Tenemos la palabra profética más segura.

2 Pedro 1:19-21.

Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”

CONCLUSIONES.

Durante 1,600 años la Biblia fue escrita por diferentes autores, de diferentes nacionalidades, de diferentes culturas y de diferentes estratos sociales y todos tenían el mismo principio:  La inspiración del Espíritu Santo de Dios “sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.  Había en ellos un estado común y era la santidad, pues se habla de “los santos hombres de Dios”; de lo contrario no habría forma de que fueran inspirados por el Espíritu Santo, pues este no puede habitar en templos humanos llenos de pecado, sino en aquellos hombres que se hayan arrepentido y estén viviendo una vida de obediencia y santidad a Dios.

Partiendo de este principio de la autenticidad de la Palabra; es decir, que en ella no hay pensamientos humanos, sino inspiración de Dios, podemos concluir que dicha Biblia es la Palabra profética más segura que existe sobre la tierra “Tenemos también la palabra profética más segura” y que por tanto es la guía más segura que tenemos para transitar aquí en la tierra, por el sendero que nos marcó Dios para llegar a la vida eterna y es por eso que este texto dice: “a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro”.  Cuando hay oscuridad física lo primero que buscamos es la luz y cuando una persona se arrepiente es porque está reconociendo que está en oscuridad espiritual y que necesita de una luz también de tipo espiritual y esta es la Palabra de Dios, quien le mostrará cómo y por dónde caminar en este mundo mientras esperamos la redención de nuestras almas y mientras recibimos la herencia en el reino de los cielos.

Esta luz espiritual nos alumbra “hasta que el día esclarezca”, hasta que ya no haya tinieblas en este mundo; es decir, que el gobierno de satanás, sus espíritus y demonios ya no tengan injerencia sobre el hombre y Cristo esté reinando aquí sobre la tierra por mil años y luego que pasemos a la nueva Jerusalén todo será tan claro como el sol cuando brilla en la mañana.  El hecho de liberarnos de las tinieblas y pasar a ser parte del ejército de Cristo, entonces “el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”, lo que quiere decir que ya estamos caminando en la luz del evangelio o de Cristo y que las tinieblas quedaron atrás.

El lenguaje de esta profecía es sencillo y lo puede entender cualquier persona desde el siervo más humilde hasta los reyes, solo que, si fue inspirado por el Espíritu Santo, entonces también debemos estar en ese nivel para poder entender sus profecías.  Una persona carnal no podría entender absolutamente nada, porque su mente es carnal y no puede discernir nada de lo espiritual y es de allí de donde surgen muchas herejías, dado que muchos carnales toman la Biblia para interpretarla a su antojo, sin la asesoría del Espíritu Santo de Dios: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.  1 Corintios 2:14. Una persona simple puede entenderla si en su corazón está la presencia del Espíritu Santo, pues es la tercera persona la que revela al hombre los misterios de la Palabra.  Por lo tanto, esta Palabra está abierta al público en general, a aquellos que aman a Dios de corazón y se deleitan en su Palabra: “entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada”, sencillamente los que no son de Dios, no la entenderán porque no hay quien se las revele: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”.  Juan 10:27.

Un escritor común de una obra literaria siente en su corazón la necesidad de inventar y de escribir una historia y hay muchos con habilidades para tal fin; pero en el caso de la Biblia, los 40 autores no se pusieron de acuerdo para escribir algo relacionado con Dios; más bien ellos fueron contactados por Dios y convencidos de escribir en un papiro todo lo que Dios les iba revelando a través de su Santo Espíritu: “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana”.  Y en el caso de muchos profetas, ellos recibían la Palabra y luego mediante el ministerio profético la entregaban al pueblo, donde había una o varias personas consignando en un medio impreso todo lo dicho por el profeta: “sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.

Estimado compañero y amigo, si has creído en Dios, también deberás creer en su Palabra y estar seguro de que a través de ella caminarás por el sendero que conduce hasta la salvación de su alma.  Pero no basta solo con creer en Dios, hay que escudriñar su Palabra y ponerla por obra, de lo contrario no habrá transformación en su vida y seguirás siendo un hombre carnal como el resto del mundo, para quienes está preparado el lago de fuego y azufre por una eternidad.  Y si estás esperando que Dios te revele que lo que hay en la Biblia sí es su Santa Palabra, definitivamente estás perdiendo tiempo valioso, pues Dios no lo hará ya que dejó una profecía muy segura, además dejó al Espíritu Santo para que nos revele todas las verdades escritas en ella.  Esto es como esperar que Dios nos hable y nos diga que dejemos la mentira; pues ya sabemos que Dios dijo “no mentirás” y que por lo tanto tenemos que obedecer si realmente amamos a Dios.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

  

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