Como escapar de la muerte.
A la gente del común le preocupa la muerte física y hace todo lo que esté a su alcance para evitarla, pero ¿Será que esta muerte de verdad merece toda la atención del hombre? Y también, ¿Será la única muerte que existe?
Texto:
Apocalipsis 2:11.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda
muerte”.
CONCLUSIONES.
Soportados en la Palabra de Dios, podemos concluir que
existen al menos cuatro tipos de muerte (espirituales y de otro tipo), unas que
suceden para bien del hombre y otras para su propio mal; estas son:
1. La
muerte primera.
Como humanos, heredamos la naturaleza pecaminosa de Adán
y Eva; por tanto, una gran multitud, que no ha escapado de los lazos de esta herencia,
se encuentran muertos espiritualmente; es decir, que se encuentran destituidos
de la gloria de Dios a causa del pecado: “Por tanto, como el pecado entró en
el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos
los hombres, por cuanto todos pecaron”. Romanos 5:12.
Esta se trata de una muerte espiritual, por cuanto las
personas pueden estar vivas físicamente, pero su alma y espíritu no son aptos
para entrar al reino de los cielos, por cuanto la maldad del hombre no puede
convivir con la santidad de Dios: “Por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios”. Romanos 3:23.
En este estado, aunque la gente se crea buena, no podrá
entrar al reino de los cielos, pues no tiene el sello de la redención que lo
distingue como una criatura nueva y conocida para Dios: “Y entonces les
declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Mateo
7:23.
En este estado es el que vive la mayor parte de la
humanidad (que son muertos deambulando por las calles), a quienes no les
interesa buscar de Dios ni mucho menos comprometerse con Él y que confían su
salvación a las religiones muertas; ya que ninguna religión puede dar vida, ni
mucho menos salvación, pues esta potestad solo le fue dada a Jesucristo el hijo
de Dios: “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es
CRISTO el Señor”. Lucas 2:11.
Y este salvador es único; es decir, que no hay uno para
cada religión, ni para cada secta, ni para cada movimiento filosófico: “Porque
hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre”. 1 Timoteo 2:5. Este salvador solo lo pueden disfrutar los verdaderos
seguidores del cristianismo o, mejor dicho, aquellos que de verdad entregan sus
vidas en manos de Jesucristo y que obedecen a sus mandamientos.
2. La
muerte del viejo hombre.
Como la primera, esta se trata también de una muerte
espiritual, que da lugar a la primera resurrección y ocurre cuando el hombre en
forma libre y voluntaria decide morir al viejo hombre, cargado de vicios y de
pecados; y esto solamente se puede hacer mediante el bautismo en el Espíritu: “Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que
como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva”. Romanos 6:4.
Paradójicamente, esta muerte deja sin fundamento a la
primera muerte, por cuanto la primera se apoya en el pecado y la nueva criatura
que surge a través del bautismo ya no puede pecar voluntariamente porque fue
engendrada por el poder de Dios: “Todo aquel que es nacido de Dios, no
practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido de Dios”. 1 Juan 3:9.
Esta muerte hace la gran diferencia entre los hijos del
mundo (o del diablo) y los hijos de Dios; pues los que permanecen aún muertos
espiritualmente, son gobernados por las tinieblas y los que nacieron de nuevo,
ya son gobernados por el Espíritu Santo de Dios y pasan a ser verdaderos hijos
de Dios.
3. La
muerte física.
A este tipo de muerte es a la que más le teme el mundo
entero, porque ahí cesa todo el orgullo, la arrogancia y la vanidad del hombre;
ahí cesa toda fatiga, todo trabajo y todo cansancio; ahí cesan los planes, los
proyectos y también las finanzas; ahí es donde alguien empieza a disfrutar lo
que con esfuerzo otros lograron conseguir durante toda su vida; aquí es donde
el hombre (antes de morir o luego de muerto), se da cuenta que malgastó o
utilizó bien su tiempo.
Esta muerte da paso a la vida en el más allá, dado que el
alma y el espíritu son liberados del cuerpo y tienen que ir a uno de estos dos
lugares: El cielo preparado para los que recibieron a Jesús como su señor y
salvador y vivieron en obediencia y santidad a la palabra de Dios; y el
infierno preparado para aquellos que nunca tuvieron el interés de buscar de
Dios, o que se refugiaron bajo el manto de una religión, o que nunca quisieron
apartarse del mal y de la injusticia.
Esta muerte, aunque no interfiere en las dos muertes
espirituales, es muy peligrosa en el sentido de que allí termina toda
oportunidad del hombre para nacer de nuevo; pues si no escapó de la primera
muerte mediante el bautismo, luego de muerto físicamente ya nunca jamás tendrá la oportunidad de hacerlo; pues este proceso solo se puede lograr en este mundo
terrenal, donde estamos sometidos a las pasiones de la carne, a los placeres y a
los deseos del mundo; es aquí donde voluntariamente podemos tomar la determinación
de morir al pecado y de resucitar como nuevas criaturas a través del bautismo y
con el poder del Espíritu santo.
Luego de muertos, no es posible volver a la tierra para
deshacer nuestros malos pasos y ahora sí obedecer a la Palabra de Dios; porque
este proceso de la muerte es irreversible, una vez el alma y el espíritu estén
en el cielo o en el infierno. Se han presentado muy pocos casos, contados por los
sobrevivientes, donde el hombre luego de su muerte llega a un túnel y puede observar
una luz al final de este y desde allí son devueltos a su cuerpo, dado que no
han completado con los propósitos de Dios; pero repito, son casos muy
especiales.
4. La
muerte segunda.
Es también de categoría espiritual y ocurre luego del
juicio final, cuando el hombre es sentenciado al castigo eterno en el lago de
fuego y azufre; y aquí no hay forma de volver atrás, ni mucho menos de revertir
el dictamen divino: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y
homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda”. Apocalipsis 21:8.
Es de anotar que esta muerte segunda se produce una vez
tenga lugar el gran juicio final donde estará toda la multitud (incluyendo los
muertos que estaban dispersos en varios sitios de la tierra) y se haya dado el
veredicto a cada hombre: “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la
muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados
cada uno según sus obras”. Apocalipsis 20:13. Esto significa que los
muertos como tal no existen para el mundo terrenal, pero que sí existen y
tienen vida en el mundo espiritual mediante un cuerpo donde se alojan el alma y
el espíritu del hombre.
Allí en el juicio, el hombre verá un video de su vida,
donde se muestran las acciones buenas y las acciones malas y donde el hombre
llorará profundamente por haber desperdiciado su tiempo en las cosas pasajeras
de este mundo y por haber descuidado su salvación; pero ninguna lágrima podrá
cambiar las consecuencias del pecado; solo si estas lágrimas se producen aquí
en la tierra y van acompañadas de arrepentimiento; pues más allá de la muerte
física, el llanto no servirá de nada, al igual que los rezos de los vivos
tratando de sacar sus almas de un tal “purgatorio” que no existe y que solo se
trata de una creación de la iglesia popular.
¿Entonces, qué debemos hacer para escapar de
la muerte?
La clave se encuentra en la muerte del viejo hombre, que,
aunque es uno de los tipos de muerte, por su naturaleza genera vida, genera una
creatura nueva mediante el bautismo en el Espíritu Santo. Allí el viejo hombre es sepultado juntamente
con Jesucristo, muriendo a sus vicios y pecados; y luego mediante el poder de
Dios (que también resucitó a Jesucristo), es transformado y levantado en una
nueva criatura, apta para entrar al reino de los cielos: “Respondió Jesús y
le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede
ver el reino de Dios”. Juan 3:3.
Y el hecho de morir al viejo hombre, hace que escape de
la primera muerte; es decir, el hombre ya no está muerto espiritualmente, sino
vivo mediante el bautismo (esta es la primera resurrección) y por consiguiente,
dice la Palabra que la segunda muerte ya no tendrá potestad sobre él, porque mediante
la muerte del viejo hombre pudo escapar de la primera muerte espiritual y
también de la segunda; la razón de esto es que aquí es perdonado y lavado de
todos sus pecados, los cuales serán borrados del libro de la vida, de tal forma
que en el juicio final ya no serán recordados, ni mucho menos podrá el hombre
ser juzgado por ellos: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la
primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que
serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”. Apocalipsis
20:6
Verán pues que la muerte física aquí no tiene ninguna relevancia,
pues ni le quita ni le pone al estado espiritual del hombre; más bien es un
punto de quiebre, en donde se libera el alma y el espíritu para que tomen uno
de los dos caminos que escogió el hombre mientras estaba vivo físicamente: El
cielo, si recibió a Jesucristo como su señor y salvador, y vivió una vida de
obediencia y santidad a la Palabra; o el infierno, si nunca quiso buscar de Dios
y mucho menos obedecerle o vivió arropado bajo el manto de alguna religión o
secta, en quien confió su salvación.
En síntesis, si usted está esperando a que alguien
resuelva su situación espiritual y que lo haga por usted, entonces ya está
perdido; y peor aún si está esperando que su religión lo pueda salvar, o está
esperando a ver si Dios tiene misericordia de la gran multitud de hombres que
andan perdidos al igual que usted.
Ahora, si el hombre logra escapar de la muerte primera,
también lo hará de la muerte segunda y pasará a vivir en la Nueva Jerusalén,
donde no habrá más tristeza, ni llanto, ni dolor, ni muerte: “Enjugará Dios
toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto,
ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Apocalipsis 21:4.
Y si el hombre no pudo resucitar de la muerte primera,
entonces cuando muera físicamente y llegue al juicio, ya de por sí llega muerto
espiritualmente y de antemano ya habrá para él un veredicto de castigo eterno;
pues el camino que tomamos luego de la muerte física depende de si buscamos o
no a Jesucristo mientras estuvimos vivos.
Y allí en ese grupo de condenados están los incrédulos
(Apocalipsis 21:8), que son aquellos que no creyeron en el Dios verdadero; o
que creyeron, pero nunca recibieron a Jesucristo como salvador; o que le
recibieron, pero nunca obedecieron a su Palabra; o que fueron rebeldes a Dios y
mejor acudieron a otros dioses o religiones, confiando a ellos su salvación.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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