¿De dónde proviene el conocimiento y la inteligencia?
Se estima que diariamente mueren 183,500 personas en el mundo (según dato del año 2022 del diario El Debate fueron 67 millones en todo el año) y dentro de los que parten hay de todo tipo de profesionales, de científicos, de historiadores, de doctores en varias ramas del conocimiento, de políticos, de líderes mundiales, de gente del común, de ricos y también de pobres, de genocidas, de personas hábiles para los negocios y de grandes economistas, entre otros; pero la realidad es que nada pudieron llevarse de su sabiduría, conocimiento e inteligencia, pues estas virtudes son perecederas y desaparecen al momento de la muerte física.
Texto: Proverbios 2:6.
“Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el
conocimiento y la inteligencia”.
CONCLUSIONES.
Pero si usted es un verdadero hijo de Dios, podrá aspirar a
la sabiduría, el conocimiento y la inteligencia espirituales, las que provienen
de Dios, virtudes que son eternas, tanto que luego de su muerte física, irán al
más allá junto con el alma y el espíritu.
Este tipo de riquezas (porque la sabiduría es más valiosa
que el oro y la plata) solo provienen de lo alto y por tanto solo pueden ser
dadas a los verdaderos hijos de Dios, aquellos que andan en obediencia y
santidad a su Palabra: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de
lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de
variación”. Santiago 1:17.
Entonces estamos hablando de tres virtudes de origen
celestial y no de origen terrenal, como decía en la introducción cada día
mueren miles de personas entre ellos sabios, inteligentes y llenos de
conocimiento, que lastimosamente crecieron y florecieron a partir de la misma
sabiduría que el hombre dejó plasmada en libros y que si alguien pone mucha
dedicación en la lectura y el estudio de ellos, entonces su sabiduría,
inteligencia y conocimiento terrenales irán creciendo proporcionalmente a su dedicación
y a las experiencias vividas en relación con ellos.
No así sucede con la sabiduría celestial, la cual puede dar
Dios a quienes se la pidan: “Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y
le será dada”. Santiago 1:5.
¿Ahora, en dónde podemos obtener el conocimiento y la
inteligencia? Es simple, pues el texto dice: “Y de su boca viene el
conocimiento y la inteligencia”. Pero ¿Cómo nos acercaremos a la boca de
Dios para obtener conocimiento e inteligencia? Por ahora no nos podemos acercar
cara a cara a Dios, pero todo lo que ha salido de su boca durante toda la
historia de la humanidad, está escrito en la sagrada Biblia y si allí
escudriñamos con diligencia, entonces podemos obtener la inteligencia y el
conocimiento, que está disponible para todo el que crea.
En síntesis, hay conocimiento terrenal y celestial, también
hay inteligencia terrenal y celestial; y así mismo hay sabiduría de lo alto y
sabiduría humana. Y muchas veces estas virtudes terrenales no provienen
solamente del hombre, sino que las tinieblas también dan sabiduría, pero esta
ya es diabólica porque está enfocada en el propósito de las tinieblas que es
matar, hurtar y destruir; por lo cual podríamos afirmar que de estas tres
virtudes las hay celestiales, terrenales y diabólicas. Uno de los casos de
sabiduría e inteligencia diabólica es la utilizada en la carrera armamentista y
en las armas de destrucción masiva como las bombas atómicas.
¿Pero hasta dónde trascienden estas virtudes? Sin duda
alguna, cuando el diablo y todo su ejército sean enviados al lago de fuego y
azufre, se acabará la sabiduría diabólica, pues no hay quien la propague y
cuando el hombre común muera y sea enterrado se acabará la sabiduría que había
en él, y solo seguirá la que haya heredado a su descendencia o la que obtengan
las generaciones posteriores a través de los libros y tratados dejados por sus
antecesores.
Lo importante de las virtudes espirituales, es que nos
permiten vivir más allá de la muerte, en los reinos celestiales, porque nos dan
la sabiduría para vivir en armonía con Dios y su creación y también nos dan la
inteligencia para vivir en obediencia a su Palabra y así de esta forma obtener
la vida eterna.
¿Y en el sentido espiritual qué es la sabiduría y la
inteligencia? Veamos unas cortas y potentes definiciones dadas en la misma
Palabra: “Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría,
Y el apartarse del mal, la inteligencia”. Job 28:28. Si el hombre es
realmente sabio, tendrá temor de Dios y esto implica de antemano haber obtenido
el conocimiento de Dios a través de su Palabra, pues no podría temerle a quien
no conoce; y si realmente es inteligente entonces se apartará del mal y del
pecado, porque su inteligencia le permitirá ver un gran tesoro que es el alma,
a la cual debe cuidar del infierno.
Pero esto no quiere decir que la sabiduría y la inteligencia
estén reservadas solo para estos propósitos; sino que esos son sus primeros
frutos; por ejemplo, en la antigüedad, Dios dio sabiduría en inteligencia a
ciertas personas para construir el tabernáculo de reunión con todo su
inmobiliario y con todos sus utensilios de oro, plata y bronce; es decir que su
uso es ilimitado si está dentro de los propósitos de Dios: “Y los ha llenado
de sabiduría de corazón, para que hagan toda obra de arte y de invención, y de
bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que
hagan toda labor, e inventen todo diseño”. Éxodo 35:35.
Y en cuanto al conocimiento, de nada sirve conocer mucho, si
finalmente el alma de las personas se pierde en el infierno; por tanto, la
verdadera virtud consiste en conocer a Dios, a su Hijo Jesucristo y a su Santo
Espíritu; pues a través de ellos, especialmente de Jesucristo, podemos llegar
al reino de los cielos. Miremos al apóstol Pablo que calificó el conocimiento
de Cristo como algo excelente y superior, menospreciando todo lo que había
obtenido del conocimiento humano: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas
como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por
amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.
Filipenses 3:8.
Estas virtudes terrenales no tienen ninguna trascendencia, máxime
cuando son una insensatez para Dios y por ende no pueden subsistir más allá de
la muerte: “Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios;
pues escrito está: Él prende a los sabios en la astucia de ellos”. 1
Corintios 3:19.
Muchos hombres buscan la sabiduría terrenal, pero la muerte no hace distinción entre sabios y necios: “Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad”. Eclesiastés 2:15.
Estimado hermano y amigo, ¿De qué sirve la sabiduría, el
conocimiento y la inteligencia terrenales si al final lo que interesa es la
salvación de nuestras almas? Hay que mirar hacia arriba, hacia al reino de los
cielos, para que de allí podamos recibir estas virtudes que nos harán sabios
para salvación: “Ciertamente cercana está su salvación a los que le temen,
Para que habite la gloria en nuestra tierra”. Salmos 85:9.
Por eso la Palabra nos invita a poner nuestra mirada en el
cielo y no en las cosas de la tierra: “Poned la mira en las cosas de arriba,
no en las de la tierra”. Colosenses 3:2. Y también nos invita a tener ese
conocimiento de lo alto, el cual solo puede dar salvación, pues en ningún otro
tipo de conocimiento habrá vida eterna: “Para dar conocimiento de salvación
a su pueblo, Para perdón de sus pecados”. Lucas 1:77.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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