¿Por qué aún no hemos sido consumidos?


Si hay tanta maldad en el mundo, ¿por qué Dios aún no ha ejecutado sus juicios sobre la tierra? 

Texto:  Lamentaciones 3.22-23.

Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”.

CONCLUSIONES.

Mucho hemos escuchado sobre la misericordia de Dios y con seguridad esta ha sido la virtud de Dios por la cual este mundo sigue existiendo, aun cuando abunde el caos y esté creciendo la maldad de sus habitantes.

Esa misericordia es la repuesta a la oración de sus fieles que claman a Él día y noche con diferentes propósitos; y un ejemplo de esto lo encontramos en la historia bíblica del pueblo de Israel, cuando Dios decidió destruirlos a causa de la rebelión de Datán y Abiram, y en ese entonces Moisés y Aaron clamaron a Dios por misericordia y libraron a este pueblo del juicio: “Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: Apartaos de entre esta congregación, y los consumiré en un momento. Y ellos se postraron sobre sus rostros, y dijeron: Dios, Dios de los espíritus de toda carne, ¿no es un solo hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación?”. Números 16:20-22.

¿Y si Dios decidió ejecutar este juicio con su pueblo especial, qué habrá pensado hacer con el mundo pecador de hoy?

Hay un principio que se debe cumplir y consiste en que no se puede quitar a los malos de entre los buenos, porque esto podría afectar a los buenos; y para explicar esto podemos hacer una pequeña suposición: Imagínense que toda la cadena de producción y distribución de alimentos esté a cargo de personas impías y pecadoras, y que Dios los destruyera de sobre la faz de la tierra; esto indudablemente afectaría al pueblo cristiano en cuanto a su manutención, pues habría una escasez de alimentos y así mismo podría suceder en otras áreas de la vida humana.

Este principio lo podemos evidenciar en este texto bíblico: “Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. Mateo 13:28-30. Esto significa que, al arrancar a los malos, se podría también arrancar a los buenos; esto es como destruir una ciudad entera para deshacerse de los pecadores, cuando allí pueden existir también algunos justos.

Por eso la decisión de Dios consiste en dejar crecer juntamente los buenos con los malos y el día de la siega, recogerá a los buenos y los enviará al reino de los cielos, pero a los malos los enviará al castigo eterno. Y aquí surge otra pregunta: ¿Cuándo será el día de la siega? Por la Palabra de Dios conocemos que no hay un tiempo exacto para este episodio y que este dato solamente es conocido por Dios el Padre: “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre”. Marcos 13:32.

Estimado hermano y amigo, la misericordia de Dios es grande y se renueva cada mañana “Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”, pero Él no se quedará indefinidamente esperando a que el hombre se arrepienta, dado que el programa de Dios para la tierra tiene que continuar, no se puede quedar estancado. 

Vemos con terror las consecuencias del cambio climático, los horrores de las guerras, el incremento de la injusticia, la maldad y el pecado; y esto llegará hasta un punto sin retorno, en el cual será necesario primero que ocurra el rapto de la iglesia de Jesucristo, es decir que los verdaderos hijos de Dios sean evacuados de este planeta y que luego el anticristo se instale y empiece a operar, y como tercera fase de este proceso, entonces deben empezar los juicios sobre la tierra.

No hay forma de que la humanidad quede eximida de los juicios (a no ser que haya un arrepentimiento general, que sin duda no lo habrá, porque el hombre tiene su pensamiento de continuo sobre el mal), pues ya fue decretado un día, en el cual la ira de Dios consumirá a los perversos y sus almas serán llevadas a juicio: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”. Romanos 2:5. Es de aclarar que no solo es perverso el pecador, sino todos aquellos que rechazan el evangelio de Jesucristo, o aquellos que dicen ser devotos de Jesucristo, pero que no leen su Palabra y que mucho menos la obedecen, y que por lo tanto en su corazón solo tienen demonios.

Y aún la naturaleza también será quebrantada en el día del juicio, porque está contaminada a causa del hombre pecador: “pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos”. 2 Pedro 3:7.

Como dice la frase popular, “hay que aprovechar la ganga”; es decir, que, como individuos, debemos cada uno aprovechar dos cosas: Primero la gran misericordia de Dios y segundo que todavía es posible esquivar los juicios y entrar por la puerta del arrepentimiento que está abierta a través de Jesucristo.

Cuando la iglesia sea quitada y el Espíritu Santo de Dios retorne a los cielos, ya la puerta del arrepentimiento estará cerrada y la única forma de salvarse (no de los juicios, sino del castigo eterno) es permitiendo que sean degollados por no negar a Jesucristo ni la fe cristiana; pero no cualquiera podrá soportar esto; pues los santos y fieles ya habrán partido con Jesucristo y los que quedarán sobre la tierra son los tibios y los fríos espiritualmente.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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