¿En qué consisten los dos bautismos?

Las religiones populares generalmente conocen un solo bautismo; el cual, por desconocimiento practican a los niños recién nacidos; ¿Será esta una práctica que se ajusta a la palabra de Dios?

Texto: Mateo 3:11.

Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”.

CONCLUSIONES.

Si confrontamos el actuar de algunas religiones frente a la Palabra de Dios, encontramos que no siguen rigurosamente sus mandatos en relación con el bautismo. En la escritura encontramos dos principios:

1.  El bautismo en agua es para arrepentimiento y perdón de pecados.

Un niño recién nacido no tiene uso de razón y por consiguiente tampoco se puede arrepentir. Si bien es cierto que no tiene pecado, porque no ha sido contaminado por el mundo ni por el mal, sí trae la naturaleza pecaminosa de Adán y Eva, la cual se sigue transmitiendo a través de todas las generaciones; solo que, si el niño muere antes que tenga uso de razón, entonces no habrá juicio para ellos por esa herencia de pecado: “Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios”. Marcos 10:14.

Otro elemento para tener en cuenta es que el niño recién nacido no puede caminar voluntariamente hacia una fuente de agua y tampoco puede ser sumergido completamente. Por estas razones, el bautismo bíblico no fue establecido para los niños, sino para los adultos que ya tienen uso de razón y que pueden actuar en forma libre y voluntaria.

2.  El ejemplo de Jesucristo.

Jesucristo empezó su ministerio a los 30 años y a esta edad fue donde recibió los dos bautismos: El bautismo de agua el cual le practicó Juan el Bautista sumergiéndole en el río Jordán y el bautismo en el Espíritu Santo que recibió del Padre una vez salió del agua; por tanto, su ejemplo indica, que solo cuando estaba en uso de todas sus facultades, fue entonces que buscó a Juan el Bautista para que le ayudara en este proceso, porque tenía que dejar un ejemplo para sus seguidores: “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Mateo 3:16-17.

Los dos tipos de bautismo.

A continuación, veremos en forma más detallada cada uno de estos acontecimientos:

1. El bautismo en agua.

Este consiste básicamente en sumergir a la persona en agua, del mismo modo en que fue sumergido Jesús y no echándole un chorrito de agua en la cabeza, como lo hace la religión popular. 

Este bautismo simboliza que nuestro cuerpo de pecado es muerto y sepultado juntamente con Jesucristo (algo que debe suceder en nuestro interior) y que seremos resucitados nuevamente por la gloria de Dios, de tal forma que seamos nuevas creaturas, aptas para entrar al reino de los cielos: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Romanos 6:4.

Si la persona que se bautiza no se aleja del pecado, quiere decir que este proceso del bautismo lo hizo solo para llenar un requisito, pero que aún no está preparado para abandonar el pecado y vivir una vida nueva en obediencia y santidad a Dios. Por eso lo más importante de este primer bautismo es el arrepentimiento, mediante el cual recibimos el perdón de nuestros pecados de parte de Jesucristo: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Hechos 2:38. Cuando dice “recibiréis el don del Espíritu Santo”, significa que hay una promesa de un hecho inmediato o posterior que se denomina el bautismo en el Espíritu.

Este bautismo requiere un componente de fe, primero para creer que Jesucristo lo puede limpiar con su sangre de todos sus pecados y segundo para confiar en que Dios el Padre de nuestro señor Jesucristo también lo levantará de entre los muertos y hará de él una nueva creatura: “Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos”. Colosenses 2:12.

2.  El bautismo en Espíritu Santo y fuego.

Esta fue una promesa de Jesús para sus discípulos, considerando que hoy somos también sus discípulos los que seguimos a Jesús de corazón: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. Hechos 1:5. El fuego se refiere a una de las manifestaciones del Espíritu, donde veían lenguas de fuego que bajaban y reposaban sobre cada uno de los creyentes.

Ahora, ¿Qué diferencia hay entre el primer y segundo bautismo? En el primero el viejo hombre lleno de vicios y pecados es crucificado, dando paso a una nueva creatura; pero en este segundo, el Espíritu Santo de Dios entra al corazón del hombre y lo llena de su poder y de sus dones (según los que el Espíritu le quiera dar), para que pueda glorificar a Dios y dar testimonio de su poder, de su grandeza y de sus maravillas, a través de prodigios, milagros, liberaciones, sanidades y manifestaciones de poder en el Espíritu: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8.

Entonces la diferencia entre estos dos bautismos es que el primero es para arrepentimiento y el segundo es para recibir poder del Espíritu Santo; el primero prepara y limpia el templo del hombre y el segundo trae al Espíritu Santo a su nueva morada dentro del corazón del hombre.

Los dones más comunes que deposita el Espíritu Santo mediante el bautismo son el don de lenguas y el de profecía, donde los bautizados hablan en lenguas desconocidas o dan mensajes a los presentes de parte de Dios: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. Hechos 2:1 y 4.

También el Espíritu Santo nos puede llenar de conocimiento y de sabiduría en la Palabra de Dios, haciendo que las personas hablen con sabiduría, sin restricciones y sin temor: “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”. Hechos 4:31.

Hay un prerrequisito para este bautismo y es la obediencia, la cual debe hacerse visible una vez la persona haya sido bautizada en agua: “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen”. Hechos 5:32. Por tanto si usted sigue siendo desobediente a la Palabra de Dios y peor aún si no la estudia, tampoco tendrá fundamentos para pensar que tiene los dos bautismos.

Algunos de los vehículos o catalizadores a través de los cuales se produce el bautismo en el Espíritu, es la oración personal con imposición de las manos, la predicación colectiva o el evangelismo, la oración colectiva y también mediante un discurso de la Palabra por parte de personas o líderes que ya han recibido los dos bautismos: “Los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo”. Hechos 8:15 y 17.

La presencia del Espíritu Santo en las iglesias, luego del bautismo de sus miembros, trae varios frutos como la paz, la edificación, el temor a Dios y la fortaleza espiritual; y por eso una congregación sin la presencia del Espíritu Santo está muerta: “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo”. Hechos 9:31.

Es de anotar que el orden de los bautismos podría variar según el estado espiritual de las personas; y en este ejemplo recibieron primero el Espíritu Santo y luego fueron sumergidos en agua: “Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?”. Hechos 10:47.

Hay que tener en cuenta que el bautismo en el Espíritu es requisito indispensable para obtener la salvación: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. Marcos 15:15. Máxime cuando en este bautismo, el Espíritu Santo entra a posar en nuestros corazones y estando allí coloca en nuestras almas el sello de la redención, el cual nos asegura la entrada libre al reino de los cielos: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. Efesios 4:30.

Es necesario hacer la salvedad para aquellos que no tuvieron tiempo de recibir los bautismos, y que para ellos de todas formas habrá salvación si parten a la presencia de Dios, habiendo creído y recibido a Jesucristo en sus corazones, como lo aclaran las citas de Marcos 15:15 y Hechos 2:21; dando a entender, que, si creyó y recibió a Jesucristo como su señor y salvador, entonces será salvo, así no haya tenido tiempo de pasar por los bautismos.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21

  

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