Amar de palabra es muy fácil.

1 Juan 3:16-18.

“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”

CONCLUSIONES.

La máxima prueba del amor de Dios la dio Jesucristo, poniendo su vida para salvarnos a nosotros “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros”.  Si Él hubiera evadido el sacrificio en la cruz, la humanidad se habría quedado sin posibilidad de salvación; es decir, quedaríamos perdidos eternamente, pues no hay ningún otro ser que sea Dios y que venga a tomar cuerpo de hombre renunciando a su gloria para luego ser crucificado; jamás habrá otra posibilidad, pues ni aún el diablo ha sido capaz de encarnarse en cuerpo humano y tampoco es una persona de la trinidad como para que pueda cumplir con la función de redimir al hombre.

El hecho de que Dios nos diga que “también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”, no quiere decir que debamos ir al sacrificio por ellos, pues un sacrificio de un cuerpo lleno de pecado como el nuestro no sería de estima delante de Dios, sino más bien una abominación; esto significa más bien que debemos poner todas nuestras fuerzas, nuestro esmero y nuestros bienes al servicio del prójimo, mayormente al de los hermanos en Cristo; pues Dios nos manda a ayudar mayormente a nuestros hermanos en la fe, que son aquellos que han entregado su vida a Jesucristo y viven en obediencia y santidad a la Palabra de Dios:  “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. Gálatas 6:10.

Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?”.  He aquí la máxima prueba del amor al prójimo, que consiste en poner nuestros bienes al servicio de nuestros hermanos en la fe.  Si ignoramos a los necesitados teniendo forma de ayudarlos, entonces en nuestro corazón no está el amor de Dios, sino más bien el egoísmo. Y si pensamos que vamos a empobrecer por ayudar a los demás, entonces es que no conocemos la Palabra, porque Dios tiene muchas promesas para los que dan con amor y una de ellas, es que Dios nos devuelve todo multiplicado: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”.  Lucas 6:38.  

Otra promesa mucho más interesante para el que da al pobre es que le está prestando a Dios y Él siempre paga aún con jugosos intereses: “A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”.  Proverbios 19:17. ¿Ahora, si das entonces te volverás pobre? De ninguna manera, pues en las matemáticas de Dios dar significa recibir abundantemente y si no das, entonces aun lo que tienes te será quitado: “Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”.  Mateo 13:12. Debe entenderse esta conjugación del verbo tener no como la existencia física de los bienes, sino más bien como la disposición para dar, pues el que no quiere dar sencillamente dice que “no tiene”, cuando realmente si tiene para dar; pero el que quiere dar sin duda estimará como un bien preciado hasta lo más pequeño que tenga y que pueda servir para ayudar en algo a su prójimo. 

¿Notan el pequeño misterio de este texto bíblico? Tener o no disposición para dar es muy diferente a tener o no materialmente la existencia de los bienes con que podemos ayudar al prójimo y Dios nos califica por la existencia de la disposición de corazón para dar, llegando hasta el punto de proveer al que no tiene nada, para que pueda ayudar conforme a la motivación de su corazón.  Con todo esto, aún el que no tiene absolutamente nada, pero sí tiene la disposición, Dios le proveerá de bienes para ayudar a su prójimo.  Dios también tiene otras formas de retribuir lo que damos y es librándonos en el día del mal o en el día de la calamidad: “Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová”.  Salmos 41:1.

Finalmente viene la exhortación de Dios: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”.  Decir que amamos a nuestro prójimo es muy fácil, decir que amamos a Dios es muy fácil; pero demostrar ese amor es lo más difícil.  Si hay amor por Dios, indiscutiblemente tendrá que haber obediencia a la Palabra y si amamos a nuestro prójimo no deberá faltar la ayuda mutua, mayormente para los hermanos de la fe en Cristo Jesús.  El lío de todo esto es que confesar con nuestra boca que amamos de nada sirve para la salvación de nuestras almas, pues Dios que escudriña la mente y el corazón no se confiará de nuestras palabras y de nuestra lengua y más bien va a donde está la fuente de nuestras motivaciones y esta fuente es el corazón, allí podrá ver lo que hay escrito y determinar realmente quiénes somos, con la ayuda de nuestros frutos quienes hablan silenciosamente mostrando nuestra situación delante de Dios y de los hombres.

Confesar otras cosas con nuestra boca es muy importante para recibir la salvación, pues cuando confesamos con nuestra boca que Jesús es el Señor y creemos en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos entonces seremos salvos, he ahí una de las cosas importantes que hay que confesar con nuestra boca, más confesar que amamos de nada sirve: "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo". Romanos 10:9.

Estimado hermano y amigo, hay que amar con hechos y en verdad, es decir, demostrando con nuestros hechos que amamos de verdad, pues con la lengua no podemos demostrar ningún hecho, a excepción de los chismosos cuyos frutos salen a través de su lengua.  Así que hay que obedecer a Dios y ayudar a nuestro prójimo como demostración de que el amor de Dios si está en nosotros y recordar que sin amor no somos nada delante de Dios y que mucho menos seremos verdaderos hijos de Dios. Y cerramos esta reflexión con broche de oro citando este texto donde Dios nos manda a no practicar el amor fingido, sino el amor de verdad: “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno”.  Romanos 12:9.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

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