El primer fruto del amor a Dios.
Hay varias religiones que incluyen la inmolación en sus ritos, la cual consiste en entregar la vida por el cumplimiento de unos propósitos específicos. Así mismo algunas albergan el genocidio como una práctica para honrar a sus dioses y de esta manera también ganar votos que supuestamente sus dioses le tendrán en cuenta para premiarlos en el momento de su muerte. ¿Pero estas prácticas si tienen algún tipo de fundamento?
Texto: Samos 97:10.
“Los que amáis a Jehová,
aborreced el mal; El guarda las almas de sus santos; De mano de los impíos
los libra”.
CONCLUSIONES.
Partimos de una afirmación trascendental del único y
verdadero Dios: “Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es
Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro”. Deuteronomio
4:39.
Y si no hay otro Dios como Jehová, entonces esos otros seres
sencillamente son ídolos, a los cuales el mismo hombre ha revestido de
supuestos poderes para convertirlos en sus dioses; pero en su esencia los
ídolos no son nada ni mucho menos pueden hacer algo a favor del hombre y por
eso todo tipo de sacrificio ofrecido delante de ellos es una pérdida de tiempo
y de recursos, máxime cuando se está violando uno de los mandamientos de Jehová:
“Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un
ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios”. 1 Corintios 8:4.
Ahora, la esencia de Dios es el amor y por tanto cualquier
religión o secta que se aparte de este principio, entonces ya no pertenece al
único Dios Jehová de los Ejércitos, sino que pertenece al diablo quien en su
esencia contempla el caos, la muerte y la destrucción; como lo demuestran algunas
religiones extremistas quienes consideran como uno de sus objetivos el exterminio de todos sus
opositores, supuestamente con el beneplácito de sus dioses: “El ladrón no
viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10.
El ladrón o satanás, luego de su expulsión del cielo donde
se llamaba Lucifer, tomó como su meta principal el destruir la creación de Dios,
principalmente al hombre que fue hecho a su imagen y semejanza; caso contrario
al de Jesucristo quien vino a traernos vida y vida en abundancia. Aquí se
manifiestan los dos extremos, el bien cuyo principio es el amor (o la vida) y
el mal cuyo principio es la destrucción (o la muerte).
La esencia de Dios es el amor y por tanto toda criatura que
se albergue bajo su sombra recibirá también este amor y el primer fruto de ese
amor de Dios hacia la humanidad fue entregar a su Hijo Jesucristo para ser
crucificado y así reconciliar al mundo con Dios: “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. Esto significa, sin
lugar a duda, que Dios quiere que habitemos con Él en el reino de los cielos
por una eternidad; pero no puede obligar a nadie y por eso debe esperar a que
el hombre crea y se acoja al plan de salvación.
¿Entonces cómo saber si una religión o denominación es buena
o mala? Y aquí es donde entra el primer fruto del amor hacia Dios y si Dios ya
mostró el primer fruto de su amor, entonces el hombre también tiene que dar
frutos para poder demostrar que es un verdadero hijo de Dios y ese fruto es ABORRECER
EL MAL. El mal es todo lo contrario a la Palabra de Dios, siendo mayormente
maldad todo aquello que vaya en contra de la integridad de Dios y de nuestro
prójimo, lo cual significa atentar contra el primer y segundo gran mandamiento.
Si una religión o secta está congraciada con el mal,
entonces no pertenece al único y verdadero Dios, sino al rey de este mundo cuyo
nombre es Satanás; si contemplan el homicidio como parte de sus ritos entonces
son del diablo y no de Dios; si tienen como bandera la destrucción y no la
edificación, entonces no son de Dios, sino del diablo; si en sus seguidores se
tolera el adulterio, entonces no son de Dios, sino del diablo; si en sus
seguidores se tolera la mentira, entonces no son de Dios, sino del diablo; si
en sus seguidores se tolera el hurto, el despilfarro de fondos públicos y la
corrupción, entonces no son de Dios, sino del diablo; si en sus seguidores se
tolera el homosexualismo entonces no son de Dios, sino del diablo; si en sus
seguidores se toleran los brujos, adivinos, encantadores y el culto a los
muertos, entonces no son de Dios, sino del diablo; si en sus seguidores se
tolera el orgullo, la altivez y la ausencia de humildad, entonces no son de
Dios sino del diablo; si en sus seguidores se toleran los vicios, la embriaguez
y las fiestas para el mundo, entonces no son de Dios, sino del diablo y
finalmente si sus ritos se hacen alrededor de imágenes o estatuas, entonces no
son de Dios, sino del diablo.
Y por eso dice Dios “Los que amáis a Jehová, aborreced el
mal”. Malo es todo aquello que vaya en contra de la voluntad de Dios, cuya
voluntad está escrita en la Sagrada Biblia; y una de sus principales voluntades
es que el hombre se aparte de los falsos dioses o dicho de otra manera, que se
aparte de los ídolos: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que
esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la
tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu
Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta
la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a
millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. Éxodo 20:4-6.
Finalmente, los que aborrecemos el mal tenemos una promesa
de Dios, consistente en que Él mismo nos librará de todo mal y peligro
orquestado por los enemigos de Dios y del hombre: “El guarda las almas de
sus santos; De mano de los impíos los libra”. El hecho de aborrecer el mal
y apartarnos del pecado, nos hace santos delante de Dios y permite que estemos
abrigados y protegidos bajo su sombra.
Estimado hermano y amigo, si amas de verdad a Dios,
indiscutiblemente tendrás que ABORRECER EL MAL; pues no podemos
congraciarnos con Dios si hacemos lo contrario a su bendita y santa voluntad.
Si aborreces el mal, la justicia de Dios ya ha entrado en tu corazón y por eso
le estarás amando en espíritu y en verdad.
Si por el contrario te agrada el pecado y lo practicas o le das el
consentimiento a otros para que lo practiquen, entonces estarás agradando al
diablo, quien gustosamente compartirá contigo el infierno por una eternidad.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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