Los frutos delatan tu verdadera situación espiritual.
Texto:
Mateo 7:16-20.
“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de
los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen
árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el
árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da
buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los
conoceréis”.
CONCLUSIONES.
Dios es poseedor de estas tres virtudes que le permiten
conocer cada criatura por dentro y por fuera y tener potestad sobre cada una de
ellas en forma independiente, estas son: Omnisciencia, omnipresencia y
omnipotencia.
Entonces para Dios es natural ver y conocer el estado de cada
persona, independiente del lugar en donde se encuentre, e indiferente de lo que
esté haciendo o pensando, ya que Dios puede tener el análisis completo de
nuestro interior, incluyendo lo que pensamos, lo que decimos (aún antes de
hablar) y lo que tratamos de proyectar: “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce
al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario;
porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los
pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te
desechará para siempre”. 1 Crónicas 28:9.
¿Y cómo hace Dios para tener tanto detalle de cada
persona? Recordemos que fuera de tener ciertas virtudes, Dios ha colocado
también de su Espíritu en el hombre como parte de su ser completo, el cual está
encargado de la tarea de escudriñar lo más profundo del hombre y en cierta
forma de transmitir toda esta información a Dios: “Lámpara de Jehová es el
espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del corazón”.
Proverbios 20:27. En síntesis, nuestro espíritu es como una lámpara en manos de
Dios, que nos alumbra hacia adentro y que permite observar aún lo más profundo
de los pensamientos.
Hasta aquí, ya podemos saber cómo es que Dios nos conoce,
o cómo es que percibe constantemente nuestro estado, tanto del interior como del
exterior o de la parte física; pero ¿Cómo hacemos nosotros como humanos para
conocer a otras personas?
Dios nos ha dejado herramientas y una de ellas consiste
en analizar los frutos que da cada persona. Por ejemplo, si usted camina por el
campo y ve mangos maduros en el piso, entonces le viene al pensamiento que está
bajo un árbol de mango, un árbol bueno que produce frutos para la alimentación
del hombre; pero si en vez de ello, observa frutos raros, usted inmediatamente
se pregunta si serán comestibles o no y ante la idea de probarlos para saber si
son buenos, su conciencia le está diciendo que mejor no los coma porque podrían
ser venenosos.
Y aunque no somos conocedores de todos los árboles
frutales, podemos tener acceso a enciclopedias, donde podemos ver todos sus
frutos y catalogarlos para determinar cuáles son perjudiciales para la salud y
cuáles no. En forma similar, la Palabra de Dios provee de un catálogo de frutos
buenos (que son los provenientes del Espíritu) y los frutos malos (que son los
provenientes de la carne); veamos a continuación algunos de ellos:
1. Frutos
del espíritu.
Aunque se hable de un solo fruto con varias virtudes, yo
prefiero hablar más bien de varios frutos, aunque si en una persona mora el
Espíritu Santo, sin duda alguna dará todos estos frutos de una vez: “Mas el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Gálatas 5:22-23.
Estos frutos provienen del Espíritu Santo de Dios, lo que
indica a ciencia cierta, que, si las personas aún no tienen el Espíritu Santo
gobernando en su corazón, no podrán dar estos buenos frutos; por el contrario,
como allí en el corazón se encuentran viviendo espíritus inmundos o demonios,
entonces los frutos que dará la persona son los de la carne.
Y si el Espíritu Santo mora en el corazón de la persona,
entonces Él ya colocó allí el sello de la redención, que identifica al
individuo como un verdadero hijo de Dios y le da entrada libre al reino de los
cielos.
Un árbol desde el punto de vista espiritual es el tipo de
una persona; y la persona que es buena, indefectiblemente tiene que dar los
frutos del Espíritu, de lo contrario es mala o medio mala y estará dando los
frutos de la carne: “Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol
malo da frutos malos”.
2.
Frutos de la carne.
Definitivamente los frutos de la carne están
estrechamente relacionados con el pecado, pues si miran esta pequeña lista del
libro de Gálatas (en el siguiente párrafo) se darán cuenta que el que participa
de alguno de ellos, no heredará el reino de los cielos, así como lo expresa
este otro texto bíblico: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero
ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Santiago 2:10.
He aquí una pequeña lista de frutos o más bien de pecados: “Y
manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos,
iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras,
orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya
os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino
de Dios”. Gálatas 5:19-21.
Uno de los frutos más comunes por nuestros días es la
idolatría, que consiste en honrar y venerar imágenes o estatuas hechas de
metal, de madera o de yeso; las cuales algunos religiosos llevan cargadas por
las calles y van caminando multitudes de hombres tras de ellas; y la mayor
parte del tiempo están puestas dentro de los templos y allí se arrodillan las
personas a rezarles y pedirles que intercedan por sus necesidades y por sus problemas.
El tal llamado “turismo religioso” o “vacaciones de
semana santa” son planes de las tinieblas para sumergir al hombre cada vez más
en el pecado y alejarlo de los verdaderos propósitos de Dios; pues por lógica el
hombre tiene más posibilidades de encontrarse con Dios si le busca en un templo
sin ídolos, que si se va a visitar playas, ríos, fincas o lugares de interés
religioso. Allí solo encontrará placer y descanso para su carne, pero Dios no
estará por ningún lado.
Lastimosamente el hombre tiene la idea errónea que, si se
va para una playa a bañarse con agua sucia, a ingerir licor y a mirar mujeres
semidesnudas, que entonces está agradando a Dios; ahí se dan cuenta de las
mentiras que les ha metido el diablo en su “intelecto” y por esa razón ellos
son felices y creen que están haciendo lo bueno, cuando realmente le están
robando el tiempo a Dios, para satisfacer su propia carne; estos son frutos de
la carne y allí se dan al menos cuatro de ellos.
Dirán muchos que no tienen otro tiempo para descansar,
pero es que Dios es el único que provee descanso real en su presencia; además
de que, si ponemos a Dios en primer lugar, entonces estamos cumpliendo con el
primer gran mandamiento de amar a Dios por sobre todas las cosas.
Para aquellos que no conocen de Dios, deben saber que Él
es el único que puede llenar el vacío que hay en nuestro corazón y que la
plenitud de gozo solo se encuentra en su presencia; además de innumerables
delicias que no se pueden encontrar en otro lugar, así se trate de un sitio
turístico de mucho renombre: “Me mostrarás la senda de la vida; En tu
presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre”. Salmos
16:11.
Y por eso decía el salmista que era mejor estar un día en
la presencia de Dios que mil días en las cosas del mundo, pues finalmente estas
no llenan, porque la necesidad primordial del hombre es espiritual y no
material: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.
Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, Que habitar en las
moradas de maldad”. Salmos 84:10.
Por otro lado, es imposible que alguien a la misma vez
pueda dar frutos de la carne y también frutos del Espíritu y más bien podríamos
decir que se están confundiendo o están simulando poseer los frutos del
Espíritu; por ejemplo, una persona que ingiere licor, no podría decir que ama
de verdad a Dios y a su prójimo, pues estaría mintiendo, porque si amara a Dios
le obedecería en cuanto a no beber ningún tipo de licor: “No puede el buen
árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos”.
Tampoco un idólatra podría decir que ama a Dios, cuando
realmente está venerando a una imagen, y si de verdad amara a Dios, entonces
por obediencia no haría aquello que Dios le tiene prohibido, como lo dice el
siguiente versículo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el
que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me
manifestaré a él”. Juan 14:21.
¿Y cuál es el mandamiento para los idólatras? El texto bíblico es muy enfático en prohibir la hechura de imágenes o algo parecido y también en prohibir que las personas las honren y las veneren: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás…” Éxodo 20:4-5.
Y hablando de frutos, existe un dicho popular que reza
que no hay muerto malo, pues el deseo de todos es que esté en la presencia de
Dios; más la realidad es que no son buenos, sino más bien que no le pueden
hacer daño a nadie porque están imposibilitados para hacerlo, pues no pueden
mover un solo dedo para hacer el bien o el mal.
¿Y para qué necesitamos conocer a las personas?
Si usted anda congraciado con el mundo, lógicamente no le
interesa saber qué frutos está produciendo y mucho menos le interesa cambiar de
rumbo su vida para producir otro tipo de frutos.
Conocer estos frutos es indispensable en todo aquel que
está interesado en avanzar hacia una vida cristiana verdadera; pues el
autoengaño está llevando a muchas personas al infierno, dado que se creen
buenos y merecedores de una salvación que solo está disponible para los que den
buenos frutos.
También es indispensable en pastores y líderes para
conocer quiénes son aquellas verdaderas ovejas del rebaño del Señor y quienes
son cabritos del rebaño de las tinieblas.
La verdad es que hoy millones de personas andan
disfrazadas de buenos, aunque estén alejados de Dios, aunque anden diciendo
vulgaridades y mentiras, aunque anden en discotecas e ingiriendo licor, aunque
anden deleitando sus ojos en las playas con aquellos cuerpos que andan semidesnudos,
aunque anden malgastando el tiempo de Dios en sitios turísticos, aunque anden
pensando en cómo pisotear a su prójimo para salir adelante; pero hay que tener
en cuenta que la especialidad de las tinieblas es disfrazarse de buenos y esta
habilidad le ha sido transmitida al hombre en forma exitosa: “Y no es
maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”. 2
Corintios 11:14.
Entonces muchos de estos andan por todos lados con pinta
de buenos, pero sus frutos los delatan delante de Dios; y aunque los demás
hombres que también andan perdidos no pueden distinguir sus frutos, sí hay un
Dios que nos conoce y nos está viendo permanentemente. Y los que dan malos
frutos están destinados al castigo eterno: “Todo árbol que no da buen fruto,
es cortado y echado en el fuego”.
Estimado hermano y amigo, hay que llegar arrepentidos a
los pies de Cristo y recibirle como el señor y salvador de nuestras vidas, para
que el Espíritu Santo de Dios more en nuestros corazones y podamos dar los
frutos del Espíritu y así de esta forma poder escapar de ese fatídico veredicto:
“ser cortado y echado en el fuego”.
De seguro que muchos se creen buenos, pero en esta semana
en especial, están participando de la idolatría y del relax que proveen algunas religiones y también las
playas, los ríos y demás sitios turísticos; los cuales incitan al hombre a
producir los frutos de la carne, lo que los hace merecedores de ser cortados y
echados en el fuego; ellos pensarán que están renovando votos con Dios y por
eso la consigna es “rezar” para supuestamente contrarrestar el pecado; pero con
sus acciones están más bien provocando la ira de Dios.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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