mujeres u otros hombres interesados en un romance paralelo al matrimonio; el diablo también pone negocios ilícitos en su camino con jugosas ganancias para que no tenga forma de rechazarlas; el diablo es el que pone la ira por cualquier cosa insignificante, para que el hombre cometa atropellos contra su prójimo, los cuales le traerán consecuencias nefastas hasta el punto de cegar la vida de una o varias personas que intervienen en el conflicto; el diablo es el que pone frases mentirosas para que usted quede bien delante de otras personas o consiga los objetivos que está buscando; el diablo es el que lo tiene entrenado para responder con vulgaridades ante los reclamos o el acoso de otras personas; el diablo es el que pone la pereza para leer la Palabra de Dios, para ir a la iglesia y para cumplir con los compromisos de la obra.  Entonces no ceder al diablo en ninguna de sus insinuaciones o tentaciones, es resistir al diablo y cuando él se da cuenta que está perdiendo el tiempo con nosotros entonces no tendrá más alternativa que abandonar sus propósitos e irse a buscar otra persona con mejores perspectivas de ganarle la batalla espiritual.

Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”.  Una de las formas de resistir al diablo es purificándonos a nosotros mismos; pues el diablo no podrá tomar como su habitación los corazones que se encuentren puros y limpios de pecado; allí no puede entrar porque allí está la presencia del Espíritu Santo de Dios. Esta limpieza empieza por nuestras manos, las cuales en muchos casos son usadas como instrumentos de las tinieblas para hacer el mal; también debemos conservar una sola cara delante de Dios, la cara del bien, porque algunos se presentan buenos delante de Dios, pero tienen otra cara oscura con la cual sirven al diablo.  Y purificar los corazones, significa sacar de allí todo pecado y toda inmundicia, cortándolos de tal forma que no se vuelvan a manifestar (y para esto hay una herramienta muy poderosa que es la sangre de Cristo):  “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”.  Mateo 7:21-23.

4.  Y huirá de vosotros.

El diablo es inteligente y sabe que le queda poco tiempo; pues ya las señales del fin del mundo y de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo están dadas casi en su totalidad, por lo tanto el diablo debe trabajar rápidamente, tratando de enredar a la mayor cantidad de personas posibles, para hacerlos caer de la gracia y para hacer que se pierdan espiritualmente.  Y los que andan caídos, es decir que son participantes del mundo con sus pasiones y deseos, entonces la tarea del diablo en relación con ellos es tratar de mantenerlos contentos, confortables y con todos sus deseos satisfechos, para que no sientan la necesidad de buscar a Dios y finalmente se pierdan. Pero si el hijo de Dios es reacio y rechaza las tentaciones del diablo, entonces satanás tendría que abandonar su propósito y dejarlo para ir a tentar otras personas.  Ahora, si dentro de los suyos (los que pertenecen a este mundo) hay personas que se sublevan y que quieren encontrar la verdad y haciendo caso omiso de los enredos del diablo, buscan la verdad en la Palabra de Dios y entregan sus vidas a Jesucristo, entonces él se verá abocado a irse para otro lado, dado que un alma que se entregue a Cristo y esté comprometida con la obediencia, no habrá forma de que el diablo la pueda arrebatar nuevamente.

Estimado amigo, nunca ha habido tantas señales del fin del mundo como las que vemos hoy en día: Guerras, invasiones, sequías, hambre, desnutrición, inflación a nivel mundial, incendios forestales, deforestación, avalanchas, pandemias, injusticia social, narcotráfico, pandillas, grupos al margen de la ley y sobre todo abundancia de pecado y de maldad; por lo tanto es hora que usted escape del mundo, pues el mundo perecerá junto con los que le siguen y solo serán librados del juicio final los que busquen a Dios con humildad y mansedumbre y que se sometan a sus designios y obedezcan a su Palabra.  El peligro hoy en día no es vivir en la nación equivocada y ser objetos de una invasión, el peligro hoy es estar viviendo para el mundo y estar deleitándonos en sus placeres, mientras estamos alejados de Dios.  Escapa por tu vida, Cristo espera por ti.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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