Renacer para una esperanza viva.

1 Pedro 1:3-5.

 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.”

CONCLUSIONES.

¿Qué es esperanza?  Según la Real Academia es: “Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”.  Es requisito fundamental para tener algún tipo de esperanza, que el hombre tenga metas y deseos, de esta forma podrá evaluar cada uno y hacerse a la idea de qué tan alcanzable o no puede ser.  En este orden de ideas, el verdadero cristiano tiene una meta que es la salvación de su alma y la de otros seres humanos que pueda alcanzar con su testimonio y con la predicación del evangelio, mediante el poder de Jesucristo; no así el hombre común que generalmente tiene metas egoístas, que son aquellas que solo servirán para su propio beneficio y como segundo que solo se pueden cumplir mientras esté vivo aquí en la tierra.  Cada ser humano del común tiene unas metas y unos deseos, que van acorde con su estilo de vida, con sus estudios, con sus creencias, con sus experiencias, con sus proyectos de vida y también con el medio donde desarrolle su existencia.

Es necesario entonces que el hombre común se convierta a Cristo para poder que sus metas sean de carácter eterno y no de carácter transitorio como todo lo que existe aquí en la tierra; ya que hay infinidad de promesas de parte de Dios para sus hijos, cuya promesa más importante es la vida eterna y esta es la esperanza viva de que habla este texto; pues nada es comparable a tener vida eterna en reino de los cielos.  Se llama esperanza viva, porque las demás esperanzas mueren junto con el hombre, pero la esperanza de vida eterna está aún más viva cuando el hombre muere físicamente, pues esta esperanza, en cierto modo era fe mientras el hombre estaba vivo, pero luego de muerto entonces esta esperanza ya no es fe, sino que se convierte en un hecho real, algo que estaba esperando y que ahora está sucediendo frente a sus ojos, por eso es una esperanza viva, la cual no se desvanece con la muerte física y que constituye el fundamento de una vida espiritual llena de bendiciones y de frutos y sobre todo llena de la presencia de Dios, quien es la fuente de VIDA y esta esperanza es viva más por la presencia de Dios que por la solidez de la misma esperanza.

¿Y cómo fue que Dios nos hizo renacer para una esperanza viva?  Dios tuvo una motivación y esta fue su GRAN MISERICORDIA, al compadecerse de la situación del género humano, el cual estaba muerto espiritualmente en sus delitos y pecados: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”.  Efesios 2:1.  Luego hubo un VEHÍCULO a través del cual Dios pudo llevar a cabo esta tarea de hacernos renacer y ese vehículo fue la RESURECCIÓN DE JESUCRISTO, quien fue levantado al tercer día de su muerte y fue sentado a la diestra de Dios en los lugares celestiales, lo que sienta un precedente para la humanidad y es que si Dios pudo levantar de la muerte a su Hijo Primogénito, también podrá levantar a cualquier hijo adoptivo, que son aquellos que llegan arrepentidos a los pies de Cristo y le reciben como su Señor y Salvador, estos son hijos ADOPTIVOS, los cuales son coherederos con Cristo (quien es el hermano mayor) en todas las abundantes riquezas que hay en el reino de los cielos: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.  Romanos 8:17.

¿Y para qué sirve esta esperanza viva? Según el texto bíblico hay varios objetivos a los cuales nos llevará esta esperanza viva:

1.  Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible.

Esta herencia está reservada para nosotros los que tenemos esta esperanza viva: “reservada en los cielos para vosotros”. Aquí en la tierra hay tesoros perecederos, cambiantes, que se destruyen con el tiempo y que fuera de eso no pueden trascender la barrera de la muerte; en cambio en el reino de los cielos hay tesoros que ni siquiera los podemos imaginar y que, si Dios los mostrase en visión, seguramente nuestra mente no sería capaz de percibirlos y de abarcar sus dimensiones, dado que nuestros sentidos y nuestra razón son físicos y no son aptos para comprender lo espiritual.  Pero sí podemos apreciar aquellas cosas que Dios ha declarado en su Palabra, como lo es la Nueva Jerusalén con calles de oro y mar de cristal, donde no habrá hambre, ni tristeza, ni llanto, ni dolor; donde la comunión con Dios nos llenará permanentemente de su gozo, de su amor y de su paz y donde Dios brillará sobre la ciudad como la única luz verdadera.  Y esto lo revela la Palabra porque lo podemos comprender, pero las mayores riquezas no las podemos comprender ahora y por eso serán reveladas en su debido tiempo.  Son muchas las riquezas que Dios tiene preparadas para los que guardan la esperanza viva, pero que todavía no es el tiempo de ser reveladas al hombre: “Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”.  Efesios 2:7.

2.  Para ser guardados por el poder de Dios mediante la fe.

Llegamos a la esperanza viva mediante la fe en Jesucristo y en su obra redentora, mediante la fe en su sangre derramada en la cruz del calvario, la cual nos limpia, nos redime de pecado, nos santifica y nos justifica delante de Dios el Padre.  Es entonces en este punto donde somos guardados por el poder de Dios, para que dicha esperanza no pueda ser arrebatada por el diablo, para que no podamos ser desviados del camino de la justicia, para que no podamos ser apartados de nuestro Salvador Jesucristo.  Aquí hay una promesa para su pueblo, consistente en que una vez estemos cimentados en la fe, nada nos podrá apartar de ella, excepto que el hombre en su libre albedrío decida seguir pecando y le traspase nuevamente el título de propiedad de su alma al diablo: “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”.  Juan 10:28.

3.  Para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.

Esta es la mayor riqueza que podemos obtener mediante la esperanza viva, aunque haya muchas más riquezas reservadas por Dios para sus hijos; solo que, si no podemos recibir esta, tampoco somos aptos para recibir las demás; es decir que, si nuestra alma se pierde en el infierno, quedamos excluidos automáticamente de las otras bendiciones o riquezas.  O se queda con la salvación y todas las riquezas que van pegadas a ella o se va para el infierno y pierde la salvación con todas las promesas que Dios tenía reservadas para usted.  Esto no se parece en nada a una pensión con un fondo público, en la cual, si no pudo cumplir con todos los requisitos para pensionarse, entonces recibe una indemnización sustitutiva; nada de eso sucederá en la vida espiritual, pues si no cumplió con los requisitos para entrar al reino de los cielos, entonces pierde absolutamente todo, máxime cuando en su condición de reo eterno solo podrá recibir castigo y los descansos, las bendiciones y los incentivos quedarán excluidos de su vida cotidiana, en la cual solo habrá lloro y crujir de dientes:  “Y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.  Mateo 13:50.

Y usted amigo, ¿Quiere renacer para una esperanza viva?  Si usted está interesado en nacer de nuevo como hijo de Dios, entonces lo primero que debe hacer es acudir al autor y consumador de la fe, cuyo nombre es Jesucristo, solo Él le dará vida eterna y le podrá llevar seguro hasta el reino de los cielos, en medio de este mundo lleno de inseguridad, de pecado y de injusticia.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.


Comentarios

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

El poder del evangelio (Romanos 1:16-17)

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12