Cómo aumentar nuestros años de vida y nuestra paz.


El deseo del hombre es vivir largos años de vida, tener paz y también abundancia económica y prueba de ello son los avances en la medicina que buscan mejorar la calidad de vida del ser humano, para que este pueda vivir más tiempo y con menos problemas de salud, ¿pero estas cosas serán fáciles de encontrar?

Texto: Proverbios 3:1-2.

“Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán.

CONCLUSIONES.

Dios ha estipulado unos años de vida promedio para el hombre. “Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos”. Salmos 90:10.

Aparentemente para el mundo, el hombre define de acuerdo con su estilo de vida, si esta edad se acorta o se alarga. Pero no son los que tienen más recursos, los que comen una dieta balanceada, los que hacen ejercicio, los que duermen más horas y también aquellos que viven reposadamente, los que van a durar más tiempo; no, más bien diremos que aquí tiene que ver mucho nuestra relación con Dios.

En este texto, Dios nos da una clave maravillosa para vivir más tiempo y también para vivir esos años en paz: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos”. Esto consiste básicamente en dos partes: La primera es escudriñar la palabra de Dios y la segunda es guardar esos mandamientos en nuestro corazón y ponerlos por obra.  Quien guarda una propiedad, vigila que no entre ningún extraño en ella; pero quien guarda la Palabra se asegura de memorizarla y que también sea puesta por obra cada que haya oportunidad; porque si mete la palabra en el corazón y la sella para que esta no salga a la luz, entonces se está olvidando de ella, la está menospreciando y por ende está infringiendo el mandamiento.

El significado más exacto de guardar es memorizar y obedecer, pues si no hay obediencia, tampoco podemos ver los frutos de las promesas que Dios tiene preparadas para sus fieles seguidores.

Adicional a la promesa de largura de días, también está la promesa de vivirlos en paz, ¿pues de qué sirve vivir mucho cuando la vida está llena de dolores, de angustias y de enfermedades? Pero Dios nos promete que tendremos muchos más días de vida y mucha más paz que la que tenemos ahora y esta paz se tiene que extender también a nuestra salud y economía, pues no podría haber paz, cuando abundan las necesidades, las enfermedades, las frustraciones y los proyectos sin alcanzar

El obedecer los mandamientos de Dios y apartarnos del mal, se convierte en una medicina y un refrigerio para nuestro cuerpo, la cual mantendrá lejos a las enfermedades y como consecuencia nos permitirá vivir más tiempo sobre la tierra: “No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos”. Proverbios 3:7-8.

Estimado hermano y amigo, vivir más es muy bueno, pero vivir en paz es aún mucho mejor, y estas riquezas las da Dios a los que escudriñan su Palabra y la obedecen.  Un tratamiento para rejuvenecer nuestro cuerpo, un jarabe para aumentar las defensas del organismo ante el ataque de las enfermedades, una dieta balanceada para evitar enfermedades catastróficas, etc.; nada de eso le aumentará los años de vida, puesto que el dueño de la vida es Dios y Él es el único que tiene todo el poder para quitar o poner la vida, también tiene el poder para poner o quitar la paz y también tiene el poder para poner o quitar las enfermedades.

En síntesis, no es nuestro estilo de vida el que nos hace vivir más tiempo, es solo Dios quien puede otorgarnos estos tesoros, si somos fieles a sus mandamientos: “Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; Él hiere, y sus manos curan”. Job 5:18.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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