¿No te alcanza el dinero?
Según datos del Grupo Banco Mundial “Alrededor de 700 millones de personas viven con menos de USD 2,15 al día (la línea de pobreza extrema). La pobreza extrema sigue concentrada en partes de África subsahariana, zonas frágiles y afectadas por conflictos, y áreas rurales”.
Texto:
Isaías 55:2.
“¿Por qué gastáis
el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme
atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura”.
CONCLUSIONES.
La población mundial de hoy es aproximadamente un poco
más de 8,000 millones, de los cuales 700 millones viven en pobreza extrema y el
resto (o sea unos 7,300 millones) están clasificados en un rango que va desde
ingresos bajos hasta ingresos altos, llegando a los más ricos que solo
representan un 1% de la población mundial. Pero la idea aquí no es abordar el
tema del nivel de ingresos, sino más bien detenernos en lo que dice Dios en su
Palabra sobre el modo en que la gente gasta sus ingresos.
Primero debemos aclarar que todo proviene de Dios y que
Él es quien da las fuerzas y las habilidades para trabajar y negociar; aún para
aquellos que creen que sus esfuerzos, que su tenacidad, que su inteligencia y
que sus habilidades son las que hacen que sus negocios o empresas tengan éxito:
“Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu
mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a
todos”. 1 Crónicas 29:12.
Es de anotar que a muchos Dios les ha dado lo suficiente
para suplir sus necesidades básicas, pero el ser humano generalmente no está
contento con lo que tiene y siempre quiere más y no solamente eso, sino que
también gasta su dinero en cosas suntuosas, en cosas que no sacian el alma y
por eso existe en ellos la insatisfacción y la sensación de que ganan poco; y
para evitar estos problemas es que Dios dice que estemos contentos con lo que
tenemos: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”.
1 Timoteo 6:8.
Otros muchos caen en la avaricia, que es el deseo de
tener algunas cosas en igual o mayor cantidad que sus amigos y conocidos o el
deseo de acumular bienes y riquezas para sentirse orgullosos de sí mismos; lo
que también los envuelve en la vanidad al poder demostrar a los demás que
pueden comprar cuántas cosas desean: “Sean vuestras costumbres sin avaricia,
contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te
dejaré”. Hebreos 13:5.
Y el hecho de sentirse ricos o hacerse ricos trae un
problema adicional y consiste en que las personas se creen autosuficientes y
por tal razón creen que tampoco necesitan de Dios y por eso es tan difícil que un rico
entre al reino de los cielos: “Otra vez os digo, que es más fácil pasar un
camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”.
Mateo 19:24.
Muchos deberían tener lo suficiente para suplir sus
necesidades básicas, pero no les alcanza y la razón del por qué ocurre esta
situación, es que compran lo que no necesitan y gastan el dinero en lo que no
los sacia: “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro
trabajo en lo que no sacia?”.
Un buen alimento o un excelente abrigo sacian el cuerpo y
lo mantienen saludable; pero comprar la lotería solo trae pobreza y frustración
viendo que muchos ganan y ellos no; tampoco sacian al hombre las bebidas
alcohólicas, puesto que perturban la razón, el juicio y el buen funcionamiento
del cuerpo, máxime cuando hay personas que gastan todo lo que ganan en estos
vicios. Y otros de estratos más altos se meten en deudas para exhibir un carro
último modelo o para hacer turismo internacional. Otros tienen el hábito de
cambiar su ropa por prendas nuevas, cada vez que se aburren de ellas, o cada
vez que salen nuevas modas; otros adquieren a cuotas el celular último modelo
para “chicanear” como dicen algunos; y si continuamos enumerando la cantidad de
gastos que no sacian el alma del hombre, estos son innumerables.
Esta es una pregunta que se harán muchos: ¿Y por qué las
riquezas están mal distribuidas? Aparentemente hay una mala distribución de los
ingresos, pero esto obedece a la desobediencia del hombre, pues para eso Dios
creó el segundo gran mandamiento de "amar a nuestro prójimo como a nosotros
mismos"; pero resulta que el hombre se olvida de su prójimo y se sumerge en la
avaricia, interrumpiendo la bendición que debía llegar a la gente más pobre;
entonces no es que Dios se haya equivocado, sino que el hombre es rebelde a los
mandatos de Dios; pues a unos les dio el privilegio de recibir para luego
repartir y a otros de más escasos recursos, solo les dio el privilegio de
recibir, y de esta forma todos tendrían lo necesario para satisfacer sus
necesidades básicas y mucho más.
¿Aparentemente Dios cometió un error? De ninguna manera,
pues donde les dé a todos la misma ración de riquezas, entonces no habría forma
de cumplir con el segundo mandamiento, pues no habría necesitados, ¿se fija en
este pequeño detalle? Otra cosa es que, si Dios les diera lo mismo a todos,
entonces tampoco habría forma de que la envidia floreciera y junto con ella la
avaricia dejando al hombre sin libertad para inclinarse hacia el mal, ¿se fija
usted lo sabio que es Dios?
Y el mal tiene que existir, Dios no lo puede quitar
porque no hay otra forma de que el hombre demuestre delante de Dios que le
gusta más la justicia que la maldad, sino siendo tentado constantemente por el
mal; pues si no se deja seducir por el mal, entonces tendrá la aceptación
delante de Dios; y por el contrario si se deja seducir, entonces habrá cambiado
de redil y ahora será un hijo del diablo.
¿Y cuál es la recomendación de Dios? Su recomendación es
que escuchemos atentamente su Palabra y que actuemos de la misma manera, para
que nuestra alma sea verdaderamente saciada y que no desperdiciemos la
bendición de Dios gastándola en cosas suntuosas y desatendiendo las verdaderas
necesidades de nuestro cuerpo y de nuestra familia: “Oídme atentamente, y
comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura”.
No es un secreto que muchas personas comen mal en sus
hogares para poder destinar recursos a los vicios, al alcohol, a las parrandas,
a los paseos y a los juegos de azar; y a esto es lo que se refiere Dios cuando pregunta
el por qué gastamos el dinero en lo que no es pan. Otros para aparentar y para verse bien (aunque tengan bajos ingresos) se
meten en carros, apartamentos, fincas y créditos de libre inversión; y se la
pasan así toda su vida, debiendo la mayor parte de lo que ganan y nunca son
saciados; pues aún les llega la muerte y los encuentra endeudados a tal extremo
que su familia no puede pagar las deudas que dejó el difunto, ni siquiera
vendiendo todo lo que pudo conseguir estando en vida.
Por su parte endeudarse para ajustar los ingresos o para
comprar bienes de alto costo, solo traen ruina porque esto es contrario a la voluntad
de Dios que dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros;
porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. Romanos 13:8. Si usted no es capaz de acceder
a esos bienes utilizando sus ahorros, entonces va a tener que desmejorar su
manutención y la de su familia para poder ajustar el monto de las cuotas que
debe pagar por aquello en lo cual se endeudó y esto es darle un mal uso a la bendición de Dios.
La lógica de esto es que, si puede sacar dinero para pagar una cuota, también puede con la misma cantidad abrir una cuenta de ahorros que vaya alimentado periódicamente para que cuando tenga lo suficiente pueda comprar el bien que desea (la diferencia consiste en la paciencia para esperar el momento oportuno de comprar); pero no es prudente ir en contra de la voluntad de Dios, porque esto trae ruina y miseria en su economía.
También hay
otros pecados (de muy alto calibre) que atentan contra la prosperidad económica y que son más
visibles para el pueblo cristiano, como son la ausencia del diezmo (que es
equivalente a “robarle a Dios” y rechazar su bendición para el 90% de
nuestros ingresos restantes), ausencia de las ofrendas (lo cual disminuye la
cantidad nuestra cosecha financiera, por desechar el mandato que dice: “dad
y se os dará”) y ausencia de la ayuda a los necesitados (que es una
violación al segundo gran mandamiento, y que impide que Dios nos deba a
nosotros y nos lo devuelva multiplicado, porque “el que da al pobre presta a
Dios”).
¿Y qué pasa con esos 700 millones de personas que ganan
una miseria que no les alcanza ni siquiera para comer dignamente? Lejos de Dios
está la injusticia y una de las respuestas es que ellos no saben para qué es el
dinero y Dios no puede darles más porque enloquecerían y harían lo indebido. No
es un secreto que personas que físicamente aguantan hambre (porque se nota en
sus rostros pálidos y demacrados) y se ganan unos pesitos de más, entonces
compran lujos, tenis caros, ropa cara, se hacen tinturas y peinados
extravagantes, compran algo que ni siquiera van a usar, se la gastan en un
paseo y hasta literalmente la botan, etc., y no aprovechan para comprar
alimentos que verdaderamente nutran el cuerpo como carne, pollo, pescado y
verduras, que les servirán para completar una buena dieta y más bien siguen
amañados tomando agua panela con galletas o mecato (según tradiciones locales).
Y hablando de los vanidosos, ¿de qué les servirá tener un
carro lujoso, una finca en el mejor de los sitios, estar parrandeando o
paseando cada vez que quieran, si cuando se mueran encontrarán que los muertos
no tienen clasificación? Es cierto que hay rangos sociales para los
cementerios, pero es el mismo gusano que se come el cuerpo de los ricos y el cuerpo
de los pobres; tampoco los gusanos se darán cuenta de qué posesiones tenía el
difunto para tratarlos de una forma diferente.
Allí en el momento de la muerte lo único que sirve es que
tenga a Cristo en su corazón, para que los ángeles de Dios lleven su alma y su
espíritu al reino de los cielos y luego de este suceso se darán cuenta que de
nada sirvió que invirtieran sus recursos comprando cosas que no sacian el alma,
ni que sustentan el cuerpo. Y aunque el cuerpo muera, el alma saciada (si el
hombre se ocupó de esto) continuará su viaje hacia una nueva vida.
Y la avaricia conlleva a otros males como la insensatez
de acumular riquezas para otros que no trabajaron, y también la riqueza
acumulada se convierte en un ídolo para sus dueños, por la cual sus almas se
perderán en el infierno: “Ciertamente como una sombra es el hombre;
Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá”.
Salmos 139:6.
Entonces el hecho de gastar con sabiduría y también de
darle gracias a Dios por todo, es lo que finalmente nos traerá prosperidad
económica partiendo de la bendición de Dios, la que a su vez viene sin dolor
para el hombre que la disfruta: “La bendición de Jehová es la que enriquece,
Y no añade tristeza con ella”. Proverbios 10:22. Darle gracias a Dios
equivale a reconocerle que es soberano y dueño de todos los bienes de este
mundo: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con
vosotros en Cristo Jesús”. 1 Tesalonicenses 5:18.
Es una prioridad para Dios la manutención del cuerpo (con
techo, alimento y abrigo), lo demás son cosas poco relevantes; pues el cuerpo
es el templo del Espíritu Santo para aquellos verdaderos cristianos que han
nacido de nuevo y que están preparados para entrar al reino de los cielos; las
demás personas solo tienen allí en ese templo a espíritus inmundos y demonios,
que son quienes gobiernan sus vidas, pero allí no está Dios.
Estimado hermano y amigo, deleitémonos gastando lo que
Dios nos da en suplir nuestras necesidades básicas, manteniendo un ahorro para
futuros eventos y no olvidando lo importante que es la ayuda a los necesitados
para el cumplimiento del segundo mandamiento, y si después de esto sobra,
entonces ya podemos pensar en otras cosas que también nos van a ayudar a vivir
con dignidad, pero desestimando aquellas que solo van a traernos gastos y que
nos inflarán el orgullo y la vanidad y las cuales también nos empujarán por el
camino de la avaricia, lo que finalmente nos llevará a perder nuestras almas en
el infierno.
La idea es que, si realmente dependemos de Dios, lo cual es
un punto fuerte para los cristianos, Él se encargará de nuestras economías,
porque una de sus promesas es: “No te dejaré ni te desampararé”.
¿Entonces para qué nos preocupamos por algo que Dios ya tiene solucionado? Y si
usted no es cristiano, más bien ocúpese en arrepentirse de sus pecados y de
recibir a Jesucristo como su señor y salvador; de lo contrario todo lo que haya
acumulado lo perderá una vez muera, incluyendo todas sus luchas y lo que
supuestamente disfrutó; pero lo grave es que su alma y espíritu tendrán que
enfrentar el castigo eterno en el infierno.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas
hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor
Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me
perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo
te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi
corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el
templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar
más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla,
para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”.
Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
Comentarios
Publicar un comentario