Tenemos un redentor que venció a la muerte.

Apocalipsis 1:17-18.

“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”


CONCLUSIONES.

Esta visión la recibió el apóstol Juan cuando fue desterrado a la isla de Patmos por causa del testimonio de Jesucristo, sus detractores pensaban que allá iba a morir desolado y de hambre, pero nunca imaginaron los planes que tenía Dios a través de su Hijo Jesucristo de revelar al hombre los hechos venideros a través del apóstol, los que están prontos a ocurrir, dado que ya estamos en los tiempos del fin.

Jesucristo se apareció en visión a Juan allí en aquella isla y el apóstol perdió hasta el aliento: “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies”, seguidamente Jesús puso su mano derecha sobre el apóstol y le dijo estas palabras:

1. “No temas; yo soy el primero y el último”.

Jesús es eterno, así como lo es el Padre y también el Espíritu Santo; por tanto, antes de la creación Jesús ya existía como el Verbo quien creó todo lo que existe y por eso es el primero: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.  Juan 1:3. También estará como juez en el juicio final y por tanto es el postrero: “Pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos”. 1 Pedro 4:5.

Por tal razón y por muchas más es que resulta erróneo asegurar que Jesús nació de la virgen María, cuando su papel como madre fue gestar un cuerpo humano para que Jesucristo bajara de los cielos y pudiera encarnarse: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14. Y aquel cuerpo tuvo que ser glorificado antes de su resurrección para poder coexistir en los cielos espirituales, y es por eso que cuando se presentó a sus discípulos todavía tenía las heridas de los clavos (solo para testimonio), pero ya estaba transformado y lleno de vida: “Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción” Hechos 13:36-37.

2. “Y el que vivo y estuve muerto”.

Si bien Jesucristo padeció, fue crucificado, muerto y sepultado, la muerte no lo pudo retener porque Jesús es la vida y la muerte no puede triunfar donde reina la vida: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Juan 11:25. Y por esta razón Jesucristo resucitó al tercer día y está sentado a la diestra de Dios el Padre y según este texto, ya estaba vivo en la isla de Patmos para revelarle a Juan el libro del Apocalipsis y sigue vivo hoy en día para darle vida a todos los que se acercan a él: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25.

3. “Mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén”.

Si la muerte no pudo retener a Jesucristo, entonces tampoco habrá ninguna otra cosa que pueda atentar contra la inmortalidad del Hijo de Dios: “El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén”. 1 Timoteo 6:16.

4. “Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”.

Por el hecho de Jesucristo haber derrotado a la muerte, fue entonces que pudo arrebatarle a las tinieblas el imperio que tenía sobre la muerte y sobre el infierno: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Hebreos 2:14. Es por esto que los cristianos ya tenemos la victoria sobre la muerte y sobre el infierno, porque nuestro Señor Jesucristo los venció en la cruz del calvario; sin embargo, esto no significa mucho para el hombre común que sigue en rebelión contra Dios, pues aún sigue en tinieblas y sin esperanzas de vida eterna, hasta que se arrepienta y decida buscar a Jesús.

Estimado hermano y amigo, tenemos la suerte de tener un Jesús que venció a la muerte y a las tinieblas y por lo tanto en Él existe la plena seguridad de tener una vida futura llega de amor, gozo, paz y tranquilidad en el reino de los cielos.  Escapa ahora del reino de las tinieblas y ven a Jesús para que te de vida eterna, pues Jesús es el único que puede hacerlo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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