Amémonos unos a otros.

1 Juan 3:11-12.

“Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.”

CONCLUSIONES.

Este es el primer y segundo gran mandamiento:  Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Mateo 22:37-40.  El amor se puede confundir fácilmente con los deseos de la carne; pues el amor que muchos experimentan es el de pareja que es una simple atracción química, pero el amor de Dios es algo totalmente diferente, tanto que permite que un ser entregue su vida para ayudar o salvar a otros, como en el caso del sacrificio que hizo Jesucristo para redimir al hombre de las garras del pecado.  Ahora, este amor verdadero no se puede manifestar a través de palabras, pues estas pueden ser manipuladas por nuestra mente; en cambio el amor si puede manifestarse a través de los hechos o frutos que evidencian lo que realmente hay en el corazón del hombre.

¿Por qué será que estos dos mandamientos están ligados al amor?  Es simple, Dios es amor y solo mediante el amor se llega a una comunión íntima con Dios.  El mayor fruto del amor a Dios es la obediencia, por eso no puede decir un desobediente que ama a Dios porque estaría mintiendo:  “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”.  Juan 14:23. Si obedecemos a Dios, entonces Él nos retribuirá con su gran amor y a través de su santo Espíritu vendrá y hará morada en nuestros corazones; convirtiéndonos en unos seres aptos para recibir y también para dar amor.

Por su parte el fruto del segundo gran mandamiento es la ayuda al prójimo; pues si decimos amar a nuestro prójimo y no le ayudamos en sus necesidades, entonces somos mentirosos delante de Dios.  No podemos estar contentos solo con tratar de ser justos con nuestro prójimo y sonreírle cada vez que lo veamos, es necesario que nos enteremos de sus necesidades y que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance por tratar de que él tenga las mismas oportunidades y que también participe de las mismas bendiciones que nosotros tenemos y por eso es que dice el mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, esto significa que todo lo que hacemos por cuidar de nosotros mismos, en esa misma medida lo debemos hacer con nuestros semejantes.

No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”.  Este es el ejemplo más sobresaliente de violación al segundo gran mandamiento, luego de la caída de Adán y su expulsión del huerto de Edén.  Caín y Abel fueron delante de Dios a presentar una ofrenda, la de Caín no agradó a Dios por tratarse de frutos de la tierra y la de Abel si porque consistía en un sacrificio de animal donde había derramamiento de sangre; esto generó indignación en Caín contra Abel, lo que era injusto, puesto que Abel no le había hecho nada malo a su hermano y simplemente tuvo en su corazón escoger lo mejor de su rebaño para sacrificarlo a Dios; es decir, el asunto era entre Dios y Caín, por lo cual Abel no tenía ninguna responsabilidad frente a su indignación.

En el corazón de Caín no había amor por su hermano y por eso lo aborreció hasta que encontró la oportunidad para matarlo, porque sus obras eran malas y por esa razón dice el texto “que era del maligno”, es decir, del diablo.  Abel era de Dios porque en él había amor, Caín era del diablo porque en él había rencor y odio sin ningún fundamento.  Hoy en día el hombre odia a quien tiene mejores oportunidades, mejores recursos, mejores familias, mejores empresas, mejores profesiones y mejor economía y es por eso que nace la envidia, la cual finalmente se convierte en rencor cuando el hombre no puede alcanzar lo que otros sí tienen.

Pero esta situación donde se produjo el primer homicidio de la humanidad se ha replicado a millares en nuestros días, debido a que hoy tampoco hay amor en la mayoría de los seres humanos.  Hoy se matan unos a otros por envidia, por dinero, por mujeres, por vicios, por licor, por avaricia, por dinero mal habido, por disputas de poder, por la competencia desenfrenada, por obtener las mejores posiciones sociales, por obtener bienes materiales, etc.  En síntesis, se han puesto las cosas materiales por encima del amor al prójimo y por ende el prójimo pasó a ser el enemigo número uno del hombre y a Dios por supuesto lo están echando de los hogares, de las escuelas, de las universidades y aún lo han echado también de algunas sectas y religiones y en su lugar veneran y honran imágenes de metal, de madera o de yeso, pues estos “dioses” muertos no son exigentes con el hombre.  El hombre no quiere nada con Dios ni con su prójimo, pero si arde apasionadamente ante el dinero, ante los bienes materiales y ante las pasiones de la carne y del mundo.

¿Qué pasaría si en vez de odio hubiera amor?  Esta tierra sería un paraíso, pues todo el género humano tendría mayormente amor para dar, lo que implica que no habría desigualdades sociales, que no habría riqueza ni pobreza, que no habría ladrones ni homicidas, que no habría desplazamientos ni persecuciones por causa de las tierras, que no habría ausencia de Dios en ningún hogar y que no habría orgullo ni vanidad en el hombre y solo humildad y ayuda mutua para con el prójimo. 

Vivir en amor sería espectacular, sería una situación envidiable, sería un paraíso aquí en la tierra; pero el diablo no le interesa que esto suceda y por su puesto su plan siempre ha sido la destrucción del hombre que es la mayor creación de Dios y por eso es que persuade a los hombres para que odien, para que roben, para que maten, para que despilfarren, para que se emborrachen y para que le rindan tributo a las tinieblas y con esto finalmente los enviará al infierno de donde él ya hace parte. Pero lo peor no es que el diablo esté corrompiendo al hombre, sino que el hombre con gusto accede a todas las invitaciones del diablo, porque le gusta el mal, le gusta la injusticia, le gusta la perversión, le gusta el pecado y en esta situación Dios es un estorbo para el hombre y por eso le ignora y por eso dice que no existe y por eso lo quiere sacar de la vida pública y de los gobiernos.

Estamos en tiempos difíciles, tanto que el amor de muchos cristianos se está enfriando y se están tornando apáticos, irreverentes, incrédulos e indiferentes delante de Dios y esto es peligroso porque está vaticinando una caída para el cristiano lo que lo llevará a ser un impío delante de Dios: “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”.  Mateo 24:12.

¿Quieres ser un verdadero hijo de Dios?  Entonces tienes que amar de verdad tanto al prójimo como a Dios y esto solo se consigue permitiendo que Dios a través de su Santo Espíritu transforme su vida y le haga apto tanto para recibir amor de Dios, como para dar amor al prójimo.  Y finalmente es menester recordar que sin amor no somos nada, es decir que somos desconocidos aún para Dios: “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy”.  1 Corintios 13:2.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

  

Comentarios

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

Un llamado al arrepentimiento. Hechos 17:30-31

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12