Nadie se podrá justificar delante de Dios.
El hombre tiene excusas para todo y es un especialista en buscar pretextos, máxime cuando se trata de un tema tan importante como la salvación.
Texto: Salmos 143:1-2.
“Oh Jehová, oye mi oración, escucha
mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia. Y no entres en juicio
con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún ser humano”.
CONCLUSIONES.
Hay un fundamento del cual debemos partir y es que, de cara
a Dios, no hay ningún justo sobre la tierra: “Como está escrito: No hay
justo, ni aun uno”. Romanos 3:10.
Pero aun así, muchos se creen justos y por ende merecedores
de la salvación; unos porque no le hacen mal a nadie, otros porque son devotos
seguidores de alguna religión, otros porque pertenecen a una familia de alta
alcurnia, otros porque ostentan mucho poder y autoridad, otros porque son
dueños de una cadena de negocios florecientes, otros porque son dueños de
grandes extensiones de tierra, otros porque tienen el privilegio de impartir
justicia, otros porque son defensores de los derechos humanos, otros porque son
grandes actores dentro de la política, otros porque son famosos, otros porque han tomado la justicia
humana en sus manos y la representan a través de las armas, otros porque solo quieren
vivir la vida a su manera sin que nadie los moleste, etc.
¿Pero realmente qué somos nosotros delante de Dios? El
hombre es como una flor del campo que hoy está abierta y mañana ya está
marchita o secándose: “La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el
viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo”.
Isaías 40:7.
Dirán muchos que eso es insólito, el hecho compararnos con
una flor; sin embargo, así es la forma como Dios nos mira, dado que Él no se
mueve por nuestro calendario y para Él no existe la dimensión del tiempo: “Mas,
oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y
mil años como un día”. 2 Pedro 3:8.
Y si hablamos de la gloria del hombre y su orgullo, son tan
pasajeros como la flor que se cae cuando la hierba que la sostiene se seca (esto
es la muerte del hombre): “Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la
gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae”.
1 Pedro 1:24.
Otros, fuera de creerse justos van más allá y entran en
conflicto con Dios, reclamando unos derechos que no tienen, ya que Dios fuera
de ser justo e imparcial, también es soberano y puede hacer con nosotros lo que
desee en su corazón: “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que
alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has
hecho así?”. Romanos 9:20.
Esto es similar a una visión futurista que revela como un
robot creado por el mismo hombre se rebela y quiere atacar a su creador. ¿Cuál
sería la reacción de su arquitecto? Seguramente apagará su motor y si no fuera
posible, entonces destruirá a su robot con alguna arma explosiva, pero de
ninguna manera le dirá: ¡Señor robot, usted tiene toda la razón!, ¿Cierto que
no?
Contender con Dios es una gran equivocación, pues siempre
llevamos las de perder y dado que nuestro conocimiento es tan limitado,
seguramente en la mayoría de las veces estaremos equivocados delante de Él: “Respecto
de lo que es, ya ha mucho que tiene nombre, y se sabe que es hombre y que no
puede contender con Aquel que es más poderoso que él”. Eclesiastés 6:10.
A nadie le irá bien si trata de contender con Dios, más aún
si trata de convencerlo de que tiene los argumentos necesarios para que sea
tratado como justo y que por eso puede recibir la salvación sin caminar a
través del sendero abierto por Jesucristo, luego de su sacrificio en la cruz
del calvario: “Él es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas; ¿Quién se
endureció contra él, y le fue bien?”. Job 9:4.
Algunos seguramente no están contendiendo con el Creador,
pero su vida está fundamentada sobre la fe en cosas o personas que no fueron
habilitados por Dios para justificar a los hombres delante de Él; por ejemplo,
la iglesia popular creerá que con sus ritos ha ganado la benevolencia de Dios
hasta tal punto de sentirse seguros de la salvación; más aún, cuando están
usando una figura para sobornar a Dios, la
figura de una supuesta madre de un Dios que es eterno y por tanto nunca nació y
que solo se encarnó; pero no hay otro camino fuera de Jesucristo para que
seamos justificados delante de Dios: “Porque hay un solo Dios, y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. 1 Timoteo 2:5.
Pueden ser muchas nuestras equivocaciones, nuestros
desenfrenos y nuestros pecados, pero si queremos ser justos delante de Dios
tenemos irremediablemente que acudir a la persona de su Hijo Jesucristo y no
hay otra forma de hacerlo; pues Dios el Padre nos mira a través de Jesucristo y
es así como nos ve justos, pero si quitamos a Jesucristo de esta ecuación,
entonces el Padre nos verá sucios y seremos echados de su presencia, porque aún
estamos en la carne que es débil y propensa al pecado en todo momento.
Y el que no trata de entrar por la puerta que Dios ha
establecido la cual es Jesucristo, sencillamente es hijo de diablo: “De
cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las
ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador”. Juan
10:1. Por tanto, no intente subir al cielo por el camino de su propia justificación,
porque no hay ningún ser humano que pueda justificarse delante de Dios y mucho
menos podrá demostrarle que tiene todo el derecho de entrar a su reino.
Estimado hermano y amigo, no es tiempo de buscar excusas
para justificarnos delante de Dios y de creer que somos merecedores de la
salvación, solo porque en base a nuestros conceptos y nuestros juicios,
determinamos que debemos ser privilegiados delante de Él y la verdad es que
Dios no tiene privilegiados y que a todos sus hijos trata por igual y si usted camina
en dirección del mundo cuyo príncipe es el diablo, mucho menos tendrá privilegios
delante de Dios: “Porque no hay acepción de personas para con Dios”.
Romanos 2:11.
En síntesis, es imposible que nosotros podamos
justificarnos delante de Dios y que solo hay alguien que lo puede hacer y ese es
Jesucristo el Hijo de Dios, a través de su sangre derramada en la cruz del
calvario: “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él
seremos salvos de la ira”. Romanos 5:9.
Por eso es imposible que su religión le pueda justificar, o sus
buenos hábitos de vida o sus riquezas o su posición social o sus propios
conceptos de Dios; y que solo Jesucristo lo puede hacer, si acudimos a Él
arrepentidos y le recibimos como Señor y Salvador de nuestras vidas.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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