El desconocimiento no lo exime de la culpa.

El mundo de hoy no quiere conocer de Dios porque sus seguidores deben cumplir con unas reglas y el hombre común no está dispuesto a someterse, ni muchos menos a cumplirlas; el hombre no quiere cambiar su estilo de vida, así este lo conduzca hacia el castigo eterno, dado que está infringiendo continuamente los mandamientos de Dios así no los conozca.

Texto: Levítico 5:17.

Finalmente, si una persona pecare, o hiciere alguna de todas aquellas cosas que por mandamiento de Jehová no se han de hacer, aun sin hacerlo a sabiendas, es culpable, y llevará su pecado”.

CONCLUSIONES.

Hay tres formas en las que el hombre puede pecar según el punto de vista de su conocimiento:

1.  Pecados de ignorancia.

Esto es similar a un conductor no entrenado en las reglas y señales de tránsito, que al manejar podría incurrir en una serie de contravenciones, de las cuales tendrá que pagar las multas respectivas, estuviera enterado o no de ellas. Así mismo ocurre con el pecado, pues si está infringiendo la ley de Dios y desconoce los mandamientos, aún así está acumulando castigo para el día del juicio.

Para el caso de un conductor, debe asistir a un curso y aprobar los exámenes para poder obtener su licencia de conducción y así estar capacitado para conducir; el caso aquí es que no tiene otra alternativa para obtener su licencia de conducción; sin embargo, en el caso de Dios, el hombre es libre de conocerlo o no y para poder vivir sobre la tierra (aún fuera de la bendición de Dios), no es un requisito indispensable el cumplir sus mandamientos; pero cuando muera y tenga que presentarse ante el juicio, ahí sí es requisito indispensable el conocer a Dios y sus mandatos (fuera de obedecerlos), para poder entrar en el reino de Dios.

Pero, el hecho de pecar sin conocimiento no exime al hombre de tener que presentarse ante el juicio final y rendir cuentas por sus actos; y si la falta de conocimiento es la consecuencia de ignorar y evadir continuamente a Dios, entonces llegará ante el juicio con un pecado más grande que se denomina rebelión. Dios es amor, pero tampoco violará sus propias reglas para mimar al hombre diciéndole: “Pobrecito, no quiso escuchar ni entender mi palabra, entonces ¿Qué objeto tiene el que lo castigue?”. Esto no sucederá por cuanto Dios ve el pecado tal cual como es indiferente de quién lo practique: “Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable”.  Nahúm 1:3a.

Tampoco en el juicio valdrá el hecho de pertenecer a otra religión o credo; pues ha de saber que solo hay un Dios y un mediador entre Dios y los hombres; y por lo tanto también hay una sola iglesia, que es la instaurada por nuestro Señor Jesucristo, la cual Él lavó con su sangre derramada en la cruz del calvario; por lo que cualquier otra secta o religión, sencillamente es de las tinieblas y solo conduce a la perdición.

Entonces en el juicio no valdrá de nada decir que no cumplió los mandamientos de Dios, porque pertenecía a otra denominación o religión, pues este es un pecado de mayor peso llamado adulterio espiritual y que es el hecho de cambiar al Dios verdadero por dioses representados por figuras de piedra, de metal, de madera o de yeso: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:12.

2.  Pecados voluntarios.

Cuando la persona ya tiene el conocimiento de la Palabra, pero sigue infringiendo la ley, entonces fuera de los pecados normales, está incurriendo en otro de mayor cobertura que se llama rebelión; para los cuales ya no operará el sacrificio de Jesucristo, a no ser que se arrepienta de verdad antes de su muerte física: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”. Hebreos 10:26-27.

Podríamos mostrar por ejemplo el pecado de la mentira, que fuera de la gente del común, se manifiesta también en los supuestos hijos de Dios, los cuales sabiendo que Dios es enemigo de las mentiras, ellos siguen incurriendo en ellas con varios propósitos: Para quedar bien con los demás, para cometer injusticias con el prójimo, para beneficiarse económicamente, o sencillamente porque ya están acostumbrados a mentir.

3.  Pecados instintivos.

Dado que los verdaderos hijos de Dios están viviendo en este mundo (los que aún no han partido con el Señor), rodeados de un ambiente pecaminoso y a que sus almas están encerradas en un cuerpo físico donde operan las pasiones y los deseos de la carne; entonces es muy factible que un cristiano pueda pecar involuntariamente, para lo cual puede acudir arrepentido a la presencia de Dios y pedir a Jesucristo que lo lave nuevamente con su sangre: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9.

El caso de un pecado involuntario podría presentarse cuando un ladrón le pide el dinero a un cristiano y este como reacción instintiva dice que no tiene nada (aunque si tenga), o cuando alguien se machaca un dedo con un martillo y pronuncia una palabra vulgar o desagradable para Dios. También cuando se está compartiendo con otros hermanos y sin premeditación resultan murmurando de otras personas; y por eso la biblia dice que en las muchas palabras hay pecado: “En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente”. Proverbios 10:19.

Implicaciones.

En el tiempo moderno el hombre no se somete a Dios, ni escudriña su Palabra, para no adquirir compromisos que a la larga no quiere cumplir; pero piensa primeramente que Jehová es un dios cualquiera como los otros, de quienes está seguro de que, si no se acerca a ellos, entonces ellos no podrán demandar nada del hombre. Y como segundo, piensa que, al estar alejado de su Palabra, es decir, desconocerla por completo, le evitará ir al juicio final, pues dice tener una excusa perfecta y de mucho peso, que consiste en que no conocía los mandamientos o las exigencias de Dios.

¿Pero qué dice Dios referente a este asunto? Que el que peca por desconocimiento es igual al que infringe las normas de tránsito; es decir, que paga porque paga. La diferencia entre estas dos cosas es que el infractor de tránsito debe pagar aquí mismo durante su vida terrenal; en cambio el infractor de los mandamientos de Dios tiene que pagar en la otra vida, luego del juicio final.

Y el precio que hay que pagar por el pecado es muy oneroso y no se puede pagar con ningún bien, máxime cuando el hombre muere y no se puede llevar absolutamente nada que le pueda servir como medio de pago; sino que allí está comprometida su alma. El que llega allá sin arrepentimiento, sin perdón y sin el Salvador Jesús, inevitablemente tendrá que entregar su alma y su espíritu al castigo eterno; es decir, que perderá su preciosa vida sufriendo en el lago de fuego y azufre por una eternidad. 

En cambio, los que entregaron sus vidas a Jesús, ya fueron lavados con su sangre de todos sus pecados y en el juicio estarán radiantes de alegría esperando el veredicto de vida: "Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". Mateo 25:34.

Pero es lamentable que muy pocos quieran leer estas reflexiones (y principalmente la biblia) y que algunos solo lleguen hasta la introducción y que al darse cuenta de que se trata de la Palabra de Dios, entonces cierran el mensaje; por eso los que llegan a las conclusiones son contaditos, también los aptos para entrar al reino de los cielos son muy pocos: “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”. Mateo 20:16.

Aún celebrar la navidad, la cual es una fiesta pagana disfrazada de cristiana, constituye para muchos un pecado por desconocimiento; pero para otros tantos es pecado por rebelión porque saben la verdad, pero siguen participando de ellas; y qué decir del hecho de “rendirle culto” al año nuevo, para que este nos favorezca y nos traiga éxitos y bendiciones, cuando en realidad es Dios el que tiene el control absoluto de nuestras vidas.

Por lo tanto, las bendiciones se las debemos pedir a Dios y no al año nuevo que no es nada, aunque muchos celebran su llegada. El año nuevo es solo un cambio de calendario, con cambio de salario mínimo y el consecuente aumento en el costo de muchos bienes y servicios. Otra cosa es que nosotros repartimos bendiciones a los más allegados; pero toda bendición procede es del Dios Altísimo y nosotros solo podemos compartir lo que hemos recibido: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”.  Santiago 1:17.

Dirán algunos, ¡Pero déjenos disfrutar y haga usted con su vida lo que quiera! Qué lamentable estado de ignorancia, pues ¿De qué sirve disfrutar del mundo aquí en la tierra, si luego de la muerte física vamos a sufrir por una eternidad? Es mejor dedicar estos tiempos a la búsqueda del verdadero Dios, para tener garantizada una eternidad en el reino de los cielos.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21 

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