No esperes que la puerta se cierre.


Si hay un crucero turístico en el muelle esperando que usted entre para cerrar sus puertas, ¿usted no correría?

Texto: Isaías 55:6-7.

Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”.

CONCLUSIONES.

Si no fuera por la misericordia de Dios, ya habríamos sido consumidos; pues desde la venida de nuestro Señor Jesucristo aquí a la tierra para ejecutar y mostrar su plan de salvación para la humanidad, el camino del arrepentimiento está abierto, esperando que el hombre se arrepienta de verdad y busque de Dios; sin embargo, el hombre sigue más interesado en las pasiones y en los placeres del mundo que en buscar a Dios: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias”. Lamentaciones 3:22.

Y como reza el dicho popular, que para “la prueba un botón”, es más fácil reunir a los vecinos de la cuadra para ver el partido de futbol de la selección, que reunirlos para estudiar la Palabra de Dios.  El futbol produce placer en el hombre, ya que este es auspiciado por las tinieblas (porque el interés del diablo es mantener entretenido al hombre en las pasiones del mundo para que se olvide de Dios); sin embargo, el hablarles de Dios (que es el único que les puede dar salvación) les produce pereza, cansancio y aburrimiento. La Palabra de Dios no lleva fruto en ellos porque son ahogados por los afanes, las riquezas y los placeres del mundo: “La que cayó entre espinos, estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto”. Lucas 8:14.

Pero a pesar de todo esto, Dios sigue esperando que le abramos la puerta de nuestro corazón, que le dejemos pasar y que le aceptemos como señor y salvador para que su Santo Espíritu entre a morar y a gobernar nuestras vidas: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20.

El hombre con su corazón endurecido no ha querido atender el llamado de Dios; el problema es que las puertas del arrepentimiento un día estarán cerradas y ya no habrá forma de que se abran para entrar por ellas y la única puerta disponible será la puerta ancha de las tinieblas, donde le espera al hombre el lloro y crujir de dientes por una eternidad: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”.

Una vez que Dios haya cerrado la puerta, nadie podrá entrar por mucho que clame y los que están afuera, debido a que no se han arrepentido, son unos completos desconocidos para Dios: “Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois”. Lucas 13:25.

¿Y que desea Dios que hagamos? Es simple, Él quiere que el hombre abandone su camino de pecado, de impiedad y de perversidad y que acuda arrepentido a los pies de Jesucristo, para que mediante su sangre sea lavado y transformado en una nueva creatura: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová”.

Estimado hermano y amigo, la misericordia de Dios es grande y aún las puertas del arrepentimiento están abiertas (no sabemos hasta cuándo), por tal razón no desaprovechemos la oportunidad y corramos, como aquel que no desea perder su crucero trasatlántico, porque Dios nos prometió el perdón si le buscamos de corazón: “El cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.


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