La vida y la muerte están en las manos de Dios.

La vida y la muerte están en las manos de Dios.

El hombre por su naturaleza humana está supeditado a nacer y también a morir sin que él pueda intervenir en lo más mínimo.  Usted no escogió el país, ni mucho menos la familia donde quería nacer y tampoco el sexo; sencillamente nació y lo mejor de todo es que no se dio cuenta de dicho acontecimiento solo hasta cuando tuvo uso de razón; así mismo a muchos les sorprenderá la muerte sin esperarla, sin estar preparados para eso y en un abrir y cerrar de ojos ya están al otro lado descansando o sufriendo como fruto de su vida inmediatamente anterior.

Texto: Deuteronomio 32:39.

Ved ahora que yo, yo soy, Y no hay dioses conmigo; Yo hago morir, y yo hago vivir; Yo hiero, y yo sano; Y no hay quien pueda librar de mi mano.”

CONCLUSIONES.

El mundo le atribuye el grado de natalidad (muchos o pocos nacimientos) a varios factores como: La cultura, los recursos disponibles de cada familia, la situación económica del país, el clima, la alimentación, los programas de control de natalidad, etc.; pero es menester recordar que Dios tiene un programa detallado para cada ser que va a nacer y también está dentro de sus planes el tiempo de su muerte, incluso si esta se diere dentro del proceso de la gestación: “Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas”. Salmos 139:16.

Dios se toma muy en serio el trabajo de formar todas las criaturas que va a enviar a este mundo y fuera de colocarles todos los rasgos físicos (que ya tenía programados), también tiene que colocarles el alma y el espíritu los cuales harán que dicho ser esté vivo desde el momento de su concepción y sin estos, solo será un feto fallido.

Así mismo el mundo le atribuye muchas causas a la muerte física como: Una alimentación deficiente, la pobreza absoluta, las enfermedades congénitas, los malos hábitos alimenticios, el sedentarismo, el estrés y la carga laboral, el ambiente socio económico bajo, las virosis y las pandemias, los efectos de bebidas embriagantes y alucinógenos, etc.; sin embargo todo está en los planes de Dios, planes que se van modificando en la medida que el hombre transite por los caminos enmarcados por Dios; pues por lógica vive más años aquel que cumple los mandamientos de su creador, que aquel que anda en rebelión contra su creador.

Esto de nacer y morir está sujeto a leyes estrictas colocadas por Dios y en algunas veces Él interfiere en forma directa (enviando el alma y el espíritu fuera del cuerpo), así como lo hizo con Moisés a quien quitó la vida terrenal y a quien también enterró personalmente: “Y le dijo Jehová: Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá. Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy.”.  Deuteronomio 34:4-6.

Luego del nacimiento, el tiempo de vida estará delimitado por la muerte; sin embargo, este tiempo puede acortarse o alargarse dependiendo de la relación del hombre con su creador y de la obediencia a su Palabra: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán”. Proverbios 3:2. Años de vida y paz hay como retribución para aquellos que se deleitan en la Palabra de Dios, tanto escudriñándola como poniéndola por obra.

En conclusión, Dios es el que determina quién nace, cuántos años vive y cuándo muere y ninguna circunstancia podrá interferir con los planes de Dios: “Yo hago morir, y yo hago vivir”.  Así mismo, por este texto podemos afirmar que la salud y la enfermedad también están en las manos de Dios: “Yo hiero, y yo sano”.

Y si existen circunstancias que influyen en la aparición de las enfermedades, aun así podremos seguir afirmando que Dios también tiene el control de las circunstancias y que si estas se dan, es por su voluntad y que si como producto de ellas aparecen enfermedades, entonces es porque también es la voluntad de Dios y si el hombre acude a la medicina humana y es sanado, es también por la voluntad de Dios; pues Dios tiene el control aún sobre cada uno de nuestros cabellos, algo que es insignificante frente a otros órganos de nuestro cuerpo: “Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Lucas 12:7.

Aclaro que en esta reflexión estamos hablando del nacimiento y muerte físicas, pero que también hay un nacimiento espiritual (cuando la persona abandona el pecado y se entrega a Cristo) y que también hay dos muertes espirituales (la primera que es la que sufre el mundo moderno a causa del pecado y la segunda es cuando sea dictaminado el juicio para cada hombre) y en relación con esta muerte espiritual Dios nos asegura que si guardamos su Palabra nunca veremos la muerte: “De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte”.  Juan 8:51.

Dios ratifica aquí su particularidad, es decir que solo hay un Dios y los demás seres que se llamen dioses son creaciones del mismo hombre o creaciones de las tinieblas: “Ved ahora que yo, yo soy, Y no hay dioses conmigo”.  Y por esta misma razón es que también dice Dios que nadie podrá librarnos de su mano, porque no existe otro dios, con el mismo poder de Jehová que sea capaz de arrebatarle el control que Él tiene sobre nuestras vidas: “Y no hay quien pueda librar de mi mano”.

Es menester aclarar que por causa de la libertad que Dios otorgó al ser humano y también por causa del pecado, el hombre puede cambiar de padre y pasar a estar bajo la cobertura del diablo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44. Y estando bajo la cobertura del maligno, este podrá cumplir sus propósitos malévolos: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10.

Bajo la cobertura del diablo, este podrá determinar incluso su tiempo de vida y también podrá disponer de él cuando ya no le sirva en sus propósitos; siempre y cuando Dios se lo permita, pues recordemos cuando Dios puso a Job en las manos del diablo para que atentara contra su salud, pero le dijo con autoridad que no tocara su vida: “Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida”. Job 2:6.

Así el diablo llenó a Job de sarna pestilente en todo su cuerpo, pero no pudo quitarle la vida, porque Dios no se lo permitió.  Dios sigue teniendo las llaves de la muerte, más aún desde que le quitó al diablo el imperio de la muerte en la cruz del calvario: “Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”.  Apocalipsis 1:18.

Estimado hermano y amigo, hay que buscar de Dios y su hijo Jesucristo, ya que Él siempre quiere lo mejor para nuestras vidas y en sus manos estaremos seguros y confiados, esperando que Él bendecirá nuestra salud, nuestro hogar, nuestras finanzas y aún nos dará largos y placenteros años de vida, si andamos conforme a su voluntad: “¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra”. Job 1:10.

Si desistimos de la idea de buscar de Dios, entonces ahí está el diablo a quien no necesitamos buscar porque él siempre está buscando simpatizantes para su causa: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”.  1 Pedro 5:8.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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