Si el justo con dificultad se salva.

1 Pedro 4:17-18.

“Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?”


CONCLUSIONES.

Todos los hombres esperan ser salvos aquel día en que Dios determine que ya no vamos a seguir viviendo aquí en la tierra, aquel día en que nuestro cuerpo físico se apague y nuestra alma y espíritu tengan que partir hacia la eternidad, la cual será de disfrute o de castigo, dependiendo de si aquí en la tierra nos arrepentimos y recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.  Cuando han muerto cantantes famosos, lo que dicen sus seguidores es que está en el cielo cantándole a Dios, pero esto solo es el fruto de su falta de conocimiento, pues Dios no es amigo del mundo, mucho menos de sus pasiones y deseos y una de las principales pasiones del hombre es cantarle al mundo, posiblemente luego de la pasión por el futbol.  Dios creó al hombre para su gloria, honra y alabanza y uno de los mayores sacrificios que debemos presentar a Dios es la alabanza de su santo nombre, lo cual no tiene nada que ver con la música de este mundo que glorifica cosas diferentes a Dios:  “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”.  Hebreos 13:15.

¿Se imagina a alguien ante el trono de Dios, cantándole a las mujeres del mundo?  Sin duda que estaría en el “lugar equivocado” como reza el adagio popular; pues Dios es santo y así mismo lo debe ser su alabanza para que sea aceptada delante de Él. Supongamos que en su repertorio tiene canciones para Dios y que con esto intentara agradar a Dios; pero de una misma fuente no puede salir agua sucia y agua limpia a la misma vez, por tanto su melodía estaría contaminada con el mundo, esto es suponiendo que el tal cantante lograra llegar hasta el trono de Dios, cosa que es imposible:  “¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?”.  Santiago 3:11.

Otros más osados, dicen de los muertos: “Allá está en el cielo cuidando de nosotros”.  ¡Qué falsa ilusión!, pues si no pudo cuidar de los suyos estando aquí en la tierra (porque solo Dios tiene potestad sobre la vida y la muerte, sobre la salud y la enfermedad, sobre la abundancia y la escasez), mucho menos estando en el “tal cielo”, dado que allí perderá toda noción y todo contacto con la tierra donde un día vivía: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido”.  Eclesiastés 9:5.

Y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?”.  Al decir que el juicio comienza por casa, significa que los verdaderos cristianos tienen que sufrir penalidades en este mundo y luego que mueran también deben presentarse ante el gran juicio final, donde recibirán el premio por su comportamiento aquí en la tierra: “Grande en consejo, y magnífico en hechos; porque tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus obras”.  Jeremías 32:19.

Y si los verdaderos cristianos que obedecen al evangelio de Dios van a ser probados permanentemente hasta su muerte y luego enfrentarán el juicio, ¿Entonces qué les espera a aquellos incrédulos o aquellos que ignoran a Dios y viven en la suciedad del pecado?  Si en este tiempo usted está recibiendo disciplina de parte de Dios, bienaventurado sois, porque su fe está siendo probada en el horno de fuego, para que aquel día cuando venga Jesucristo, sea hallada en honra, gloria y alabanza, y de esta forma Dios mediante su misericordia le salve del juicio final.  Pero si el hombre común ni siquiera anda sometido a Dios, ¿Entonces cómo podrá librarle Él de los juicios venideros?  No hay otra cosa que pensar, sino que recibirán el veredicto de culpables y serán echados en el lago de fuego y azufre por una eternidad.

Hoy existe mucha maldad en este mundo; pero de hasta los muertos más malos dice la gente: “Que Dios tenga misericordia de ellos y los tenga en su santo reino”.  Pero si conociéramos a Dios, entonces reflexionaríamos de forma correcta, sabiendo de antemano que los malos, aunque ahora vivan muy bueno, están reservados para el día del juicio: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos”.  2 Pedro 3:7.

Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?”.  Si es difícil para el cristiano entrar en el reino de los cielos, entonces mayor será la dificultad de los impíos y pecadores, hasta tal punto que a causa de su maldad les será imposible entrar en el reino de los cielos, dado que allí no entrará ningún pecador, solo los que se hayan arrepentido y estén inscritos en el libro de la vida del Cordero (al entregar nuestra vida a Jesucristo y reconocerle como nuestro Señor, Él nos inscribirá en dicho libro):  “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”.  Apocalipsis 21:27.  Aún los impíos y pecadores son tratados como perros en el libro de la revelación, como esos perros callejeros que están enfermos, malolientes y desnutridos de los cuales nadie quiere tener en su casa: “Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira”.  Apocalipsis 22:15.

Estimado amigo, si los que reciben a Jesucristo como su Señor y Salvador y viven en obediencia tienen dificultad para salvarse, ¿Entonces qué espera usted que vive obedeciendo al pecado y a la voluntad de sus pasiones y deseos?  Si su vida no cambia de rumbo, indefectiblemente perecerá en el infierno por una eternidad.  Hoy que está vivo aún puede tomar una gran decisión de arrepentirse y buscar de Jesucristo, mañana quizás ya sea tarde y no tenga ninguna oportunidad.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

  

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