Como tener protección contra el diablo.

1 Juan 5:18.

“Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.”

CONCLUSIONES.

Comenzaremos citando este versículo que relata la historia de Job cuando perdió hasta su salud a causa del diablo, quien incitó a Dios para que pusiera a prueba su integridad y su fidelidad: “Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida”. Job 2:6.

En este texto podemos evidenciar dos principios: El primero es que el diablo tiene poder aún para quitar la vida (con ciertas restricciones) y segundo es que está sujeto a la autoridad de Dios cuando se trata de acercarse a sus hijos. El diablo ya le había quitado a Job su ganado, sus bienes y sus hijos con el consentimiento de Dios y ahora pretendía atentar contra su salud y su vida; pero Dios solo le permitió tocar su salud y efectivamente el diablo llenó toda su piel de sarna: “Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza”. Job 2:7.

Definitivamente Job tenía un cerco de protección de parte de Dios y por eso el diablo desde el principio tuvo que contar con la debida autorización para poder penetrar ese cerco y hacerle daño a Job y a sus bienes: “¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra”.  Job 1:10. Y no es que este cerco tuviera deficiencias cuando hablamos de que Job solo le faltó perder su vida; sin embargo, Dios solo quería mostrarle a satanás que Job era íntegro aún si le quitaba todo lo que tenía y por eso fue premiado cuando hubo soportado todas las pruebas, tanto que sus bienes fueron multiplicados, le dio otros diez hijos y restauró su salud.

¿Entonces qué podemos hacer nosotros hoy en día para tener ese mismo cerco de protección con que contaba Job? La respuesta es simple, necesitamos nacer de nuevo mediante el agua y el Espíritu (el agua es la Palabra y el Espíritu es la tercera persona de Dios quien entra a reinar en nuestros corazones cuando recibimos a Jesús como Señor y Salvador): “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Juan 3:5. Lo más importante del nuevo nacimiento es que tenemos entrada libre al reino de los cielos y segundo es que como somos engendrados por Dios mediante su Espíritu, entonces Dios nos guarda y no permite que el diablo nos toque: “Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”.

Y como un tercer resultado del nuevo nacimiento, Dios nos hace vencedores del mundo y por consiguiente también queda incluido su máximo representante que es el diablo: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.  1 Juan 5:4. Esto por supuesto indica claramente que de antemano ya tenemos la victoria sobre el diablo mediante la fe y que Él no podrá acercarse a nosotros mientras estemos viviendo una vida de obediencia y santidad a Dios; sin embargo, esto no implica que seremos libres de aflicciones y de tribulaciones, pues Dios las tiene que seguir permitiendo para poder que sus propósitos se cumplan en nuestras vidas.

Un cristiano sin sufrimientos corre el riesgo de envanecerse y de enorgullecerse delante de Dios, lo que podría convertirlo en un segundo diablo y esto por supuesto que no le conviene a Dios en su reino y mucho menos a sus hijos.

Estimado hermano y amigo, ¿Deseas ser guardado del diablo y sus maquinaciones contra tu vida y tus bienes? Si es así, entonces debes nacer de nuevo, lo que significa renunciar al viejo hombre de pecado y recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador; y de esta forma tendrás la presencia de Dios en tu corazón a través de su Santo Espíritu quien te defenderá del maligno y esto sucederá mientras sigas perseverando en escudriñar y obedecer la Palabra de Dios.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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