Preocúpese por lo realmente necesario.
En esta vida nos preocupamos y afanamos por muchas cosas;
¿Pero hay alguna cosa específica por la que realmente debamos preocuparnos?
Texto:
Mateo 6:25-26, 33.
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué
habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de
vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni
recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros mucho más que ellas? Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas”.
CONCLUSIONES.
En el mundo moderno tenemos muchos afanes y entre los más
comunes están los relacionados con nuestra existencia, como son:
1. La
salud.
El dicho común es que la salud es una de las mayores
riquezas del mundo, pues si la persona es rica financieramente y no tiene
salud, no podrá disfrutar de esas riquezas y más bien ellas estarán al servicio
de su salud; y si es pobre, pero tiene salud y fuerzas para trabajar entonces
ya de por sí tiene mucho. Y cuando dice
la palabra “No os afanéis por vuestra vida”, quiere decir que aún la
salud no es lo más importante.
2. El
alimento.
El alimento es indispensable para crecer cuando se está
en la niñez y en la adolescencia; y para suministrar energía, vitaminas y
minerales al cuerpo para que este pueda moverse, pensar, trabajar y para que
pueda cumplir con sus tareas diarias; sin embargo, dice la Palabra que no nos
afanemos por “qué habéis de comer o qué habéis de beber”, determinando
que aún hay cosas más importantes por encima de esto.
3. El
cuerpo.
Es bueno tener un cuerpo sano y para eso son necesarios
fuera del alimento balanceado, unos suplementos dietarios, un ejercicio
adecuado, el descanso diario y las horas suficientes de sueño para desintoxicar
y reponer las energías del cuerpo; sin embargo, la Palabra nos dice que no nos
afanemos por nuestro cuerpo, enfatizando que aún hay cosas más importantes.
4. El abrigo.
Generalmente el vestido, junto a la condición del cuerpo,
dan a entender muchas cosas sobre el estado físico y emocional de una persona;
y salir desnudos a la calle no es una opción para las personas que andan bien
de su mente, aunque hoy se está proliferando la inmoralidad y es así como en
algunas ciudades europeas se promueve un día al mes en que las personas salen a
la calle en ropa interior; y también existen las playas nudistas, donde las
personas se despojan de cualquier tipo de atuendo, dizque para sentirse
libres.
A pesar de lo que está ocurriendo, el vestido, aunque es
necesario, tampoco es digno de preocupación para el hombre y la Palabra
entonces nos dice que todavía hay algo más importante.
5. La
vivienda.
Dicen que tener vivienda no es riqueza, pero no tenerla
si es pobreza. Realmente el hecho de no
tener una vivienda sea propia o arrendada, significa estar en la indigencia, el
cual es un estado paupérrimo. Pero, preocuparnos por la vivienda, tampoco debe
ser una de nuestras prioridades, como lo aclara Dios en esta cita bíblica.
6. La
educación.
Ser una eminencia, con grados, postgrados, maestrías y
diferentes especializaciones, tampoco es algo necesario para el hombre; son muy
buenos los estudios y que el hombre se prepare para ayudar a otros a tener
mejor calidad de vida o para ayudar en los avances tecnológicos y científicos;
pero aún esto no es lo más importante en nuestra existencia.
7. La
familia.
Tener una hermosa familia y sacarla adelante es algo
maravilloso, máxime cuando la familia fue una creación de Dios y que estaba en
su mente desde la concepción del universo; pues dice la Palabra que no es bueno
que el hombre esté solo y si tiene descendencia, entonces será mucho mejor,
porque Él dijo también “creced y multiplicaos”: “Y dijo Jehová Dios: No es
bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Génesis 2:18.
Pero aún la familia no es la cúspide de lo que realmente necesita el hombre.
¿Y por qué no debemos preocuparnos por estas cosas?
Tenemos como ejemplo a los animales salvajes, quienes no
se preocupan por nada de estas cosas, dado que Dios tiene cuidado de ellos y
les suministra todo lo necesario: “Mirad las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las
alimenta”. Ellos no tienen que trabajar durante largas jornadas, para
obtener un salario y de esta forma suplir todas sus necesidades básicas;
sencillamente están allí cumpliendo con los propósitos de Dios y de esta forma
también reciben su bendición.
Y si los animales son menos importantes que el hombre,
entonces podríamos asegurar que Dios se preocupa aún más por el hombre, dado
que es su creación inteligente y hecha a su imagen y semejanza: “¿No valéis
vosotros mucho más que ellas?”.
Esto quiere decir que estamos gastando energías en algo
que Dios ya lo tiene solucionado y que solo basta mirar qué
requisitos exige Dios para gozar de esas provisiones y de ese cuidado que está
dispuesto a darnos.
¿Y entonces qué es lo que nos pide Dios?
El mandato de Dios es muy claro: “Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas”. Esto significa arrepentirnos de nuestros pecados, recibir a
Jesucristo como salvador y escudriñar su Palabra para obedecerla; lo que
finalmente nos llevará a caminar por el sendero de justicia, paz, amor y
santidad que nos conducirá a la vida eterna.
Y la obediencia a la Palabra es un elemento indispensable
para alcanzar el reino de Dios; pues de nada sirve tomar la decisión de poner
el reino de Dios en nuestras prioridades, si no leemos la Palabra y por
consiguiente tampoco la obedecemos: “El que tiene mis mandamientos, y los
guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le
amaré, y me manifestaré a él”. Juan 14:21.
El que de verdad ama a Dios, indefectiblemente tendrá que
obedecer a sus mandamientos; de lo contrario solo es un mentiroso, hijo del
diablo que es el padre de mentira. Por lo tanto, ir a una iglesia los domingos,
no es igual a buscar el reino de Dios; más bien es parte de la obediencia a los
mandatos de Dios, obediencia que en su conjunto indica que el hombre sí está
buscando el reino de Dios y su justicia.
Una persona que realmente está buscando el reino de Dios,
ya debió arrepentirse; y por tanto, ya no miente, ya no dice vulgaridades, ya no
asiste a discotecas, ya no toma licor, ya no tiene vicios, ya no vive en
adulterio, ya no roba, ya no es infiel, ya no cambia la iglesia por los paseos,
ya no lee literatura barata, sino que escudriña la Biblia, ya no reza sino que
habla con Dios, ya no le canta al mundo sino que alaba a Dios, ya no honra
imágenes, sino que busca al Dios invisible, ya no tiene pereza de buscar a
Dios, sino que lo anhela día y noche, ya no confía en sus propias fuerzas, sino
que coloca su vida en manos de Dios; y en síntesis, ahora le obedece a Dios y
no a la carne, ni mucho menos al diablo.
¿Y cuál es el fundamento de este mandato?
Este mandato tiene su fundamento en la vida eterna, la
cual van a disfrutar los verdaderos hijos de Dios por una eternidad, lo que
quiere decir que no se apoya en las cosas terrenales de esta vida, las cuales
de un momento a otro desaparecerán; por ejemplo:
1. El día que
usted muera físicamente, ya sea por un accidente, por un infarto o por una
pandemia, de ¿Qué le sirvió tener una salud excelente?
2. Si usted comía
manjares y comidas deliciosas, el día que usted muera ya no podrá comer más
nada; pues no tendrá ni vida para comer, ni sistema digestivo para digerirla.
3. Si usted tenía
un cuerpo atlético, robusto y bien tonificado, el día que muera los únicos
contentos serán los gusanos, quienes se deleitarán ingiriendo todo cuanto
encuentren hasta dejar solamente los huesos.
4. Si al morir
usted tenía hasta treinta pares de zapatos, cincuenta vestidos, quince bolsos
de mano; definitivamente alguien de los vivos tendrá que llevárselos para
disfrutarlos, o tienen que ser entregados a una entidad de beneficencia y a lo
sumo para enterrarlo, a usted lo vestirán con la prenda que más le gustaba para
que allá en el cementerio deleite a los gusanos; porque usted como muerto ya no
tendrá conciencia absolutamente de nada: “Porque los que viven saben que han
de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es
puesta en olvido”. Eclesiastés 9:5.
Y por esta misma razón de nada sirven los homenajes y las
celebraciones que se hacen a los difuntos; pues ellos jamás los escucharán, ni
se darán cuenta que los están recordando, porque sus almas y espíritus ya no
están aquí en la tierra.
5. Cuando usted
muera, la finca, los negocios y los apartamentos que logró conseguir mientras
estaba vivo, entraran en sucesión si dejó esposa e hijos; de lo contrario el
gobierno se quedará con todo, a no ser que haya dejado un testamento.
6. Y si fuese un
médico de prestigio o un especialista en alguna rama de la medicina, hasta ahí
llegará todo su conocimiento y los títulos quedarán colgados en la pared de su
casa, esperando que alguien venga a recogerlos y a meterlos en una caja para guardarlos
por varios años más, o sencillamente para colocarlos en una hoguera y hacer que
desaparezca todo motivo de dolor.
7. Y en cuanto a la familia, esta tampoco podrá hacer
nada cuando la muerte esté esperando el momento señalado para extraer el alma y
el espíritu de su cuerpo; lo máximo que podrán hacer es gritar de espanto,
cuando dicho pariente esté dando los últimos suspiros.
8. Y si se trata de las diversiones, los viajes, el
turismo, el conocer nuevas culturas y tierras, etc.; estas como son temporales,
también desaparecerán aún de su memoria, lo que quiere decir que cuando muera,
ya ni siquiera recordará esas cosas y más aún tampoco se podrá llevar nada,
porque el que disfrutó fue el cuerpo y este morirá; por lo tanto, es una
mentira lo que muchos dicen de que van a disfrutar porque es lo único que les
queda de esta vida.
¿Y qué es eso tan importante de “buscar el reino de
Dios y su justicia”?
La realidad es que aquí en la tierra todo es temporal y todo se desvanecerá; y lo único que trasciende la muerte física es el alma y el espíritu quienes pasarán a vivir una eternidad en el cielo o en el infierno, dependiendo de si recibieron a Jesucristo como salvador y si vivieron una vida de obediencia y santidad a Dios; de lo contrario les esperará el castigo eterno.
Esto no implica que tengamos que hacer como los perezosos, que no
quieren mover ni siquiera un dedo; y por el contrario tenemos que esforzarnos
mientras estemos vivos; eso sí, poniendo nuestra mirada en el cielo y no en las
cosas de la tierra: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la
tierra”. Colosenses 3:2.
Entonces Dios nos advierte, que para qué preocuparnos por
las cosas temporales de este mundo si tenemos una salvación por la que sí
debemos luchar y esta solo la ofrece el reino de Dios, el cual es gozo,
justicia y paz para siempre.
Estimado hermano y amigo, por su bien y por su eternidad,
deje todas las preocupaciones que tiene hoy y ponga como primer objetivo en su
vida, el buscar el reino de Dios y su justicia, pues esto será lo único que se
puede llevar de aquí de la tierra y lo único que le puede dar entrada libre al
reino de los cielos. Este es su boleto para la eternidad; pues todo lo que haga
aquí en la tierra para beneficiar a su carne es un tiempo perdido; eso sí, hay
que aclarar que es necesario cuidar del cuerpo, ya que es el templo del
Espíritu Santo (para los que han nacido de nuevo), mientras la persona esté aquí
en la tierra.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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