Tenemos un Dios trinitario.

1 Juan 2:21-23. 

“No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”.

CONCLUSIONES.

Empezaremos citando este versículo que es fundamental en el entendimiento de las tres personas que conforman el único y verdadero Dios cuyo nombre es Jehová de los Ejércitos: “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”.  Lucas 3:21-22.

Este texto muestra las tres personas en espacios totalmente independientes, requisito indispensable para que una persona pueda expresarse y desempeñarse en forma única: El hijo está parado a la ribera del río Jordán (ubicado en la tierra), mientras el Espíritu Santo desciende por los aires (ubicado en el primer cielo) y el Padre está sentado en su trono (ubicado en el tercer cielo).  En esta escena del bautismo de Jesús, solo se podía ver y evidenciar la tierra y el aire, pero una vez Jesús oró, es decir, que utilizó las llaves adecuadas, entonces el cielo se abrió y de allí descendió el Espíritu Santo quien por ser espíritu y no carne, tomó forma corporal como de paloma para poder que fuera visible a todos los espectadores y que luego pudieran tener una evidencia física para soportar sus testimonios; y también desde allí del cielo bajó la voz del Padre, pero notemos que el Padre se quedó allí y las tres personas (antes que el Espíritu entrara al corazón de Jesús y se produjera el bautismo en Espíritu) conservaban un lugar totalmente independiente.

También podemos ver la expresión y actuación de cada persona conforme a sus atributos y funciones entregadas por Dios: El Hijo se está preparando mediante el bautismo en agua, el bautismo es Espíritu, la oración y luego mediante el ayuno de cuarenta días en el desierto para poder llevar a cabo su obra redentora, la cual culminaría con la crucifixión y el derramamiento de su sangre; mientras el Espíritu Santo desciende sobre el Hijo para ungirlo y darle poder para soportar la magna obra que le esperaba y finalmente el Padre desde los cielos en forma verbal está confirmando la autenticidad y la existencia de su Hijo Jesucristo.  Es la expresión particular de cada persona, lo que denota su autenticidad como ser racional, pensante, vivo y autosuficiente.  En síntesis hay suficiente evidencia escritural (y física para los discípulos de aquella época) para aceptar la existencia de tres personas que en conjunto conforman un único Dios verdadero.

Varias sectas y doctrinas suelen afirmar que el Espíritu Santo de Dios es una fuerza y otros que sencillamente es una de las manifestaciones de Dios; pero una fuerza o una manifestación no tienen dominio propio, no tienen razonamiento, no tienen intelecto, no tienen memoria y más aún no pueden actuar como persona, pues se necesita ser una persona para que conozca toda la Palabra de Dios, para que pueda recordarla, para que pueda transmitirla y enseñársela al hombre.  Esta función del Espíritu Santo solo la puede llevar a cabo una persona que piensa, razona y está sujeta a unos principios y mandamientos dados por el Padre: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26.

No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad”. Aquí el apóstol le está hablando a un pueblo cristiano entendido en las escrituras y que no es ignorante en cuanto a las manifestaciones de Dios a través de su Santo Espíritu; pues esta persona revela al hombre los misterios de la Palabra a través de varios medios de comunicación.  El problema con el mundo que no entiende de Dios, es porque le ignoran y por ende no tienen acceso a su Santo Espíritu para que les enseñe y les revele los misterios; de ahí que en vez de buscar la verdad, más bien se inventan todo tipo de teorías que van en contra de la Palabra de Dios.

¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre”. Esto es porque varias sectas y doctrinas solo reconocen a una de estas dos personas, siendo catalogados por Dios como anticristos, pues están negando alguna de las dos personas y el que niega alguna, tampoco tiene a la otra.  Y si se quedan con una sola persona tampoco tendrán acceso a las otras, entonces están cercenando a Dios y dejándolo incompleto, lo que en primera instancia se convierte en incredulidad y luego en altives de corazón, pues si la Palabra nos declara la verdad, ¿Entonces por qué la queremos cercenar y decapitar? 

¿Pues qué gana el hombre quedándose con una sola de las tres personas? Al no aceptar a un Dios completo, entonces se convierte en anticristo, lo que lo hace merecedor del castigo eterno.  Y el que niega que Jesús es el Cristo y le atribuye la deidad a dioses mitológicos o paganos, entonces delante de Dios es un mentiroso, porque está rechazando a su Hijo quien Él mismo ha revelado a través de su Palabra.

El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”.  Jesucristo es el camino para llegar al Padre y no hay otro camino, ignorar a Jesucristo es como querer llegar al último piso de un edificio sin utilizar las escaleras o el ascensor.  Confesar a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, fuera de llenar uno de los dos requisitos para obtener la salvación, también nos hace merecedores de tener la presencia del Padre o de acercarnos a él mediante el camino que es Jesús.

Y lo mejor de todo es que Dios dejó una evidencia física de su composición tripartita, al hacer al hombre a su imagen y semejanza y que por tal razón el hombre también está compuesto por tres partes: Cuerpo, alma y espíritu.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

Comentarios

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

Un llamado al arrepentimiento. Hechos 17:30-31

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12