La vida del cuerpo está en el alma.


La vida del cuerpo está en el alma.

Hay muchas instituciones trabajando en mejorar la salud física del hombre para que este viva más años y para que tenga mejor calidad de vida; sin embargo, han desconocido totalmente cuál es el motor que mantiene la vida en el cuerpo y tampoco se han preocupado por cuidar y cultivar el interior del hombre, esto es el alma, donde verdaderamente está el asiento de la vida.

Texto: 1 Reyes 17:17-24.

“Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo? El le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama. Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo? Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió. Tomando luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive. Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca”.

 

CONCLUSIONES.

En esta historia, el profeta Elías estaba morando en casa de una viuda en Sarepta de Sidón, a la cual Dios lo había enviado para sustentarlo allí mediante un hecho milagroso consistente en que no permitiría que las escasas provisiones de la viuda disminuyeran, a pesar de que todos los días comían tortas de harina ella, su hijo y el profeta: “Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías”. 1 Reyes 17:16.

Relata la historia que el hijo de la viuda enfermó de muerte y no quedó en él aliento de vida; es decir que su alma partió hacia el otro mundo: “Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento”. Pero su madre en cierta medida inculpa al profeta, creyendo que este había venido a su casa para proferir juicios de parte de Dios en contra de ella a causa de sus pecados: “Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?”.

El profeta pidió su hijo a la viuda, lo cargó en sus brazos y lo llevó al aposento donde dormía, lo colocó sobre su cama y clamó a Dios, atribuyendo a Él la muerte del muchacho: “El le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama. Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo?”.

Aquí encontramos un maravilloso principio y es que solo en las manos de Dios está el poder para quitar o para poner la vida, pues el profeta fue muy claro en afirmar que Dios había hecho morir al muchacho: “haciéndole morir su hijo”. Allí en aquellos instantes antes de la muerte no hay circunstancias que agraven la situación y que por ende pongan en riesgo la vida de una persona, pues si Dios creó a Adán a partir del polvo de la tierra y le dio vida, entonces también puede tomar un moribundo y levantarlo o inclusive ir mucho más allá y tomar un cadáver descompuesto y devolverle la vida como ocurrió con Lázaro.  Aunque dice la historia que “la enfermedad fue tan grave”, no quiere decir que murió a causa de esto, pues si Dios no retirara el alma del cuerpo, este tendría que seguir vivo.

La muerte también hace parte de las aflicciones de este mundo, ¿pues qué hay más doloroso que ver partir a un miembro de la familia? Pero aquí también está obrando la perfecta voluntad de Dios, pues Él tiene potestad y dominio sobre la vida del hombre y aún sobre sus caminos. Y si a una persona se le deteriora tanto la salud, que termina en la muerte, no es porque Dios haya perdido el control sobre su salud, sino que es parte del proceso de desvinculación de este mundo, donde a causa del dolor y a través de la angustia de la espera, Dios está dando oportunidades al hombre para que se arrepienta y acepte el plan de salvación dado a través de su hijo Jesucristo.

Pero veamos la oración de Elías pidiendo a Dios que devolviera el alma a este niño, donde es notorio que no pidió que le devolviera la vida, sino el alma: “Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él”. ¿Qué es lo más sobresaliente de este suceso? Que Elías le pide a Dios que haga volver el alma de este niño a su cuerpo, lo que denota claramente tres principios: Primero que Dios tiene potestad sobre el alma, segundo que si el alma es sacada del cuerpo este muere y por último que, si el alma es traída nuevamente al cuerpo, este vivirá. ¿No es sorprendente la revelación de este gran misterio? 

No es por los cuidados médicos que una persona sigue viva y tampoco es fruto del descuido el hecho que una persona se muera; todo obedece a la perfecta voluntad de Dios quien decide quitar el alma del cuerpo y suspender así la vida física. Muchos dirán que cuando una persona tiene cáncer y este ya hizo metástasis, que en este estado lo que más dura son tres meses.  Esto es lo que dice la gente del mundo, lo que dice la medicina, pero Dios es el que finalmente determina si la persona efectivamente deberá morir o deberá seguir viviendo según los planes de Dios y aquí prevalecen los planes de Dios sobre los pensamientos del hombre y sobre las predicciones de la medicina. ¿Acaso en Lázaro, luego de cuatro días de muerto había alguna posibilidad de vida? Ninguna, todo era putrefacción; sin embargo, Dios trajo el alma de vuelta a su cuerpo e hizo que el cuerpo tuviera vida nuevamente.

Es de resaltar que Elías lo más que podía hacer era clamar a Dios, y ni siquiera proclamó sanidad sobre el cuerpo del niño y suponiendo que este profeta fuera también un médico notable de aquella época tampoco podría mediante sus conocimientos devolverle la vida a este niño y solo lo podía hacer Dios: “Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió”. ¿Y qué pasó con la enfermedad? Sin duda alguna, le tocó huir del cuerpo, pues si esta era un impedimento para que el alma estuviera allí, entonces Dios la tenía que quitar. Algo parecido ocurrió con el cuerpo de Lázaro en estado de putrefacción, el cual debía ser restaurado para que el alma pudiera vivir en él.

Y Dios oyó al profeta, y para que Dios escuche tiene que haber quién clame de corazón. El niño finalmente revivió, pero ¿Cuál fue la causa? El cuerpo del niño revivió porque Dios le devolvió el alma a su cuerpo, esto es muy claro y trascendental, pues sin alma no hay vida en el cuerpo humano. Una persona puede estar en una UCI con muerte cerebral, mediante aparatos que supuestamente sostienen su vida y aun en estado de coma; pero solo morirá si Dios retira el alma del cuerpo, de resto este seguirá vivo a pesar de cualquier pronóstico en su contra.

Recordemos que uno de los componentes del alma es el corazón, y es allí donde el Espíritu Santo de Dios hace su morada y habita con los verdaderos cristianos, que son aquellos que viven en obediencia y santidad a la Palabra de Dios. Entonces luego de la muerte física, el alma y el espíritu del hombre parten junto con el Espíritu Santo hacia la eternidad de Dios.

A diferencia del hombre, los animales no tienen alma y su vida está en su sangre y por eso uno de los mandamientos de Dios consiste en no comer sangre de animales: “Porque la vida de toda carne es su sangre; por tanto, he dicho a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que la comiere será cortado”.  Levítico 17:14.

Tu hijo vive”, fueron las palabras del profeta a la madre del niño, porque quizás no comprendería el hecho milagroso si se lo explicara: “Tomando luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive”. Entonces la mujer reconoce que Elías era un verdadero profeta de Dios y que, por su intercesión, ahora tenía nuevamente vivo a su hijo: “Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca”. Seguramente la muerte del niño obedecía a un plan de Dios para glorificar su Nombre delante de la viuda e incrementar su fe; y si no fuese así, Dios no lo habría levantado nuevamente; pues en cada acción de Dios hay propósito ya que el Todopoderoso no actúa al azar.

Estimado hermano y amigo, la vida del cuerpo está en el alma y el dueño del alma es Dios, pues esta es parte de su esencia y por eso Él tiene completa autoridad sobre ella y puede determinar cuánto tiempo estará en el cuerpo para que sostenga allí la vida.  Pero es menester recordar que, a causa del pecado la mayoría del mundo han cedido el control de sus almas al diablo y aunque Dios sea su dueño original no pude violar el principio de libertad que dio al hombre y, por ende, con dolor en su corazón le toca aceptar que el hombre ya entregó su alma al diablo y que este tiene potestad y dominio sobre ella, mientras no se arrepienta de verdad y vuelva a los caminos del Señor.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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