El futuro incierto de las riquezas.


¿Qué es lo más importante para el mundo de hoy? Sin duda alguna el mundo gira en torno al poder y a las riquezas; pero esto es una ilusión, dado que un día ya no servirán para nada y más luego todo esto será consumido incluyendo la plata, el oro, las piedras preciosas y el dinero. Es algo cercano a lo que sucede con los desechos nucleares, que antes fueron fuente de abundante energía, y que ahora son una fuente de contaminación que nadie quiere tener cerca (ver imagen de arriba).

Texto: Ezequiel 7:19-20.

Arrojarán su plata en las calles, y su oro será desechado; ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová; no saciarán su alma, ni llenarán sus entrañas, porque ha sido tropiezo para su maldad. Por cuanto convirtieron la gloria de su ornamento en soberbia, e hicieron de ello las imágenes de sus abominables ídolos, por eso se lo convertí en cosa repugnante”.

CONCLUSIONES.

Llegará un día en que el oro y la plata serán desechados y tirados en las calles, pues estos no servirán de nada; eso es parecido a cuando una moneda pierde su valor y con bultos de sus billetes no se puede comprar ni una libra de arroz.

En los tiempos de grandes crisis, los ricos y poderosos planean seguir manteniendo su estatus invirtiendo su dinero en cosas que no se desgasten, que no se llenen de moho y que tampoco se desvaloricen como el oro, que es llamado por los inversionistas como activos de refugio; pero su valor depende de Dios que es el que tiene el gobierno absoluto arriba en los cielos, abajo en la tierra, en las aguas debajo de la tierra y sobre toda criatura que se mueve.

Dios que es el dueño de todo, un día determinará que esas riquezas ya no tienen valor alguno; pues estas tienen valor mientras haya bienes y servicios que se puedan comprar y vender a cambio de ellas; pero el día en que los hombres tengan que huir a las cuevas tratando de escapar de la ira de Dios y cuando parte de la tierra y de los seres vivos haya sido destruida, entonces no habrá nada para comprar ni para vender y por tanto el oro, la plata y las piedras preciosas no servirán de nada: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. 2 Pedro 3:10.

Miremos lo que ocurrirá cuando el Cordero o Jesucristo el hijo de Dios abra el sexto sello: Habrá un gran terremoto, el sol se pondrá negro, las estrellas caerán del cielo; pero lo más predominante es que todo hombre buscará cuevas y peñas para esconderse de la ira del Cordero y preferirán el ser aplastados, que enfrentar este juicio: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”. Apocalipsis 6:12-17.

Y ante este evento catastrófico, ¿de qué servirá el oro, la plata, las piedras preciosas y en general todas las riquezas? No servirán ni para cubrirse de la ira de Dios y de sus juicios; y tampoco podrán ser usadas para sobornar a Dios, pues él creó todas las riquezas de la nada y si llegara a necesitar riquezas, las crearía en vez de pedírselas al hombre.

Dice el texto que “Arrojarán su plata en las calles y su oro será desechado”, porque a pesar de su hermosura, en aquel día el oro y la plata no servirán para nada, pues los que ponían su corazón en estas riquezas, ahora estarán escondiéndose de la ira de Dios; por tanto, sus riquezas no podrán librarlos: “ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová”.

Dice también que no hallarán contentamiento en las riquezas y que tampoco les servirán para conseguir alimentos y así poder saciar su vientre: “no saciarán su alma, ni llenarán sus entrañas”, porque en ese momento en vez de ayudarles para su maldad, estas riquezas se les convertirán en tropiezo: “porque ha sido tropiezo para su maldad”. Y seguramente muchos de los que tienen su corazón puesto en las riquezas de este mundo, perecerán junto con ellas y no buscarán el arrepentimiento, ni tampoco glorificarán a Dios.

¿Y qué hay de malo entonces en las riquezas? Seguramente que no son malas, así como lo es el dinero, sino más bien que eso depende del uso que se les esté dando y Dios cita dos casos muy graves que resultan del mal uso de las riquezas:

1.  La soberbia y la altivez.

Por cuanto convirtieron la gloria de su ornamento en soberbia”. Los ricos se coronan de oro, plata, piedras preciosas, bienes y de todo tipo de riquezas; haciendo que su orgullo, vanidad y soberbia crezcan de forma desmedida; y cuando la soberbia los corona, entonces creen que son superiores a Dios, por lo cual también aparece la altivez, como la que contaminó a Lucifer (hoy diablo) cuando quiso ser igual a Dios y por cuya causa fue expulsado de los cielos: “La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día”. Isaías 2:11.

2.  La idolatría.

E hicieron de ello las imágenes de sus abominables ídolos”. Hay templos donde los ídolos son exquisitas figuras hechas de oro y de piedras preciosas; lo cual, aunque parezca muy divino y puro, sencillamente son abominación a Dios, porque Dios los llamó “abominables ídolos”, ya que Dios las prohibió en su Palabra porque le roban su gloria y Él no comparte su gloria con nadie: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”. Éxodo 20:4-5. En síntesis, usaron sus riquezas para la idolatría y perversión; por tanto, Dios las quitará de sus manos y las convertirá en cosas inservibles.

El veredicto.

Entonces Dios a causa de estos dos grandes problemas del hombre causados por las riquezas, un día convertirá el oro, la plata y las piedras preciosas en algo repugnante, en algo más bien cercano a la basura: “Por eso se lo convertí en cosa repugnante”.

Estimado hermano y amigo, hay que poner la mirada en las cosas de arriba, las de los cielos y no en las cosas terrenales, especialmente en sus riquezas; pues estas, aunque ahora parezcan cosas inefables, un día ya no servirán de nada, ni siquiera para comprar la salvación: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Colosenses 3:2. Estas riquezas terrenales también incluyen sus cuentas bancarias, sus inversiones, su salario, sus propiedades e incluso también su mesada pensional, en la cual usted tiene puesta su esperanza y la cual también desaparecerá un día, porque ya no habrá bancos, ni fondos de pensión que garanticen su pago.

Hay que acudir arrepentidos a Jesucristo el Hijo de Dios y recibirle como señor y salvador, para que Él nos perdone, nos lave, nos justifique y nos de entrada libre ante la presencia de Dios el Padre, donde sí podremos disfrutar de las abundantes riquezas que Él tiene preparadas para los que escuchan su llamado y que también obedecen a su Palabra.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

Comentarios

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

Un llamado al arrepentimiento. Hechos 17:30-31

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12