Atenciones especiales de Dios para el justo.

1 Pedro 3:12-13.

Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?”

CONCLUSIONES.

¿Quién es el justo?  Veamos este texto bíblico que nos da una idea general de quiénes son los justos, qué hacen y qué bendiciones les esperan: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.”.  Salmos 1:1-3.  Lo más sobresaliente en una persona justa, es que se deleita en los mandamientos de Dios, los medita y los obedece, teniendo por cierto que allí en aquellos mandamientos está encerrada tanto la vida (si los obedece) como la muerte (si los ignora).  Es de anotar que hay una promesa grande para los justos y es que todo lo que hagan y todo lo que emprendan prosperará, porque Dios así lo ha estipulado.

Veamos otro texto donde esclarece más la idea de quien es una persona justa y le da dos promesas muy grandes:  No resbalará jamás y habitará en el templo de DiosJehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su prójimo, Ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, Pero honra a los que temen a Jehová. El que, aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; Quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará jamás”.  Salmos 15:1-5.  Aquí nos dice que el justo anda en integridad de corazón, hablando siempre la verdad, no calumniando, no haciendo mal a su prójimo y defendiéndolo, menospreciando al vil y honrando a los que temen a Dios, manteniendo su palabra de honor, no invirtiendo su dinero en negocios de usura, no admitiendo falsas acusaciones, etc.

Ahora bien, hay dos atenciones especiales que Dios tiene solamente sobre los justos:

1.  Los ojos del Señor están sobre los justos.

Sin duda alguna Dios tiene sus ojos puestos sobre los justos para vigilar sus caminos; no tanto para ver si cae o no en el mal, sino para librarlos del mal, para librarlos de los planes del maligno y también para conducirlos por las sendas de justicia y abrirles puertas de bendición donde quiera que vayan.  ¿No es esto una bendición enorme, el saber que Dios nos está mirando en todo momento, aun cuando estamos acostados en nuestro lecho?  El solo meditar y entender esto nos llena de gozo y de paz, porque sabemos que la protección y la bendición de Dios nos acompañan siempre.  No sucede lo mismo con los injustos, pues el rostro del Señor está contra ellos, permitiendo que todas las angustias lleguen a sus vidas sin que haya quien los libre.

2.  Y sus oídos atentos a sus oraciones.

Es una satisfacción para el justo saber que todo lo que pedimos en oración llega inmediatamente a los oídos de Dios, dado que su promesa es que estará atento a nuestras oraciones y es por eso por lo que la oración del justo es poderosa: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”.  Santiago 5:16. Esto no significa que todas las oraciones van a ser contestadas inmediatamente, pues estas deben enmarcarse en la voluntad de Dios y estar libres de los deseos de la carne; pues si pedimos para gastar en nuestros deleites o para hacer injusticia, de seguro que nada de eso será hecho por Dios: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”.  Santiago 4:3.

Y hay una promesa de protección para los que hacen justicia: “¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?”.  Si nos deleitamos en hacer el bien, entonces nos cobijará la promesa de protección de Dios, porque Dios ha estipulado esta ley que nadie podrá quebrantar, ni aún el diablo. Si andamos en justicia, aún el mundo podrá caer encima de nosotros y no nos hará daño.

¿Y quién es el injusto?  Veamos lo que dice Dios a través del salmista sobre los malos: “No así los malos, Que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos perecerá.”.  Salmos 1:4-6.  En síntesis, los injustos son los malos, perversos y pecadores y lo más sobresaliente en ellos es que pervierten los mandamientos de Dios y por consiguiente el castigo estipulado para ellos es que perecerán en sus propios caminos y contra ellos está el rostro de Dios para castigarlos: “Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal”.

Estimado compañero y amigo, si aún no eres justo, empieza leyendo la Palabra de Dios, porque solo allí encontraremos las obras de justicia que Dios demanda de nosotros y las cuales debemos poner por obra, para que los ojos de Dios estén sobre nosotros y que también nuestras oraciones sean escuchadas con prontitud.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

  

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