El mundo entero está bajo el maligno.

1 Juan 5:19.

“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.”

CONCLUSIONES.

Hablemos de dos grandes grupos de hombres que se evidencian en este reino terrenal:  Los hijos de Dios y los hijos del diablo.  Los hijos de Dios son aquellos que han nacido de nuevo y por consiguiente conforman un rebaño predilecto de ovejas del Señor, donde están esperando la segunda gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo para partir con Él hacia la eternidad; en cambio los hijos del diablo son aquellos que están muertos espiritualmente, aquellos que no han querido renunciar al pecado, ni se han arrepentido, ni han aceptado a Jesucristo como el Señor de sus vidas, ellos pertenecen al grupo más grande de hombres que marchan por el camino ancho hacia la perdición eterna.

Muchos se autoproclaman hijos de Dios; pero los verdaderos hijos son aquellos que han nacido de nuevo y no aquellos que nacieron físicamente ya que son nacidos de carne y de sangre, y aunque tengan un cuerpo creado a la imagen y semejanza de Dios, no quiere decir que sean hijos de Dios; pues los hijos de Dios son nacidos del Espíritu Santo y no mediante el producto de la procreación, la cual obedece al mandato de Dios que dice: “Fructificad y multiplicaos”. Génesis 1:28.

Estos “falsos hijos” se evidencian claramente durante el ministerio de Jesús, pues los fariseos querían matarle por envidia; sin embargo, ellos aseguraban ser hijos de Abraham y por consiguiente hijos de Dios: “Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros”. Juan 8:37.

Y ¿por qué el mundo entero está bajo el maligno?  Cuando se habla del mundo, esto no incluye a los hijos de Dios, los cuales, aunque vivan en esta tierra, han escapado del mundo con su sistema de vida alrededor del pecado, de las pasiones y de los deseos de la carne; y por eso dice el texto: “Sabemos que somos hijos de Dios”, pues el apóstol Juan habla de sí mismo y también de toda la familia de los hijos de Dios al cual pertenece.  Y los que no han escapado de este sistema llamado “mundo” y siguen conformes con su situación, entonces están bajo el gobierno del diablo, pues si no estamos bajo el gobierno de Dios, estaremos bajo la cobertura del diablo, ya que no hay un tercer gobierno: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”.  Mateo 12:30. 

El hombre heredó la naturaleza pecaminosa de Adán y Eva y por tanto le es más fácil amar al mundo que amar a Dios, le es más fácil asistir a un concierto de rock que asistir a la iglesia, le es más fácil honrar imágenes e ídolos que adorar al Dios vivo y por tanto sus acciones lo empujan y lo hacen pertenecer de forma automática al ejército de las tinieblas que está bajo la potestad del diablo.

Y si este remanente de los hijos de Dios está bajo el poder y gobierno de Dios, indudablemente ese resto de la humanidad que no está incluida en este grupo, tiene que estar gobernada por algún ente y este indudablemente es el “maligno” o diablo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.  Juan 8:44.

La característica de este gobierno de las tinieblas es que todos sus integrantes son muertos espirituales que andan deleitándose en la injusticia, en el pecado y en la indiferente delante de Dios y que por lo tanto cuando mueran físicamente solo les espera la muerte segunda en el lago de fuego y azufre.

¿Y cómo se relacionan estos dos grupos en la vida real?  En la vida real hay mucha oposición y dijéramos que hasta una guerra declarada entre los hijos de Dios y los hijos del diablo; pues estos últimos bajo la dirección del diablo son usados como instrumentos para atacar a los hijos de Dios y no es que los hijos de Dios no gustemos del otro bando, porque la misma Palabra nos manda a amar a nuestros enemigos, pero no sucede igual con las tinieblas, pues ellos por no ser de Dios carecen absolutamente de amor y su finalidad es aborrecer y destruir a los hijos de Dios:  “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece”.  Juan 15:19.

Estimado hermano y amigo, decide hoy a qué grupo pertenecer, si a los hijos de Dios o a los hijos del diablo.  Si deseas ser hijo de Dios debes alejarte del pecado y nacer de nuevo; pero si deseas seguir en el mundo, o no quieres hacer nada para solucionar tu problema, o sencillamente no crees que tengas ningún problema, entonces ya eres hijo del diablo. No creas que perteneciendo al mundo donde está la mayoría de las personas, entonces vas a tener un tratamiento especial al momento del juicio final, pues no puedes ampararte en la idea de que Dios no permitirá que tanta gente se condene; pues esto es una mentira que el diablo ha colocado en el corazón de la gente para que no se preocupen por su salvación, pues indudablemente según la Palabra van a ser muchos los perdidos: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella”. Mateo 7:13.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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