Cómo hallar gracia ante los ojos de Dios.


Ante un mundo cada vez más convulsionado, es inevitable la pérdida de valores morales y espirituales, entre ellos la misericordia y la verdad

Texto: Proverbios 3:3-4.

“Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas a tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; Y hallarás gracia y buena opinión Ante los ojos de Dios y de los hombres.

CONCLUSIONES.

Hay innumerables promesas de Dios escritas en su Palabra, pero cada una de ellas está acompañada de un requisito y esto en primer lugar obedece a que el hombre necesita que las cosas le cuesten o le representen algún tipo de sacrificio para poder apreciarlas; de lo contrario no valorará las bendiciones de Dios.

Como segunda instancia, el cumplimiento de estas promesas también representa la compensación o el pago de lo que hagamos a favor del reino de los cielos; por lo cual no es posible que alguien reciba un premio sin tener los méritos suficientes para ganárselo, sin haberla luchado, sin haber derramado siquiera una gota de sudor. Por eso es imposible que alguien se salve sin hacer absolutamente nada y cómo mínimo debe tener la disposición de entregar su vida a Jesucristo y de recibirle como señor y salvador.

En este texto bíblico Dios no enseña cómo hallar gracia delante de sus ojos; es decir, que Él se sienta satisfecho con nosotros y así mismo que derrame de sus bendiciones sobre nuestras vidas; y se trata de practicar la misericordia y la verdad, dos grandes virtudes que componen la esencia de Dios y con las cuales debemos tener ciertos tratamientos especiales:

1.  Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad.

Misericordia es hacer con los demás como deseamos que los demás hagan con nosotros si estuviéramos en su misma condición; este es el gran principio que sustenta el amor a nuestro prójimo y el mandato de Dios consiste en que estas dos cosas nunca se aparten de nosotros.

Por la falta de misericordia es que hay muchas personas que deben acostarse con hambre, aunque cerca de ellos haya gente que vivan en abundancia y que quizás les toque botar la comida, porque preparan mucha cantidad o sencillamente porque se pone vieja en la nevera debido a que con tantas alternativas no se la pueden comer a tiempo.

Por la falta de misericordia, unos tienen abundancia económica, mientras a otros les cortan los servicios públicos porque no tienen con qué pagar; así mismo unos viven en casas lujosas, mientras otros sobreviven en un estrecho espacio hecho con tablas viejas, hojas de zinc y cartón. Por falta de misericordia, algunos deambulan por varios países buscando el sueño de sus vidas, donde puedan tener una mejor calidad de vida, porque en su país de origen no hubo quién les ayudara a solventar su pobreza.

Y por eso en la iglesia primitiva, la instaurada por el Señor Jesucristo, nada de los bienes de las personas eran de posesión particular, sino que cada cual ponía sus bienes al servicio de los hijos de Dios: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”. Hechos 4:32. Allí sí se ponía en práctica la verdadera misericordia, aunque algunos dirán que eso es socialismo, pero yo digo que eso es verdadero amor, porque nadie padecía de hambre, de desnudez o de techo.

Y si hablamos de la verdad, esta virtud sí que ha sido maltratada y menospreciada, pues el hombre miente según su conveniencia. Miente en sus estudios y en su experiencia laboral para conseguir un empleo, miente en su condición socio económica para conseguir una relación amorosa y también para conseguir auxilios del gobierno, miente en su estado civil para cometer infidelidad, miente para ganar popularidad y aprecio frente a los demás, miente para no pagar sus obligaciones a tiempo, usan mentiritas piadosas como una forma de compartir amistosamente, el empleado le miente a su jefe sobre las labores que hizo durante la semana, etc.

Y por sobre todo el hombre le miente a Dios diciéndole: Yo si te voy a servir, yo si te voy a buscar, yo si voy a leer tu palabra, yo si voy a ir a la iglesia, yo si voy a obedecer; y nos damos cuenta de que va pasando el tiempo y nada que se cumplen dichas promesas; y cuando menos piensan están en el infierno gritando de dolor y clamándole a Dios que los saque de allí, que por que ahora sí están dispuestos a servir y a obedecer.

¿Y cuál es el mandato de Dios? Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad, es un mandamiento tajante, sin preámbulos, sin peligro de mal entendidos o malas interpretaciones; pues el vocablo “nunca” advierte que hay un gran peligro si se viola este mandamiento.  Dios nos manda a no matar y este es un mandamiento que cumplen la mayoría de los cristianos (y los que practican tales cosas no son cristianos verdaderos), pero con la misericordia y la verdad les aseguro que pasa lo contrario y que son muchos los que se han apartado de estas virtudes y que no las tienen en cuenta en sus actividades diarias; y muy posiblemente en el rapto de la iglesia muchos se quedarán aquí en la tierra sufriendo la gran tribulación, porque les faltó misericordia y verdad.

2.  Átalas a tu cuello.

¿Se ha fijado que cuando hay un evento especial, por ejemplo, una exposición agrícola, de textiles, de vivienda o de tecnología, donde los representantes de cada empresa llevan colgados al cuello una escarapela que los identifica como representantes de cada una de sus compañías?

Así quiere Dios que nos colguemos al cuello la misericordia y la verdad, de tal forma que seamos luz para el mundo, y que cuando alguien nos vea, nos pueda identificar como verdaderos hijos de Dios, llenos de cualidades y de virtudes, que nos vean como personas en las cuales se puede confiar, en las cuales puedan encontrar misericordia y de las cuales puedan estar seguros de que siempre dirán la verdad independientemente del costo que esto represente.

3.  Escríbelas en la tabla de tu corazón.

Veamos el corazón como una bodega, donde guardamos un inventario de artículos clasificados acorde con su uso o destinación y es allí donde debe existir un sitio especial para escribir los mandatos de Dios y poder encontrarlos en forma rápida y oportuna cuando necesitemos usarlos, ya sea para ayudar a nuestro prójimo o para hacer que prevalezca la verdad antes que la mentira en cualquier lugar o circunstancia donde nos encontremos.

RESULTADOS.

Los resultados de obedecer la Palabra de Dios son maravillosos, especialmente si practicamos la misericordia y la verdad: “Y hallarás gracia y buena opinión Ante los ojos de Dios y de los hombres”. Hallar gracia y buena opinión delante de los hombres es bueno, pero mucho mejor es hallarlas delante de Dios, quién sí sabe dar recompensas reales.  El hombre nos puede dar una sonrisa o una palmadita en la espalda, pero la gracia de Dios nos perdona, nos limpia de todo pecado y nos da vida eterna.

Estimado hermano y amigo, nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad, átalas a tu cuello y escríbelas en tu corazón y de seguro tendrás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y el podrá cambiar tu vida totalmente y trasladarte del reino de las tinieblas al reino de la luz, donde hay vida abundante para tu alma y tu espíritu.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

 

  

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