¿Será suficiente la fe para alcanzar la salvación?


Hay un dicho popular que reza: “La fe te salvará Pedro”; pero ¿esto sí estará enteramente acorde con la Palabra de Dios?

Texto: Santiago 2:24.

Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”.

CONCLUSIONES.

El facilismo es una tendencia mundial, donde las personas esperan obtener beneficios a un bajo costo y con muy pocos sacrificios; es el caso de la vida eterna, donde las personas esperan alcanzar la salvación solo con decir que tienen fe en Dios, solo con comprar una biblia y mantenerla abierta en la sala de su casa, solo con asistir los domingos a la iglesia y escuchar el sermón del día, solo con dar limosnas para la obra de Dios, solo con prender un cirio en el templo; o peor aún, encargando a alguno de los santos de turno (creados por el hombre) para que vayan e intercedan delante de Dios y este les dé el mérito de la salvación a sabiendas de que no se la merecen; pero eso sí, no quieren nada de compromisos.

Esto del facilismo es parecido a algunos de los ingredientes de un plato típico de Colombia llamado la bandeja paisa, en donde la gallina participa, porque pone su huevo para que lo friten y sigue su vida normal; pero en cambio el cerdo se compromete, tanto que debe entregar su vida para poder colocar un chicharrón en la bandeja.  Así mismo como la gallina son las religiones, que quieren obtener la salvación para sus seguidores sin ningún tipo de compromisos ni de sacrificios; es decir sin obras, llegando hasta el punto de creer que sus ritos son suficientes para redimir las almas y que el intermediario (Jesús) que Dios colocó para llegar al cielo está sobrando.

Y por esta misma razón el comunismo llama mucho la atención a los jóvenes de hoy en día, que no quieren esforzarse, que no quieren estudiar, que no quieren trabajar, pero que sí quieren que alguien les sostenga su estilo de vida; de la misma manera los cristianos facilistas desean que Dios los lleve al cielo sin hacer ningún esfuerzo ni sacrificio.

El hombre no quiere ningún compromiso con Dios, porque esto lo llevaría a sacrificar su vida pecaminosa, a sacrificar los vicios, las parrandas y en general todo tipo de diversión del mundo y de la carne, para poder suplir las demandas de un Dios que exige santidad a sus seguidores, que exige obediencia a aquellos que desean tener el reino de los cielos por herencia.

Entonces para el hombre es más fácil olvidarse de sus responsabilidades frente a Dios y pegarse de los versículos que hablan solamente de la fe como un acto de creer, pero que no hacen énfasis en los fundamentos de la fe, como lo son las obras, necesarias para poder agradar a Dios y obtener la salvación: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”. Santiago 2:14.

Y las obras están relacionadas estrictamente con el cumplimiento de los mandatos, según lo explica el apóstol Santiago en el siguiente texto, donde hace alusión al segundo gran mandamiento: “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.  Santiago 2:15-17. En síntesis, las obras, o el cumplimiento de los mandamientos son las que dan vida a la fe, de lo contrario la fe estaría muerta.

Por lo cual, es erróneo desde todo punto de vista, prender un cirio a uno de los santos de la iglesia popular y creer que por eso la persona va a obtener la salvación; pues prender un cirio no es una obra que consolide la fe, el santo de turno tampoco es un intermediario legalmente constituido por Dios, y peor aún no hay ningún mandamiento que pida al hombre prender cirios para ganar misericordia; más bien esto es un pecado delante de Dios, porque están ignorando a Dios y más bien están honrando a un ídolo.

Indudablemente el cuerpo visible de la fe son las obras, sin las cuales la fe queda imposibilitada para mostrarse y más aún para ser apreciada por los ojos de Dios: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Santiago 2:18. También las obras son las que dan el olor agradable que necesita la fe para que Dios se sienta complacido por ella y responda de manera oportuna a nuestras peticiones.

Ahora, la fe como una virtud simple no es de uso exclusivo de los cristianos, pues los demonios también tienen fe; solo que la fe de ellos está muerta porque, aunque creen que hay un Dios verdadero, no hay obras que respalden el cumplimiento de las exigencias de Dios y más bien ellos tienen sus propias obras perversas, dirigidas por satanás para la destrucción del hombre y de las maravillas creadas por Dios: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. Santiago 2:19. Entonces para muchos hombres su fe es igual a la de los demonios, pues dicen creer en Dios; pero siguen complaciendo al mundo con sus pasiones y pecados.

En conclusión, la fe sin obras está muerta y no sirve absolutamente para nada, ni aún para agradar a Dios, pues ¿para qué desearía Dios una cosa muerta si Él es vida? “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?”.  Santiago 2:20.

El apóstol Santiago nos relata dos ejemplos bíblicos sobre la fe viva, en el primero habla de Abraham, que mediante la obediencia le dio vida a su fe y luego la perfeccionó: “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”. Santiago 2:21-23. Esta fe de Abraham resultó ser tan agradable a Dios (porque fue perfeccionada por las obras), que Dios mismo lo consideró como su amigo.

El segundo ejemplo habla sobre la ramera que recibió, escondió y cuidó de los mensajeros de Israel que venían a observar a Jericó antes de su destrucción: “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”.  Santiago 2:25-26. Seguramente, si esta mujer solo hubiera pedido misericordia (y hubiera dejado matar a los mensajeros) no habría sucedido nada, pero le dio vida a su fe actuando en favor de los mensajeros y por eso fue salvada ella y su familia el día en que Israel entró a Jericó y la destruyó.

En síntesis,

¿De qué sirve decir que tenemos fe y seguimos venerando y honrando ídolos hechos de metal, de madera o de yeso?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si hemos encargado a otra persona o cosa la responsabilidad de nuestra salvación?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si seguimos diciendo mentiras y vulgaridades?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si seguimos calumniando y defraudando a los demás?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si nuestro corazón arde de envidia y de odio?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si para nosotros es más importante el dinero que Dios?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si para nosotros es más importante ir de paseo o turismo que dedicar el puente festivo a la búsqueda de Dios?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si son más importantes nuestros proyectos personales, que la búsqueda de Dios y la salvación que nos ofrece a través de su hijo Jesucristo?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si nuestro prójimo se está acostando con hambre o está lleno de necesidades insatisfechas en las cuales le podemos ayudar?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si le estamos robando a Dios en los diezmos y las ofrendas, ya sea por desconocimiento o por avaricia?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si estamos repletos de orgullo y de vanidad?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si somos capaces de “tumbar al que sea” para beneficiarnos económicamente?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si tenemos la Biblia como un amuleto de la buena suerte y no la queremos leer para no tener ningún compromiso con el cumplimiento de los mandatos que están allí escritos?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si solo cumplimos aquellos mandamientos con los que estamos de acuerdo y el resto los desechamos?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si tampoco queremos asistir a una iglesia de sana doctrina o asistimos a ella solo por costumbre?

¿De qué sirve decir que tenemos fe si creemos que con solo ir a la iglesia ya le estamos cumpliendo a Dios e ignoramos los mandamientos de su Palabra?

¿De qué sirve decir que tenemos fe, si queremos continuar con la religión de nuestros padres, aunque esta sea errada y nos conduzca definitivamente al infierno?

¿De qué sirve decir que tenemos fe, si tenemos a Dios en el último eslabón de nuestras prioridades y no le queremos buscar mediante la lectura de su Palabra, ni mediante la oración?

Querido hermano y amigo, todo esto nos incita a no ser perezosos y actuar en concordancia con nuestra fe; pues si creemos en Dios y su hijo Jesucristo, pero no hacemos nada para hacernos merecedores de la salvación que ellos nos ofrecen en forma gratuita, entonces hemos negado la fe y estamos esperando que Dios nos salve mediante su misericordia y no mediante nuestra fe; y esta última es indispensable para agradar a Dios: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Hebreos 11:6.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

Comentarios

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

El poder del evangelio (Romanos 1:16-17)

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12