Dos formas de complacer a Dios.


En el mundo hay infinidad de dioses y como consecuencia de ello, también existen muchos rituales con los que sus seguidores tratan de complacerlos, incluyendo aún los sacrificios de animales y de personas.

Texto: Salmos 147:10-11.

No se deleita en la fuerza del caballo, Ni se complace en la agilidad del hombre. Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia”.

CONCLUSIONES.

Nosotros como pueblo cristiano y seguidores del único y verdadero Dios, Jehová de los Ejércitos, tenemos en el manual de instrucciones la descripción de los sacrificios y las acciones que podemos emprender para complacer a nuestro Dios, de tal manera que Él se sienta bien con nosotros y que derrame de sus múltiples bendiciones sobre nuestras vidas.

Uno creería que Dios se complace con nuestras fuerzas, con nuestra sabiduría, con nuestra inteligencia, con nuestra tenacidad para trabajar, con nuestra sagacidad para hacer negocios, con nuestras riquezas y aún con nuestra apariencia de bondad; pero estas cosas pertenecen al mundo y por tanto solo pueden agradar a dioses provenientes de las tinieblas y no al único y verdadero Dios, cuya morada está en los reinos celestiales: “No se deleita en la fuerza del caballo, Ni se complace en la agilidad del hombre”.

Dios creó todo lo humanamente visible para el servicio del hombre, pero ninguna de esas cosas materiales servirá para agradar o complacer a Dios, máxime cuando el corazón del hombre está puesto en las cosas del mundo y de la carne, y lo que realmente exige Dios es que nuestra mirada esté puesta en lo alto, de donde provino Cristo: “y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”. Romanos 8:8.

Dios hoy tampoco exige sacrificios de animales o de seres humanos; por tanto, si algunas sectas lo practican, entonces son de origen satánico; pues llegó un momento en que Dios se cansó de ellos, porque su pueblo le ofrecía sacrificios, pero al mismo tiempo estaban desobedeciendo a su Palabra y sirviendo a dioses extraños: “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”. 1 Samuel 15:22.

Este texto indica que hay como mínimo dos cosas en las que se complace nuestro Dios:

1.  Se complace Jehová en los que le temen.

Dios se goza con aquellos que, por temor a su Santidad se alejan del pecado y obedecen a su Palabra, pues no hay cosa más grata para un padre que tener un hijo obediente y que desea hacer su voluntad colocando a un lado sus propios intereses: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; Su loor permanece para siempre”. Salmos 111:10.

2.  Se complace Jehová en los que esperan en su misericordia.

Dios es infinito en misericordia y se agrada de compartirla con el hombre; pero no la dará a quien no la necesite o a los llamados ricos de espíritu (porque creen que no necesitan de Dios), sino a aquellos que se acercan a él necesitados de corazón y creyendo que Dios tiene la solución para todos sus problemas.  Para esto es necesario tener fe en Dios y creer que Él puede solucionar todos nuestros problemas; por lo tanto, acercarnos a Dios con humildad y esperar en su misericordia, es otra forma de agradarle: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Hebreos 11:6.

Estimado hermano y amigo, teme a Dios y espera en su misericordia, para que Él se agrade de tus caminos y te bendiga tanto en este mundo, como en la vida eterna que se avecina luego de la muerte física.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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