Si Dios no nos bendice, en vano nos esforzamos.
Si miramos la vida de un hombre común encontramos que está llena de trabajo, de fatiga, de cansancio y de muchos proyectos sin alcanzar; y esto es porque tienen que trabajar largas jornadas y con mucho esfuerzo apenas logran conseguir las cosas necesarias con los ingresos obtenidos. Y algunos de ellos salen corriendo de su trabajo y se van a estudiar a la universidad hasta pasadas las diez de la noche, lo que indica que están llegando a sus casas luego de las once y que a duras penas pueden calentar algo para comer y luego se acuestan sabiendo que en pocas horas deben madrugar nuevamente, lo que conlleva a tener también muchos desvelos. En síntesis, se mantienen cansados, malhumorados y somnolientos en todo momento.
Texto: Salmos 127:1-2.
“Si Jehová no edificare la casa, En
vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano
vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y
vayáis tarde a reposar, Y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará
Dios el sueño”.
CONCLUSIONES.
El hombre lucha por alcanzar sus metas y sus sueños, pero lo
hace a costa de sus propios esfuerzos y no ha considerado que hay un Dios que
le puede ayudar en todas estas tareas.
No deberíamos esforzarnos más de la cuenta para trabajar y
conseguir con qué suplir nuestras necesidades básicas, sabiendo que Dios es un
Padre protector y que le encanta cuidar de sus hijos, como lo revela este texto
bíblico: “Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro
Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas”. Lucas 12:30.
Por tanto, nuestra preocupación debería estar centrada más
bien en buscar el reino de Dios y su justicia, pues en vano nos esforzamos si
Dios no está de nuestro lado, en vano luchamos por alcanzar los deseos de
nuestro corazón si nos hemos apartado de Dios y creemos que nosotros mismos
podemos conseguir todo lo necesario con nuestras habilidades y nuestros conocimientos.
En este texto encontramos varios principios:
1. Dios es el arquitecto supremo.
“Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que
la edifican”. Esta declaración indica que la mano de Dios está presente
desde la construcción de los materiales, desde la creación de los diseños,
proporcionándole sabiduría al hombre para hacerlos y en el momento de la
construcción hace posible que todas las circunstancias sean aptas para el
desarrollo de cada proyecto de vivienda.
Y esto queda demostrado durante la construcción de la Torre
de Babel, donde el hombre se enorgulleció y quiso hacer una torre tan alta que
su cúspide llegara al cielo; se sabe que esto es imposible, pero aun así, en
sus mentes perversas estaba esa meta y Dios hizo cesar la construcción
confundiendo sus lenguas y entorpeciendo así el progreso de la obra: “Ahora,
pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el
habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda
la tierra, y dejaron de edificar la ciudad”. Génesis 11:7-8. Este fue el
origen de las diferentes lenguas que hay hoy sobre la tierra.
En síntesis, en las manos de Dios estaba el permitir el
progreso de la obra o en cerrarla definitivamente y así ocurre con cada
construcción que se hace hoy en día, no habiendo absolutamente nada donde Dios
y su poderosa mano no tenga alcance. Se preguntarán algunos, ¿Entonces por qué
hay construcciones tan defectuosas que hay que derrumbarlas? La respuesta es
que Dios no puede evitar que se hagan construcciones fraudulentas a causa de la
avaricia, pues el hombre tiene libertad para seguir pecando si así lo desea y de
esta forma comprometer su alma con el infierno.
2. Dios cuida de su creación.
“Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia”.
Si Dios es el dueño de toda la creación, incluyendo a los seres humanos, sin
duda alguna también puede cuidar de ella y de las ciudades hechas por el hombre.
Es así como Dios cuida de sus verdaderos hijos (aquellos que son lavados con la
sangre de Jesucristo) y con mayor razón también cuidará de la ciudad donde
habitamos y si esto no se hace visible, puede ser porque hay pocos cristianos
que realmente estén humillados y clamando delante de Dios: “Humillaos, pues,
bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”.
1 Pedro 5:6-7.
Si hay humillación y clamor a Dios, entonces Dios se
encargará de los problemas de nuestra ciudad, de las pandillas, de las
fronteras invisibles, de las ollas de narcotráfico, de los grupos
delincuenciales, de la corrupción y en general se encargará de revertir la
inseguridad; de lo contrario todos los esfuerzos del hombre por hacer una
ciudad más pacífica serán insuficientes, porque Dios no estará allí guardando
dicha ciudad. La esencia de este problema es que las fuerzas infernales que
están detrás de la gente perversa, no se pueden combatir con armas físicas,
sino con armas espirituales o mediante la poderosa mano de Dios que limpia y
purifica. Las medidas de choque contra estos problemas van dirigidos al ser humano y no a los demonios que los controlan, he aquí el por qué los problemas generalmente tienden a aumentar y no a disminuir.
3. Dios suple nuestras necesidades.
“Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis
tarde a reposar, Y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará Dios el
sueño”. Esto demuestra que es casi inútil el sobre esfuerzo del hombre para
conseguir techo, alimento o abrigo; máxime cuando por mucho que se afane
siempre habrá necesidades insatisfechas y que el camino correcto consiste en
buscar primeramente el reino de Dios y su justicia para que Dios pueda cuidar
de nosotros: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33. Este texto menciona las largas jornadas de trabajo y el pan de dolores, cosas que pueden ser revertidas solo por Dios.
Por ejemplo, es una pérdida de tiempo el someterse a
tratamientos para poder superar el insomnio, cuando realmente es Dios quien nos
da el descanso y el sueño reparador para nuestros cuerpos: “A su amado dará
Dios el sueño”. Cuando habla de su amado, se refiere a sus verdaderos hijos,
aquellos que se han arrepentido y han recibido a Jesucristo como su Señor y
Salvador y perseveran en el cumplimiento de sus mandamientos.
El hombre es la creación predilecta de Dios, por eso fue que lo hizo a su imagen y semejanza y por consiguiente cuidará de él: “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”. Mateo 6:25-26.
Las aves no necesitan trabajar para conseguir sus alimentos,
sencillamente Dios les provee a través de las plantas y de los árboles de su
creación, lo que también sucedía con el hombre cuando estaba en el Edén, pero
que fue expulsado de allí a causa del pecado y ahora debe conseguir el sustento
con el sudor de su frente; pero aún en estas circunstancias Dio seguirá cuidado
de él, si el hombre se humilla delante de Dios y busca su presencia.
Estimado hermano y amigo, hay que buscar el reino de Dios y
su justicia, para que Él como retribución cuide de nuestras vidas, cuide de
nuestra ciudad, cuide de nuestra nación y que también cuide nuestra
alimentación, nuestro sueño y también nuestro descanso.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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