No es posible sobrevivir sin Dios.

Puede ser que haya muchas personas que vivan sin problemas, en prosperidad material y que se encuentren apartadas del Dios verdadero y que seguramente también piensen que no les hace falta absolutamente nada; sin embargo, es muy probable que nunca hayan pensado en la vida más allá de la muerte.

Texto: Salmos 73:26-28.

Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, Para contar todas tus obras.

CONCLUSIONES.

Empezaremos confirmando que hay dos tipos de vida: La terrenal (donde conviven el cuerpo, el alma y el espíritu) y la espiritual (donde solo están el alma y el espíritu) la cual está más allá de la muerte física. Al hombre común solo le preocupa la vida terrenal, teniendo conocimiento o no de la existencia de una siguiente vida, puesto que allí es donde se desenvuelve, donde ve pasar sus años con gozo o con angustias, pero el cuerpo físico está compuesto de carne y sangre los cuales no podrán cruzar la barrera de la muerte: “Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”. 1 Corintios 15:50. Es decir, que esto corruptible, que se descompone, no podrá entrar en el reino de Dios, a no ser que sea transformado como en aquellos pocos casos ocurridos con Enoc y con Elías.

La vida terrenal es efímera y pude durar entre unos 70 u 80 años, pues el cuerpo es débil y va deteriorándose y envejeciendo con el paso del tiempo. En contraposición a esto el alma y el espíritu son inmortales y están prisioneros dentro del cuerpo, esperando la liberación que se dará en el momento que muera cada persona. 

Una vez libres el alma y el espíritu, estos tomarán el camino que planearon durante su estadía en la tierra (pues no pueden tomar decisiones en dicho momento), este camino depende de si se acogieron a la obra redentora de Jesucristo o si solo vivieron para el mundo con sus pasiones y deseos. Si murieron con Cristo en su corazón, luego de la muerte estarán los ángeles de Dios esperando la liberación del alma para tomarla y llevarla hacia el paraíso donde estarán descansando hasta que llegue el juicio final; por el contrario, los que murieron sin Cristo serán recibidos por ángeles de la muerte, quienes conducirán al alma y al espíritu hacia el infierno, mientras se presentan ante el gran juicio final.

En síntesis, todos los que mueren sin Cristo, porque se mantuvieron alejados de Dios y nunca vieron la necesidad de acercarse a Él y tampoco recibieron a Jesucristo como su Señor y Salvador, estos luego del juicio final serán lanzados a lago de fuego y azufre, lo que significa perecer o ser destruidos aunque no de forma literal, pues están destituidos de la gloria de Dios, pero no desaparecerán como seres espirituales, sino que tendrán un castigo eterno en ese sitio de tormento: “Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta”.

Destruir aquí equivale a echar el alma y el espíritu en el fuego eterno, que por el hecho de ser inmortales no desaparecerán, sino que tendrán que sufrir por una eternidad. Miremos uno de los dos veredictos que se dará en el juicio final para cada persona, en este caso para los perdidos que serán la mayoría: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Mateo 25:41.

El salmista reconoce que la vida material se va deteriorando hasta llegar a la muerte física, pero que hay una recompensa eterna para los que ponen a Dios como su roca de salvación: “Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”. También reconoce que la única forma de hallar el bien es acercándose a Dios y que Dios es el único ser en quien podemos tener esperanza de vida eterna: “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, Para contar todas tus obras”.

Por eso Dios nos manda a tener temor y reverencia delante de Él, puesto que Él tiene potestad para quitarnos la vida física, pero también tiene potestad para enviarnos al infierno: “Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed”. Lucas 12:5.

Lo que sí es cierto, es que los pecadores serán destruidos tarde o temprano: “Mas los transgresores serán todos a una destruidos; La posteridad de los impíos será extinguida”. Salmos 37:38. Y aunque los hombres pecadores en apariencia vivan muy bueno por ahora, ellos están reservados para el día del juicio: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos”. 2 Pedro 3:7.

En síntesis, no es posible sobrevivir sin Dios, podría ser que usted viva muy bueno por unos años bajo el amparo del mundo y sus placeres y también bajo el beneplácito del diablo; pero esto no es eterno y un día Dios decidirá terminar con su vida y al otro lado en la eternidad le llamará a juicio, donde deberá responder por su vida terrenal, que quizás estuvo llena de indiferencia hacia Dios y también de vicios y pecados.

Podría ser que usted se sienta seguro bajo el amparo de una religión o sirviéndole a otro dios, pero tarde o temprano la verdad resplandecerá y el Dios verdadero hará juicio sobre los hombres y no habrá quien se escape, así sea siervo del diablo, pues aún el mismo diablo ya fue juzgado e irá junto con todos sus seguidores al lago de fuego y azufre: “Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”. Juan 16:11.

Estimado hermano y amigo, Dios tiene potestad y dominio sobre nuestro ser completo: Cuerpo, alma y espíritu, y un día podrá tomar la determinación de cerrar nuestro ciclo de vida aquí en la tierra y también tendrá potestad para enviar nuestra alma y espíritu al infierno y esto solo depende de si buscamos o no a Dios y si nos acogemos o no a la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo.

En síntesis, sin Dios estamos muertos tanto en esta vida terrenal, como después de la muerte física. Si has entendido este mensaje, empieza hoy mismo a buscar al Dios verdadero cuyo nombre es Jehová de los Ejércitos, de lo contrario estarás perdido por una eternidad.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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