¿Son necesarias las aflicciones?
La gente del mundo espera vivir bueno, con buena salud, con abundancia de bienes, con una economía floreciente y estable, con una excelente familia, con unas buenas perspectivas de vida, etc.; pero nadie quiere el sufrimiento. Todos creen que nacieron para vivir bueno y aún para gozar de la libertad con que Dios los creó sobre la tierra, viviendo conforme a los deseos de sus corazones y diciendo que las aflicciones hay que evitarlas en todas sus formas.
Texto: Salmos 34:18-20.
“Cercano está Jehová a los quebrantados
de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas
ellas le librará Jehová. El guarda todos sus
huesos; Ni uno de ellos será quebrantado”.
CONCLUSIONES.
Los planes de Dios difieren mucho de los planes de la gente
del mundo, mientras el hombre piensa en disfrutar, Dios está mirando esta vida
como una escuela donde puede enseñar al hombre y donde puede probarlo; de tal
manera que cuando este llegue al reino de los cielos esté suficientemente
preparado para recibir la bendición sin que esta lo dañe y que no le suceda
como a Lucifer que tenía tantos privilegios y tanta bendición, que entonces se
llenó de orgullo y altivez y quiso desplazar a Dios colocando su trono allá en
lo alto: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a
las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me
sentaré, a los lados del norte”. Isaías 14:13.
Dios quiere personas humildes y llenas de fe, pero esto solo
se obtiene a través de la aflicción, de las tribulaciones y del
quebrantamiento; y todas estas adversidades actúan en el hombre como un horno
de fuego que funde los elementos y saca a flote todas las escorias, dejando el
corazón totalmente puro y lleno de virtudes: “Para que sometida a prueba
vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba
con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo”. 1 Pedro 1:7.
En síntesis, no es posible recibir las bendiciones sin una preparación,
pues no las soportaríamos, haciendo que estas más bien perviertan nuestro
corazón. Esto es como cuando un hijo recibe de la nada una herencia y no sabe
qué hacer con ella porque sencillamente no está preparado y lo que pasa por su
mente es parrandear, malgastar con mujeres, regalar, botar la plata, meterse en
vicios y comprar cosas extravagantes, lo que indudablemente lo llevará a la
ruina temprana como sucedió con el hijo pródigo, quien derrochó la herencia que
su padre le había entregado en forma anticipada: “Y cuando todo lo hubo
malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle”.
Lucas 15:14.
Seguramente es imposible apreciar la sanidad, si nunca
estuvimos enfermos; es imposible apreciar la abundancia si nunca nos hizo falta
nada; es imposible apreciar el amor si nunca fuimos aborrecidos y es imposible
apreciar la gloria venidera en el reino de los cielos, si nunca tuvimos
aflicciones. ¿Y para qué querrá Dios gente aburrida, soberbia y arrogante en el
reino de los cielos? Dios de ninguna manera quiere este tipo de personas, más
bien Él quiere hijos cargados de gratitud, de humildad y de sencillez de
corazón y esto solo se logra mediante las aflicciones.
Aquí en este texto encontramos varios principios, revelados
a nosotros los hombres por medio de la Palabra.
1. “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón”.
Dios está más cerca de los quebrantados de corazón que de
aquellos que supuestamente viven felices, ¿Y por qué sucederá esto? Generalmente el que vive
feliz y cree que no le falta nada, piensa en su corazón que no necesita de Dios
y por tanto no anhela su presencia; en cambio el que tiene problemas y cree en
Dios, está clamando constantemente por su misericordia y por la presencia de
Dios en su vida: “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos
los que le invocan de veras”. Salmos 145:18.
2. “Y salva a los contritos de espíritu”.
Contrito es el estado de tristeza que precede al
arrepentimiento de corazón, en el cual se siente dolor por las faltas cometidas
en contra de Dios y por eso se dice que es de espíritu, pues una tristeza como
producto de las ofensas cometidas a otro ser humano, conllevarían a estar arrepentidos
en la carne y no en el espíritu. Y es precisamente en esta condición donde se
manifiesta la salvación de Dios, pues este estado de humillación y
quebrantamiento es el que mueve la misericordia de Dios, tanto que para Dios es
uno de los sacrificios más excelentes que podemos presentarle: “Los
sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y
humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Salmos 51:17.
3. “Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas
ellas le librará Jehová”.
Justo es aquel que reconoció que es pecador, que se acercó
arrepentido a Jesucristo y le recibió como su señor y salvador; esto garantiza
que Jesús mismo nos justificará delante del Padre, aunque por nuestra
naturaleza pecaminosa sigamos cayendo en pecados involuntarios. Así que no es
justo el que se cree libre de pecado (lo cual es mentira porque todos pecamos),
sino aquel que es limpiado y justificado mediante la sangre de Jesucristo
derramada en la cruz del calvario.
A estos justos o justificados entonces les espera una cadena
de aflicciones que harán parte de su carrera cristiana hasta el día que estemos
en la presencia de Dios, donde ya no habrá sufrimiento ni dolor: “Enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.
Apocalipsis 21:4.
No es posible llegar al cielo sin pasar por la escuela de la
vida, aunque haya personas que vivan tan bueno que piensan que ya están
disfrutando del reino de los cielos. La verdad es que, si la vida aquí en la
tierra no fuera necesaria para el hombre, Dios nos hubiera creado directamente
en el reino de los cielos, y así nos hubiera evitado el estar padeciendo por casi
ochenta años aquí en la tierra; pero Dios quiere hombres que le amen en
espíritu y en verdad y que, desechando el mal, hayan optado por vivir en la
justicia y en la verdad. Esos son privilegios que no hay en los cielos, pues
allá no hay presencia del mal, como para que una creatura se vea tentada a
seguir lo malo y que, en uso de su libertad y sus facultades mentales, opte
mejor por seguir la justicia.
Habrá muchas aflicciones, pero también es cierto que Dios
nos librará de todas ellas; eso sí, que no las quitará juntas, porque entonces
quedaremos sin refinamiento y esto es peligroso, pues imagínese llegar al cielo
sin ser afinado y sin haber desarrollado virtudes como la paciencia y la gratitud; pues los que no sufren aquí,
pensarán que allá van a tener muchos mayores privilegios de los que tienen
aquí, entonces una persona con carencia de humildad no cabe en el reino de los
cielos, porque allá tratará a Dios de tu a tu, como su “parsero”, como su
“socio” o como su “papito” y no tendrá ninguna reverencia delante del Él.
La tribulación también es necesaria para aumentar nuestra
esperanza, a través de la paciencia y de la prueba, en esa vida futura en el
reino de los cielos: “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las
tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia,
prueba; y la prueba, esperanza”. Romanos 5:3-4.
4. “El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será
quebrantado”.
El hecho de hacernos partícipes de las tribulaciones,
también nos concede el derecho de ser guardados por parte de Dios, pues Él
mismo nos afirma que ninguno de nuestros huesos será quebrantado y si guarda
cada uno de nuestros huesos y aún también cada uno de nuestros cabellos,
entonces significa que todo lo demás estará bajo la protección de Dios: “Pues
aun vuestros cabellos están todos contados”. Mateo 10:30.
Sin duda alguna, para el pueblo cristiano las aflicciones
son parte de su formación académica y práctica, aunque para la mayor parte del
mundo, el sufrimiento es algo detestable, el cual tratan de evitar a toda
costa: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo,
si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. 1 Pedro
1:6.
Si es necesario tenemos que ser afligidos, pero esto será
por muy poco tiempo; sin embargo, creo que todo el pueblo cristiano debe ser
afligido, pues no hay hombres cien por ciento perfectos mientras estemos en la
carne, y esto de la perfección solo se obtiene al moldear el carácter del
hombre a través de los padecimientos y mediante la obra transformadora del
Espíritu Santo de Dios.
No obstante, hay que aclarar que sin sufrimiento es muy
probable que no sepamos de qué se trata el gozo y por eso podemos afirmar que a
mayor sufrimiento aquí en la tierra, allá en el cielo será mayor la gloria y la
recompensa: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente
no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. Romanos 8:18.
Es menester recordar, primero que es imposible que no haya
tribulaciones para el pueblo cristiano y segundo que sin ellas es imposible
entrar al reino de los cielos: “Confirmando los ánimos de los discípulos,
exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a
través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Hechos 14:22.
La gente del mundo sin duda alguna también sufrirá
aflicciones, pero estas no servirán de nada en su crecimiento espiritual, por
cuanto ellos no conocen a Dios ni han entregado sus vidas a Jesucristo; más
bien todas sus acciones incluyendo sus padecimientos, le conducirán a la muerte
espiritual, por cuanto su vida está encaminada a satisfacer los deseos de su
carne y las pasiones del mundo: “Como la justicia conduce a la vida, Así el
que sigue el mal lo hace para su muerte”. Proverbios 11:19.
Así que, si usted no ha experimentado el sufrimiento,
posiblemente no sea del rebaño de las ovejas del Señor, pues a estas Dios tiene
que afligir para producir en ellas el arrepentimiento, la fe, la paciencia, la
humildad, el gozo y la esperanza, virtudes sin las cuales no alcanzarían la
salvación: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento
para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo
produce muerte”. 2 Corintios 7:10.
Y por eso Dios nos manda a estar gozosos ante las pruebas,
pues al final estas van a producir bendición para nuestras vidas: “Hermanos
míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Santiago
1:2.
Estimado hermano y amigo, las aflicciones conllevan al
hombre a reflexionar sobre el estado de su comunión con Dios, lo llevan a
escudriñar su vida y por consiguiente lo conducen al arrepentimiento, dado el
principio divino que dice que todos somos pecadores y que necesitamos de la
misericordia de Dios y por tanto, este estado de contrición, hace que Dios esté
más cerca de nosotros y que mediante la aflicción podamos estar totalmente
aprobados y preparados para entrar en el reino de los cielos.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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