Todavía podemos cambiar el veredicto.


Es reconfortante escuchar que siempre habrá una posibilidad de que Dios se arrepienta y no ejecute sus juicios sobre la tierra; ¿pero querrá el hombre saber cuáles son las condiciones que nos exige Dios? Otra cosa es que el hombre en su mayoría no está consciente de esta realidad, porque vive alejado de Dios e ignorante de lo que está sucediendo a su alrededor.

Texto: Jeremías 26:2-3.

Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa de Jehová, y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen para adorar en la casa de Jehová, todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra.”. Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino, y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras

CONCLUSIONES.

A Dios le pesó en su corazón el haber creado al hombre y ponerle facultades para escoger entre el bien y el mal, sabiendo que el hombre se inclinaría hacia el mal.  ¿Fue una equivocación? No creo que Dios se equivoque, creo más bien que fue abrumado por la gran respuesta, debido a que el corazón de la mayoría de los hombres se inclinó hacia el mal: “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”. Génesis 6:6.

Pero esto significa inequívocamente que Dios actúa basado en la condición del hombre; pues si este hace el bien será bendecido, en cambio si hace el mal recibirá juicios de parte de Dios; así como sucedió con Caín, luego que Dios le hiciera esta advertencia: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”. Génesis 4:7. La historia nos cuenta que Caín finalmente mató a su hermano por envidia y que esto trajo consecuencias para su vida; él escogió el mal y esto también fue lo que recibió de parte de Dios.

En todo momento Dios está exhortando al hombre a través de su Palabra y de sus profetas sobre su condición y le está advirtiendo de las consecuencias que vendrán sobre él si no endereza sus caminos y por esa razón dice en este texto: “Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa de Jehová, y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen para adorar en la casa de Jehová, todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra”. Y precisamente por esta razón es que muchos no leen la Palabra de Dios, para no ser confrontados con ella y para no escuchar sus advertencias sino se arrepienten de su indiferencia y de su pecado.

Y Dios siempre ha albergado la posibilidad de que el hombre escuche y se arrepienta de sus pecados; y por eso expresa lo siguiente en el texto principal: “Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino”. He aquí la revelación de parte de Dios, de cuál es la respuesta que desea ver en el hombre, para Él también cambiar sus decretos en cuanto a los juicios preparados para esta generación. Como ejemplo de esto, Dios decretó juicios contra la ciudad de Nínive, pero ante la predicación de Jonás, este pueblo se arrepintió, ayunó y clamó delante de Dios y fueron absueltos de los juicios antes decretados.

¿Pero existirá la posibilidad de que el hombre se arrepienta y se vuelva de sus malos caminos? Si Dios lo contempla como una opción, de seguro que sí existe la posibilidad; pero hay un problema en la humanidad y es la negligencia general que consiste en que el hombre espera que otros (ya sean individuos u organizaciones) le solucionen sus problemas; es así como todos esperan que los gobiernos sean los que arreglen los problemas climáticos, que generen empleos, que se encarguen de los más pobres de la sociedad, que hagan surgir la economía y que finalmente mantengan la paz; pero nadie como individuo quiere cambiar, nadie como individuo quiere abandonar el pecado, la maldad y la injusticia; pues si los individuos cambian las naciones también cambiarán positivamente.

El esfuerzo de los gobiernos es parecido al hecho de juntar cincuenta micos para una foto; pues si cada animal no se queda quieto en su lugar es imposible que salga una foto con todos sus integrantes. De esta misma forma, si cada individuo no se vuelve de sus malos caminos, es imposible que las naciones también cambien y que hagan todo a favor de su pueblo; afortunadamente delante de Dios, cada uno tenemos que rendir cuenta de nuestras obras.

Algo parecido sucede en un cuerpo donde hay células cancerígenas, pues estas se encargarán de contaminar a otras células en un proceso llamado metástasis, e inevitablemente resultará todo el cuerpo enfermo y finalmente morirá. De la misma manera si cada individuo se limpia de su maldad con la ayuda de Jesucristo y de su sangre derramada en la cruz del calvario, entonces esto contagiará al resto quien también buscará la bondad y la justicia y de este proceso finalmente resultará un pueblo santo y agradable a Dios, el cual será eximido de todo juicio.

Por lo anterior es que el cambio debe comenzar por cada individuo y ese cambio incluye el escuchar los llamados de Dios, arrepentirse de sus malos caminos y aceptar el plan de salvación diseñado por Dios a través de su hijo Jesucristo. Pero muchos se sienten orgullosos por ignorar los llamados de Dios y fueron convencidos por el diablo, de que Dios los buscará por “cielo y tierra” y que tendrá misericordia de ellos y que también los salvará; pero no se equivoquen, pues Dios tocará a la puerta de su corazón, pero no entrará hasta que no le abras la puerta: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20.

Y si esta condición se cumple “Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino”, entonces Dios nos promete que se arrepentirá de sus juicios y los cambiará por bendición y como resultado, el hombre será bienaventurado sobre la tierra: “y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras”. Entonces podemos concluir que Dios sí puede arrepentirse del mal decretado sobre esta generación y así cambiar su veredicto; pero que antes necesita de una respuesta de parte del hombre.

Estimado compañero y amigo, hay que escuchar los llamados de Dios y no hacer caso omiso de ellos; también debemos cambiar como individuos, no esperando que el cambio se dé a nivel de la sociedad, de los gobiernos o de las asociaciones, tampoco podemos esperar que cambien las religiones infructuosas donde se refugian muchos hombres; los cambios tienen que empezar por los individuos, pues estos son los que finalmente componen esa gran masa que se llama sociedad.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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