Como cubrir multitud de pecados.

1 Pedro 4:8

“Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados

CONCLUSIONES.

Debemos partir explicando cuál es el amor verdadero, ese amor ágape el cual procede de Dios y cómo se manifiesta.  El mundo le canta al amor, pero solo se trata de esa atracción física entre dos personas del sexo opuesto y esto no tiene nada que ver con el amor verdadero que proviene de lo alto, del cual se citan sus características en el siguiente texto: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”.  1 Corintios 13:4-7. 

Este verdadero amor que bajó del cielo, se manifestó a través del sacrificio de Jesucristo en la cruz del calvario, mostrando que por amor era capaz de poner su vida a cambio de dar vida a todos los hombres.  Así mismo ese amor que aceptamos y recibimos voluntariamente de Dios, se debe reflejar en la vida de nuestros prójimos, de tal forma que ellos reciban esos mismos cuidados que solemos tener de nosotros mismos: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.  Mateo 22:39.

Veamos algunas de las particularidades y excelencias del amor de Dios:

1.  El que ama ha cumplido la ley, pues si hay amor, también habrá obediencia por la palabra de Dios, máxime cuando las obras son las que soportan una fe verdadera, mediante la cual obtenemos la salvación para nuestras almas: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. Romanos 13:8.

2.  La desobediencia es una demostración de la ausencia del amor de Dios en la vida de quienes la practican: “El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.”.  Juan 14:24.

3.  Uno de los fundamentos del amor es el conocimiento de Dios; pues si usted no conoce a Dios es imposible que le pueda amar, de la misma forma que un hombre no puede enamorar a una mujer que no conoce: “Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos”.  Juan 17:26. Este conocimiento, hace que el amor de Dios pueda invadir nuestras vidas y en este mismo ambiente, hacer que el Espíritu Santo de Dios habite en nuestros corazones.

4.  El amor es la prueba fehaciente de que hemos nacido de nuevo, pues el amor es el primer fruto del Espíritu Santo, quien demuestra en forma práctica que está habitando en nuestro corazón y que por consiguiente está gobernando nuestras vidas: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte”.  1 Juan 3:14. Miremos la segunda parte de este texto, donde nos aclara que el que no ama, permanece en muerte, es decir que no ha nacido de nuevo y que por consiguiente tampoco es apto para entrar al reino de los cielos.

5.  Es imposible amar, si no conocemos al autor del verdadero amor y si no hay amor tampoco habrá nuevo nacimiento y muchos menos el hombre podrá entrar al reino de los cielos: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.  1 Juan 4:8. Si amamos a Dios, debemos estar en comunión con Dios y mediante esta relación de intimidad con Él, entonces su amor nos contagia y nos envuelve.

6.  El fruto principal del amor de Dios consistió en sacrificar a su Hijo para entregarlo a la muerte a cambio de la propiciación de nuestros pecados: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”.  1 Juan 4:10. Y dado que mientras vivamos en el cuerpo, vamos a estar sujetos al pecado, sobre todo el pecado involuntario, entonces es necesario el fruto del amor en nuestras vidas, porque este cubrirá multitud de pecados: “Porque el amor cubrirá multitud de pecados”.

7.  El hecho de cubrir pecados, significa que ya no son visibles, ni para el hombre ni para Dios, y que debido a la intensidad del amor, esto es de un amor ferviente, entonces los pecados serán opacados, confundidos y desaparecidos; de tal forma que Dios seguirá viéndonos justos delante de él a causa del amor que irradia en nuestras vidas; eso sí considerando la excepción que existe sobre los pecados voluntarios para los cuales ya no opera el sacrificio de Jesucristo: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados”.  Hebreos 10:26.

En cierta medida es por esto que dice la Palabra que el que ha nacido de Dios no peca, pues su amor que es el primer fruto de ese nacimiento va cubriendo los pecados a medida que estos se manifiestan; además de que es protegido por Dios, quien lo aleja del pecado y de las tinieblas: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”.  1 Juan 5:18.

¿Quieres cubrir muchos de tus pecados?  Entonces debes buscar el nuevo nacimiento, en el cual el Espíritu Santo de Dios entrará a morar en tu corazón y empezará a producir frutos, cuyo principal fruto es el amor el cual cubrirá multitud de pecados; esto sin olvidarnos de que la sangre de Jesucristo es por excelencia la única que puede redimirnos del pecado y limpiarnos definitivamente.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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