El sufrimiento que es aprobado delante de Dios.

1 Pedro 2:20-24.

“Pues ¿Qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.”

CONCLUSIONES.

Partimos del hecho de que este mundo está lleno de sufrimientos, tanto para el hombre común como para los verdaderos hijos de Dios.  Las cosas no se pusieron fáciles luego que los primeros hombres fueron expulsados del huerto del Edén:  “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”.  Génesis 3:17-19.  Luego de este acontecimiento, la tierra fue maldecida por causa del hombre y fuimos condenados a comer con dolor y con sudor del producto de la tierra, hasta que volviésemos a ser convertidos nuevamente en polvo. 

¿Alguna vez hemos pensado sobre las devastadoras consecuencias del pecado de Adán y Eva?  Es posible que no pensemos mucho en eso, pero si nos ha tocado participar de las consecuencias, pues nadie es ajeno a un mundo convulsionado, lleno de pecado, lleno de avaricia, lleno de injusticias, lleno de conflictos sociales y políticos, lleno de hambre y de pestilencias y por sobre todo lleno de incredulidad y de indiferencia delante de Dios.  Ahora depende de nosotros si convertimos ese sufrimiento en algo que le agrade a Dios.

Si el hombre malo sufre, ciertamente eso es desaprobado por Dios, pues si él sufre es como consecuencia del pecado y aunque lo soporte con paciencia, de nada le servirá delante de Dios, pues dice el texto que no hay gloria para el sufrimiento del pecador: “¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis?”.  Aunque si pensamos lógicamente, el malo no tendría paciencia para soportar, más bien incrementaría su maldad contra aquellas personas o cosas que le están causando dolor, para curar su dolor mediante el supuesto alivio que le daría la “venganza”.

Ya sabemos que el malo sufre a causa de su pecado, ¿pero por qué sufre el bueno?  Cuando una persona se decide a hacer lo bueno se constituye amigo de Dios y enemigo de las tinieblas y por tanto es catalogado por las tinieblas como objetivo estratégico al cual hay que destruir y es así como empieza el accionar de los espíritus inmundos, demonios, huestes espirituales y gobernadores de las tinieblas contra tales criaturas, con el propósito de hacerlos desistir de sus caminos y de hacerlos caer de la gracia de Cristo. 

Entonces ahora el bueno sufre por causa de lo bueno, que es algo un poco sin sentido para el entendimiento común, pero debemos enfatizar que en el universo hay solo dos fuerzas: El bien y el mal; y que indudablemente el trabajar a favor de una de ellas, nos hace enemigos del ejército contrario y esto es lo que trae dolor y sufrimiento.  Pero esto no es eterno, pues una vez abandonemos el campo de batalla, que es este mundo, entonces ya no estaremos expuestos a campo abierto, sino que ya estaremos en los cuarteles privados del cielo o del infierno, solo que en el infierno hay mucho más sufrimiento que el que pueden experimentar los pecadores aquí en la tierra, pues allá las almas son atormentadas y torturadas día y noche por espíritus inmundos y demonios; en cambio los que llegan al cielo van a experimentar gozo y paz perpetua.

Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios”. Entonces si sufrimos haciendo lo bueno y fuera de eso lo soportamos, ciertamente recibimos la aprobación de Dios y ese sufrimiento pasará a ser una herramienta para el cristiano que le permite madurar y crecer en los caminos de Dios.

Pues para esto fuisteis llamados”.  Pareciera que el propósito de Dios es que suframos, sin embargo debemos entender que mediante el sufrimiento alcanzamos unas virtudes que son necesarias para avanzar en el camino espiritual y una de ellas es la paciencia y por esa razón la biblia nos manda a gozarnos en el sufrimiento, porque sin duda esto recibirá bendición y recompensa de parte de Dios:  “Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría”.  1 Pedro 4:13.  El sufrimiento en el cristiano lo hace partícipe de los mismos padecimientos de Cristo, por lo cual también se gozará cuando la gloria de Cristo sea manifestada en toda su plenitud.

Porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”.  Cristo nos dio ejemplo de padecimiento y bastante que padeció; pues es imposible que alguien pueda cargar los pecados de la humanidad en su cuerpo y que luego sea crucificado como sí lo hizo Cristo.  Y lo mejor del ejemplo, fue que soportó el padecimiento, aunque no tenía que hacerlo porque Él estaba libre de pecado: “El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca”.  ¿Y en qué forma lo soportó?  Él dejó ejemplos tan claros como estos:

1.  Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición.

2.  Cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.

3.  Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero.

Para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.  Esto de sufrir y soportar sin incurrir en pecado, debía buscar objetivos muy claros y uno de ellos es que nosotros también podamos morir a nuestros pecados mediante el bautismo, para que luego en el nuevo nacimiento podamos vivir como justos.  El otro objetivo es que nosotros podamos ser sanados física y espiritualmente, mediante la fe y acudiendo a las heridas que fueron abiertas en el cuerpo de Jesucristo, las cuales seguían abiertas aún luego de la resurrección, para que ellas pudieran cumplir sus propósitos en el hombre.

Estimado hermano y amigo, si sufres haciendo el bien y fuera de eso lo soportas, bienaventurado eres porque vendrán bendiciones sobre tu vida; pero si sufres haciendo el mal nada bueno vendrá sobre tu vida, a no ser que e arrepienta y reciba a Jesucristo como el Salvador de su vida.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 


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