Definición de un hombre justo según Dios.
Muchos hombres se creen justos ya que se están evaluando según su propio criterio y no acorde con los criterios de Dios; pero ¿será que si nos sometemos a la “lupa” de Dios sacaremos buenas calificaciones?
Texto:
Ezequiel 18:5-9.
“Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el derecho y
la justicia; que no comiere sobre los montes, ni alzare sus ojos a los ídolos
de la casa de Israel, ni violare la mujer de su prójimo, ni se llegare a la
mujer menstruosa, ni oprimiere a ninguno; que al deudor devolviere su prenda,
que no cometiere robo, y que diere de su pan al hambriento y cubriere al
desnudo con vestido, que no prestare a interés ni tomare usura; que de la
maldad retrajere su mano, e hiciere juicio verdadero entre hombre y hombre, en
mis ordenanzas caminare, y guardare mis decretos para hacer rectamente, éste es justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor”.
CONCLUSIONES.
La Palabra de Dios es un “colador” por excelencia,
mediante la cual podemos examinar toda nuestra forma de vida, nuestros vicios,
nuestras costumbres, nuestras prácticas religiosas y también nuestra forma de
proceder; y el colador de la Palabra nos mostrará esos elefantes los cuales
hemos tenido ocultos y que no queremos que sean vistos por los demás y más aún,
aquellos que inoficiosamente tratamos de ocultar de los ojos de Dios, para que
Él no nos exhorte ni nos llame la atención.
En el texto principal vemos como Dios empieza a enumerar
una serie de elementos que hacen que un hombre sea realmente justo, veamos cada
uno de ellos:
1. “Que hiciere según el derecho y la justicia”.
Cuando hablamos de derecho y de justicia, esto no tiene
ninguna relación con la rama judicial del estado; pues las leyes de las
naciones se basan en cosas aprobadas por los mismos hombres, fundamentados en
sus conocimientos, es sus experiencias y tratando con ello de solucionar los
problemas sociales; pero esta justicia no tiene su fundamento en las leyes
divinas y por tal razón hay que acudir a la Palabra de Dios cuando se trata de
derecho y de justicia; pues vemos con espanto como en muchas naciones aprueban
el aborto, cuando solo Dios es el dueño de la vida y solo Él tiene la facultad para
ponerla o quitarla; de esta forma muchas mujeres y médicos le dicen a Dios,
quítate del medio que nosotros somos los que determinamos si esta criatura vive
o no.
2. “Que no comiere sobre los montes”.
El pueblo de Israel tenía altares para sus ídolos sobre
los montes, y allí iban a presentar ofrendas y luego a comer de los sacrificado
a sus ídolos; esto por supuesto era abominación a Dios, y hoy en día este
pecado está representado por los sitios de peregrinación, donde en ciertas
épocas del año, las personas van a presentar sacrificios de toda índole y a
ofrecer tributos y veneración a crucifijos, estatuas, imágenes y supuestos santos;
lo que conforma una afrenta contra Dios.
3. “Ni alzare sus ojos a los ídolos de la casa de
Israel”.
Alzar los ojos a un ídolo es presentarle honra, gloria, alabanza
y admiración, fuera de que el hombre va a rogarle por sus peticiones,
depositando así toda su confianza en aquella figura muerta, cosas que son muy
comunes hoy en día, sobre todo en la iglesia popular; y esto también es
abominación a Dios.
4. “Ni violare la mujer de su prójimo”.
Esto se refiere explícitamente al pecado de adulterio, el
cual se conforma mediante una relación íntima con o sin consentimiento
(violación), cuando alguno de los dos tiene vínculos matrimoniales (por eso
habla de la mujer del prójimo); y si no hay vínculos matrimoniales entonces la
relación se convierte en fornicación, que también es un pecado.
5. “Ni se llegare a la mujer menstruosa”.
“Llegare” en el lenguaje popular de ese momento significaba
tener intimidad entre dos personas y si la mujer estaba en su estado menstrual,
entonces se convertía en pecado; cosas que son muy comunes hoy en día por el
auge de la maldad sobre la tierra; tanto que se tiene intimidad con el cónyuge
usando otros órganos fuera de los creados para tal fin, y también hay
relaciones entre personas del mismo sexo con la ayuda de instrumentos,
aumentando así la iniquidad sobre la tierra.
6. “Ni oprimiere a ninguno”.
Esto se presentaba mucho en la relación entre amos y
siervos; hoy se puede presentar entre patronos y sus empleados y aquí se da
mucho el tema de los trabajos desmedidos, sin una remuneración apropiada; esto
es lo que se llama opresión a la clase trabajadora, que también se da en las
relaciones comerciales, cuando uno de los participantes en una operación comercial
quiere llevarse la mayor tajada, oprimiendo de esta forma a los que tienen
menos peso y representación en las negociaciones. También se da en el ámbito
laboral, cuando alguien por su situación privilegiada trabaja menos y delega
gran parte de sus responsabilidades en sus subordinados.
7. “Que al deudor devolviere su prenda”.
Una prenda es algo que se entrega como respaldo para el
prestamista, de tal forma que garantice que el deudor pagará todo lo que
hubiere prestado; sin embargo, se daba el hecho de que una vez pagada la deuda,
no había devolución de la prenda o ésta ya no existía. Eso se da mucho hoy en día, cuando un
propietario de una casa que se hipotecó se ve obligado a entregarla a la
entidad financiera porque ya no tiene capacidad de pago; pero esta situación
también se evidencia en préstamos de menor cuantía entre amigos y conocidos,
donde existe algún tipo de prenda o garantía.
En la antigüedad se establecía un año de jubileo, en el
cual todas estas cosas eran devueltas a sus dueños y en ese momento también
eran perdonadas sus deudas. Hoy en día es casi imposible esta práctica del
jubileo, por la sagacidad del ser humano, el cual trata a toda costa de tomar
ventaja de los demás.
8. “Que no cometiere robo”.
Hay robos grandes y pequeños, como también hay ladrones
comunes y de cuello blanco; y si alguno participare en cualquier tipo de robo,
así este sea insignificante como echarse al bolsillo un lapicero ajeno o
quedarse con un vuelto equivocado, esto se constituye en abominación a Dios;
pues el diablo quiso robarle la gloria a Dios (allá en el cielo antes de ser
expulsado y aquí en la tierra luego del bautismo de nuestro Señor Jesucristo) y
por eso el hurto es tan detestable ante los ojos de Dios.
9. “Y que diere de su pan al hambriento”.
Estas son de las cosas buenas que debe hacer el justo, en cumplimiento del segundo gran mandamiento y consiste en suministrarle alimentos a todo aquel cercano que sabe que está pasando por dificultades económicas que afectan su manutención; y el hecho de hacerse el de la vista gorda, atrae juicios de parte de Dios. ¿Y en qué cantidad se debe ayudar? Cuando el texto habla de "diere de su pan", significa que podría llegar hasta el punto de compartir lo que tiene, así le toque comer menos; esto es si no tiene excedentes que le permitan dar sin comprometer su propia comida.
10. “Y cubriere al desnudo con vestido”.
Este es parecido al mandato anterior como pruebas de
justicia; aunque es más fácil ver a un hambriento que a un desnudo, pues un
vestido puede durar varios meses, mientras que el alimento se consume tres
veces al día.
11. “Que no prestare a interés ni tomare usura”.
El pueblo cristiano sí puede prestar, pero no puede
cobrar interés, ni mucho menos cobrar intereses desorbitantes (lo que se llama
usura); claro está que si el que toma prestado también es un cristiano,
entonces algo anda mal en su vida espiritual, porque puede ser que la bendición
de Dios no lo esté alcanzando por algún pecado contra su economía, o que esté
gastando sus ingresos en cosas suntuosas o en cosas que no suplen sus
necesidades básicas.
12. “Que de la maldad retrajere su mano”.
Todo lo que hagamos que signifique quitar al prójimo,
desmejorarlo o someterlo a iras y angustias, y en síntesis todo lo que afecte
negativamente su patrimonio, su vida y la de su familia, esto se convierte en
maldad; porque el mandamiento dice que debemos hacer con ellos como deseamos
que hagan los demás con nosotros mismos y por supuesto nosotros no deseamos
ningún tipo de mal para nuestra vida, nuestra casa y tampoco para nuestra
familia. Entonces aquel que retrajere sus manos; es decir, que aparte sus manos
de toda maldad, este es justo.
13. “Que hiciere juicio verdadero entre hombre y
hombre”.
Si en algún momento le toca servir como intermediario o
como juez, debe fundamentar sus consejos y sus veredictos en la verdad y no en
suposiciones (y sobre todo fundamentarse en la Palabra), ni mucho menos inclinando la balanza en contra del más
desprotegido o beneficiando a aquel del cual ha recibido prebendas. El que
actúa con rectitud impartiendo justicia, este es justo delante de Dios.
14. “Que en mis ordenanzas caminare”.
Es un verdadero hijo de Dios todo aquel que obedece a su
Palabra y por eso enfatiza esta obligación insustituible con el vocablo
“caminare”, ya que significa ejecutar en el sentido práctico; pues de nada
sirve leer si no se pone por obra nada de lo que allí se ordena. Y si leemos la
Palabra rutinariamente vamos a encontrar una cifra de mandatos cercana a los
485 mandamientos, que son fáciles de cumplir si las personas se convierten
realmente a Jesucristo, pues el Hijo de Dios nos limpia con su sangre de todo
pecado y nos ayuda a caminar en sus mandamientos.
15. “Y guardare mis decretos para hacer rectamente”.
La palabra “guardare” significa leer, escuchar, memorizar
y guardar en el corazón dichos decretos, para ponerlos por obra cada que se
presente la oportunidad y así de esta forma el hombre tendrá una vida recta
delante de Dios.
Algunos osarán decir que estamos bajo el periodo de la
gracia, donde la salvación es por fe y no por el cumplimiento de la ley; eso
está muy bien, pero siga pecando y contradiciendo los mandatos de Dios y verá
que termina en el infierno, dado que la fe sin obras está muerta: “Hermanos
míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá
la fe salvarle?”. Santiago 2:14.
Pero no crea que se va a salvar solo por creer en Dios, pues
si detesta, rechaza o desprecia el evangelio de su Hijo Jesucristo, quien es el
único autor de eterna salvación, también estará despreciando la salvación: “El
que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado,
porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”. Juan 3:18.
Dictamen.
Si el hombre escudriña la Palabra de Dios y de allí
extrae y guarda en su corazón cada uno de sus mandamientos y los pone por obra,
entonces Dios tiene este dictamen para cada uno de esos valientes: “Éste es
justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor”. Y cuando dice que este “vivirá”,
es porque ha sido rescatado de las tinieblas y trasladado al reino de la luz,
donde tendrá vida eterna en el reino de los cielos, una vez abandone esta
tierra: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado
al reino de su amado Hijo”. Colosenses 1:13.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.
A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra,
a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el
reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en
peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia
de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo
aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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