El rechazo continuo del hombre hacia Dios.

Dios sigue llamando al hombre al arrepentimiento, pero este no quiere escuchar, antes parece que encuentra placer en ignorar a Dios y a su Palabra; y el hombre más bien centra su mirada en las cosas pasajeras del mundo, en sus vanidades ilusorias, en sus costumbres paganas, en sus pasiones y deseos.

Texto: Zacarías 7:8-13.

Y vino palabra de Jehová a Zacarías, diciendo: Así habló Jehová de los ejércitos, diciendo: Juzgad conforme a la verdad, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano; no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano. Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír; y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos. Y aconteció que así como él clamó, y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice Jehová de los ejércitos; sino que los esparcí con torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desierto la tierra deseable”.

CONCLUSIONES.

Hace más de dos mil años, habló Dios al profeta Zacarías, para que transmitiese estas palabras a su pueblo: “Juzgad conforme a la verdad, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano; no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano”. Con estas palabras los exhortaba a juzgar conforme a la verdad, a hacer misericordia con el prójimo, a no oprimir a los desprotegidos y también a erradicar toda maldad de sus corazones.

¿Pero cuál fue la respuesta de su pueblo? Según Dios que todo lo ve y todo lo escucha, esta fue la respuesta de su pueblo: “Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír; y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros”.  

Estas respuestas del hombre merecen un análisis más detallado:

1.  No quisieron escuchar el mensaje de Dios.

Ese pueblo no escuchó y el mundo de hoy tampoco quiere escuchar; están conformes con su estilo de vida, e ignoran que un día moriremos y seremos llamados a juicio; ¿Y qué le responderá el hombre a Dios el día del juicio final? Seguramente allá sí estará presto a escuchar y con grandes lamentos pedirá la oportunidad de volver a vivir para hacer lo recto, para seguir la justicia y la santidad; pero esto ya no será posible.

2.  Le volvieron la espalda a Dios.

En una forma despreciable le estamos volviendo la espalda a Dios, con nuestros actos le estamos confirmando que nos interesan más las fiestas paganas y las tradiciones religiosas, que buscar a Dios en espíritu y en verdad; es así como la gente se siente satisfecha cantando y rezando a un muñeco de yeso que está acostado en medio de un pesebre; pero no quieren acercarse a un templo de sana doctrina a entregar sus vidas a Jesucristo; tampoco quieren desempolvar su biblia para deleitarse en la Palabra de Dios y por su mente solo pasan pensamientos como festividades, reuniones, cenas, sancochos, paseos, playas, quebradas, charcos, fincas de recreo, compras, aguinaldos y parrandas entre otros; cosas en las cuales no está Dios, ni participa de ellas porque son una fachada para tratar de ocultar la rebelión y el pecado del hombre; y porque a Dios se busca mediante el espíritu y no con actividades carnales como las fiestas: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:24.

¿Y dónde está Dios? Indudablemente Él sigue afuera esperando que nosotros le abramos la puerta de nuestro corazón, en la misma forma que se ve en la imagen de esta reflexión; pues Dios no puede estar ni participar de estas festividades porque Él es santo y esta navidad está llena de pecado, desde lo más sublime como las novenas y el pesebre que son idolatría y fornicación espiritual, hasta lo más nefasto como las parrandas con baile y alcohol que son abominación a Dios: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Santiago 4:4.

3.  Taparon sus oídos para no oír la Palabra de Dios.

Cuando uno no quiere escuchar la bulla de los vecinos, entonces se coloca unos audífonos y escucha la música de su predilección y así de esta forma impide que el sonido exterior llegue a sus oídos. Esta misma táctica está usando el hombre para con Dios, y al participar del bullicio y del caos de estas festividades, hace que sus oídos estén totalmente tapados al llamado de Dios, y así el susurro de las palabras de Dios ya no tendrán oportunidad de entrar a sus oídos.

4.  Pusieron su corazón duro como el diamante para no oír la ley de Dios.

El diamante es aún más duro que el acero y a este puso Dios como referencia, para describir la dureza del corazón del hombre; pues a este Dios ha llamado y se hace el desentendido, y si Dios logra captar su mirada, entonces el hombre cierra sus oídos para no escuchar; y si el hombre logra escuchar entonces endurece su corazón como el diamante, para no atender, ni entender a Dios y sus propósitos, y también para no convertir su malvado corazón a Dios.

Consecuencias.

¿Y cuál fue la respuesta de Dios frente a la posición del hombre? A Dios le tocó tomar varias posturas frente a su pueblo, dado que este se negaba a recibir corrección y a caminar en sus mandamientos: “Vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos. Y aconteció que así como él clamó, y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice Jehová de los ejércitos; sino que los esparcí con torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desierto la tierra deseable”.  Estas fueron las respuestas de parte de Dios: Se enojó en gran manera, cerró sus oídos al clamor de ellos y por último los esparció por todas las naciones desconocidas, dejando la tierra de Israel desolada y desierta.

¿Pero cómo aplicamos esto a nuestros días? Si el pueblo de Israel era duro de corazón, la generación de hoy es más dura aún; pues tampoco quieren escuchar, se tapan sus oídos y también le dan la espalda a Dios; y en su lugar están cada día más congraciados con el mundo, con sus vicios, con sus pecados, con sus placeres y sus deseos carnales; cada día están más entregados a la idolatría, a la veneración de cosas que no son Dios y a las costumbres y tradiciones religiosas, aunque estas sean pecado.

Dios está a la puerta, como lo muestra la imagen del encabezado y está esperando que el hombre vuelva en sí, que reconozca que es pecador y que necesita de un salvador para su alma; a Jesucristo el Hijo de Dios, el único que murió en una cruz por nuestros pecados, el único que resucitó al tercer día, el único que hoy vive y está sentado a la diestra de Dios: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20.

Y como resultado de seguir rechazando a Dios, entonces es que siguen los juicios sobre la tierra y también sobre la humanidad, hasta llegar el día en que no quedará piedra sobre piedra, todo porque el hombre en su rebelión así lo ha determinado; el hombre con sus actos le ha dicho NO a Dios, pero SI abre su corazón a todo lo que suene a fiestas paganas: “En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida”. Lucas 21:6.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21 

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