Debes tomar una decisión de vida o muerte.
Debes tomar una decisión de vida o muerte.
Esta vida terrenal incluye en su mayor parte la toma
decisiones, de las cuales unas resultan acertadas y otras no, unas producen
regocijo y otras producen dolor; digamos que así es la vida humana. Sin
embargo, la mayoría de estas decisiones no trascienden el ámbito material y sus
consecuencias buenas o malas solo operan mientras estamos viviendo aquí en la
tierra. Por ejemplo, si alguien no
escoge bien a su cónyuge y este tiene problemas de carácter, entonces tendrá
que vivir las consecuencias hasta que el matrimonio se interrumpa por alguna
circunstancia como la muerte física.
Texto: Deuteronomio 11:26-28.
“He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la
bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo
os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los
mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os
ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.”
CONCLUSIONES.
Dentro de todas las decisiones que debemos tomar en esta
vida, hay una que es de suma importancia, la cual debemos tomar delante de Dios
y es escoger entre el bien y el mal, lo que trae como consecuencias la vida y
la muerte respectivamente: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y
el bien, la muerte y el mal”.
Deuteronomio 30:15.
La bendición solo llegará si creemos en los mandamientos de
Dios y los obedecemos: “Si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios,
que yo os prescribo hoy”. La maldición
llegará si no escuchamos a Dios, o sencillamente si lo escuchamos, pero hacemos
caso omiso a sus ordenanzas, andando en nuestros propios caminos: “Si no
oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que
yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido”.
Esta importante decisión inevitablemente conlleva a dos
caminos sin retorno: Si escogemos el
bien, tendremos vida eterna en Cristo Jesús; pero si escogemos el mal, entonces tendremos el
castigo eterno. Habrá muchas personas
que no han tomado una decisión o desconocen que hay algo de suma importancia
por decidir; pero así no lo hagan, implícitamente habrán escogido el mal; pues
para andar por el bien se necesita voluntad, decisión, ganas y sometimiento a
Dios; pero para hacer el mal solo se necesita estar quietos e indiferentes, pues
muchos de los pecados del hombre están relacionados con la indiferencia y la pereza
espiritual y es por eso que también es pecado dejar de hacer lo bueno: “y al
que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Santiago 4:17.
Estimado hermano y amigo, esta decisión de escoger el bien o
el mal es tan importante que determina donde estará su alma después de la
muerte física; pero no es solo tomar la decisión, sino que también se trata de
no quedarnos quietos y hacer algo, pues si seguimos indiferentes, estaremos
caminando por el mundo a través de la puerta ancha que lleva a la perdición: “Entrad
por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que
lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella”. Mateo 7:13.
Muchos son los que están caminando en este momento hacia el
infierno, algunos porque se congraciaron con el mal y otros por su indiferencia
delante de Dios. Entonces cuando decidimos no buscar de Dios ni hacer su
voluntad, nos vemos obligados a seguir lo que hace el resto del mundo que no
tienen a Dios; es como estar en medio de una manifestación, donde si uno no
camina entonces otras personas lo hacen caminar y hasta lo empujan; es decir
que si usted no se mueve, habrá hasta quien lo pueda cargar con tal que no
estorbe, para que siga a la multitud y se cumplan los propósitos de la
movilización, que para el caso espiritual la constituyen la mayor parte de los
habitantes del planeta que caminan ignorantes hacia la perdición de su alma,
porque están buscando satisfacer al mundo con sus pasiones y deseos y de
ninguna forma quieren satisfacer la voluntad de Dios.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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