Leyes de santidad y de justicia.
Levítico 19
“Yo no mato, no robo, no le hago mal a nadie”; por tanto
¿por qué habría de condenarme? La verdad
es que los estudiosos de la Biblia han hallado cerca de cuatrocientos ochenta y
cinco mandamientos que debemos cumplir si queremos ser justos delante de Dios,
pues la infracción de los mandamientos significa pecado, sin olvidar por cierto
que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado y de toda rebelión, si
acudimos arrepentidos delante de su presencia y que esta sangre finalmente es
la que nos justifica delante de Dios.
Solo que Dios nos manda a permanecer en santidad y esta
implica estar apartados del pecado y guardar todo nuestro ser completo para su
servicio, y como resultado de esto inevitablemente tenemos que obedecer a sus
mandamientos, los cuales debemos escudriñar para ponerlos por obra. ¿Y que es
muy duro cumplirlos todos? Nada de eso, el hombre común que sigue viviendo en
la carne le queda imposible abandonar el pecado hasta que no muera al viejo
hombre; pero el que es nacido de nuevo ya no peca porque la simiente de Dios
que está en él lo aparta del pecado: “Todo aquel que es nacido de Dios, no
practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido de Dios”. 1
Juan 3:9.
Es importante saber que hay un mandamiento que al cumplirlo,
suple automáticamente toda la ley y este es el amor al prójimo, pues
básicamente todos los mandamientos fueron creados para agradar a Dios
primeramente y luego a nuestro prójimo; por tanto si usted ama al prójimo,
amará también a Dios y seguramente que también estará cumpliendo todos los
mandamientos en forma implícita: “Porque: No adulterarás, no matarás, no
hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro
mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Romanos 13:9.
Es menester aclarar que lo relacionado con sacrificios de
animales ya no son necesarios en el nuevo testamento, dado que Jesucristo
presentó el único sacrificio vivo y agradable delante de Dios y por tanto no
hay necesidad de más sacrificios: “Así también Cristo fue ofrecido una sola
vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin
relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Hebreos 9:28.
Otra cosa es que para Dios es más importante la obediencia
que cualquier sacrificio: “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los
holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová?
Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que
la grosura de los carneros”. 1 Samuel 15:22. Es por esta razón que este
mundo está lleno de religiosos, o sea personas que profesan ser cristianos solo
porque van a una iglesia, pero no obedecen la Palabra de Dios y muchas veces ni
siquiera la conocen; estos religiosos están peor que los incrédulos, pues
tienen a la mano la medicina para todos sus males, pero la han desechado y han
desechado también el sacrificio de Jesucristo.
Estimado hermano y amigo, para entrar al reino de los cielos
no basta pensar que somos lo suficientemente buenos para merecerlo, no basta
con pertenecer a una religión, no basta solo con conocer la Biblia y tampoco
sirve de nada encomendar nuestra salvación a los ídolos o a los santos creados
por el mismo hombre; pero solo una sola cosa es necesaria, obedecer a Dios y
esto incluye llegar arrepentidos a los pies de Cristo y recibirle como nuestro
Señor y Salvador: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino
de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
Mateo 7:21.
He aquí algunos de los mandamientos de Dios sobre cosas del
común de la gente, contemplados en el libro de Levítico capítulo 19 y
entregados a Moisés en el desierto. Léalos y se sorprenderá de ver que hay
cosas tan simples que pueden constituirse en pecado sino se obedecen.
Habló Jehová a Moisés, diciendo:
1. Habla a toda la
congregación de los hijos de Israel, y diles:
2. Santos seréis,
porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.
3. Cada uno temerá a
su madre y a su padre, y mis días de reposo guardaréis. Yo Jehová vuestro Dios.
4. No os volveréis a
los ídolos, ni haréis para vosotros dioses de fundición. Yo Jehová vuestro
Dios.
5. Y cuando
ofreciereis sacrificio de ofrenda de paz a Jehová, ofrecedlo de tal manera que
seáis aceptos.
6. Será comido el día
que lo ofreciereis, y el día siguiente; y lo que quedare para el tercer día,
será quemado en el fuego.
7. Y si se comiere el
día tercero, será abominación; no será acepto,
8. y el que lo
comiere llevará su delito, por cuanto profanó lo santo de Jehová; y la tal persona
será cortada de su pueblo.
9. Cuando siegues la
mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu
tierra segada.
10. Y no rebuscarás
tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el
extranjero lo dejarás. Yo Jehová vuestro Dios.
11. No hurtaréis, y
no engañaréis ni mentiréis el uno al otro.
12. Y no juraréis
falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.
13. No oprimirás a tu
prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta
la mañana.
14. No maldecirás al
sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu
Dios. Yo Jehová.
15. No harás
injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande;
con justicia juzgarás a tu prójimo.
16. No andarás
chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo
Jehová.
17. No aborrecerás a
tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de
su pecado.
18. No te vengarás,
ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a
ti mismo. Yo Jehová.
19. Mis estatutos
guardarás. No harás ayuntar tu ganado con animales de otra especie; tu campo no
sembrarás con mezcla de semillas, y no te pondrás vestidos con mezcla de hilos.
20. Si un hombre yaciere con una mujer que fuere
sierva desposada con alguno, y no estuviere rescatada, ni le hubiere sido dada
libertad, ambos serán azotados; no morirán, por cuanto ella no es libre.
21. Y él traerá a
Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión, un carnero en expiación por su
culpa.
22. Y con el carnero
de la expiación lo reconciliará el sacerdote delante de Jehová, por su pecado
que cometió; y se le perdonará su pecado que ha cometido.
23. Y cuando entréis
en la tierra, y plantéis toda clase de árboles frutales, consideraréis como
incircunciso lo primero de su fruto; tres años os será incircunciso; su fruto
no se comerá.
24. Y el cuarto año
todo su fruto será consagrado en alabanzas a Jehová.
25. Mas al quinto año
comeréis el fruto de él, para que os haga crecer su fruto. Yo Jehová vuestro
Dios.
26. No comeréis cosa
alguna con sangre. No seréis agoreros, ni adivinos.
27. No haréis tonsura
en vuestras cabezas, ni dañaréis la punta de vuestra barba.
28. Y no haréis
rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vosotros señal
alguna. Yo Jehová.
29. No contaminarás a
tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de
maldad.
30. Mis días de
reposo guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia. Yo Jehová.
31. No os volváis a
los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con
ellos. Yo Jehová vuestro Dios.
32. Delante de las
canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás
temor. Yo Jehová.
33. Cuando el
extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis.
34. Como a un natural
de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a
ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro
Dios.
35. No hagáis
injusticia en juicio, en medida de tierra, en peso ni en otra medida.
36. Balanzas justas,
pesas justas y medidas justas tendréis. Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué de
la tierra de Egipto.
37. Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis
ordenanzas, y ponedlos por obra. Yo Jehová.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
Comentarios
Publicar un comentario