¿Por qué el hombre le teme a la muerte?

El hombre sobre la tierra tiene que pasar por varios procesos como el nacer, crecer, desarrollarse y morir. El nacimiento ocurre en forma desapercibida pues en ese tiempo no tenemos uso de razón para darnos cuenta de que nacimos, el crecer y capacitarse es emocionante cuando hay unos padres responsables y buenos proveedores, el desarrollarse como adulto depende de nuestros estudios y habilidades y puede traer éxitos o fracasos, y finalmente se acerca la muerte, a la cual muchos no quieren llegar, porque para ellos representa un enigma, fuera de que al llegar a este punto les toca despojarse obligatoriamente de sus sueños, sus proyectos, sus finanzas y sus posesiones.

Texto: Hebreos 2:14-15.

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diabloy librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.

CONCLUSIONES.

¿Pero, a qué obedece el temor a la muerte? Podríamos decir que existen varios factores que generan en el hombre estrés, ansiedad y temor a la muerte. A continuación, enumero varios de ellos:

1.  La ignorancia.

Muchos hombres creen que al morir se acaba todo, porque desconocen que tienen un alma y un espíritu que son eternos. También desconocen que hay dos caminos para ese ser espiritual luego de la muerte física, uno que conduce al cielo y otro que lleva al infierno; y que solo podemos escoger a dónde ir estando vivos sobre la tierra y mediante nuestros hechos (no con nuestros buenos deseos); pues al liberarse el alma y el espíritu del cuerpo, estos son conducidos en forma obligatoria por ángeles o demonios, según el sitio a donde debamos ir.

Entonces el hecho de no saber qué pasará luego de la muerte, de por sí trae temor.

2.  La falta de preparación.

Ahora bien, si conocemos que hay vida después de la muerte y que hay un camino que nos puede conducir al cielo, entonces como personas responsables tenemos que estudiar la biblia y documentarnos sobre qué es lo que tenemos que hacer para que cuando abandonemos el cuerpo, los ángeles nos lleven directamente al cielo.

Pero como suele suceder, el hombre es perezoso, o le falta la fe o está fascinado con las cosas del mundo, entonces como consecuencia no tiene la preparación suficiente para afrontar este hecho y eso le trae temor, máxime cuando ve que este tiempo se aproxima y que aún no ha definido su situación espiritual.

3.  El pecado y la conciencia.

La conciencia del hombre, aquella que no ha sido cauterizada como consecuencia de la práctica continua del pecado, nos redarguye de pecado; es decir, que nos muestra constantemente qué estamos haciendo mal y nos hace sentir dolor, tristeza y amargura, y por consiguiente nos hace sentir temor a la muerte, lo cual consiste en una alerta en nuestro interior, que nos indica que, si morimos haciendo lo malo, entonces nuestra alma y espíritu se van a perder y van a llegar a un lugar de castigo.

4.  Lo que vamos a dejar.

El hombre se sacrifica durante toda una vida trabajando para conseguir bienes, riquezas y también para levantar una familia; pero se da cuenta que si muere pronto no va a poder disfrutar completamente de todo aquello que consiguió durante muchos años y el hecho de que no se pueda llevar nada y que otros puedan malgastar lo que logró conseguir, entonces traen temor y aflicción al corazón del hombre.

5.  La esclavitud al pecado.

Un esclavo en la antigüedad sabía que debía llevar toda una vida de servidumbre a su amo, sin esperanzas de tener una vida propia, unos bienes y unos proyectos propios. En forma similar, el hecho de estarle sirviendo al pecado nos convierte en esclavos del pecado y lo único que sabe hacer el pecado es conducirnos a la muerte, lo que en cierta forma representa un temor para el hombre: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?”. Romanos 6:16.

6. El pecado como gestor de muerte.

Si no hubiera pecado en el mundo, toda la humanidad estaría todavía en el estado adánico y en plena comunión con Dios, viviendo en el paraíso terrenal sin quejas, sin dolores, sin sufrimientos, sin trabajos y sin temor alguno a la muerte; pero el pecado fue el que sumió al hombre en la muerte espiritual y el hecho de vivir apartados de Dios y en rebeldía contra Él, trae temor al corazón del hombre y este temor lo viven tanto jóvenes como adultos, mujeres como hombres, ricos como pobres y estudiosos como analfabetas: “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. Santiago 1:15

¿Cuál es la medicina que nos provee Dios para este temor?

Indudablemente debemos cambiar el temor a la muerte por el temor a Dios, pues el que teme a Dios encuentra la vida eterna porque amará su Palabra y se deleitará en obedecerla y como consecuencia ya no le tendrá temor a la muerte física: “El temor de Jehová es manantial de vida Para apartarse de los lazos de la muerte”. Proverbios 14:27.

El temor a Dios consiste en creer firmemente que debemos abandonar el pecado por la sencilla razón de que este desagrada a Dios y que también debemos obedecer a su Palabra para ser sus verdaderos hijos; y de esta forma colocamos a Dios en el primer lugar de nuestras vidas y Él mismo se encargará de conducirnos a la patria celestial por la senda abierta a través de su hijo Jesucristo.

Dios por su gracia ya nos proveyó de un mediador, su hijo Jesucristo, quien por su justicia y su sangre derramada en la cruz del calvario, nos hace justos delante del Padre y merecedores de todas las riquezas espirituales (solamente si acudimos a Él); dado que heredamos la muerte espiritual por causa del pecado de Adán y solo Jesucristo puede limpiarnos de esa naturaleza pecaminosa y hacernos nuevas criaturas aptas para entrar al reino de los cielos: “Para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”. Romanos 5:21.

Comprendiendo esta obra maravillosa de Dios a favor de la humanidad y poniéndonos en las manos de Jesucristo, entonces desaparecerá todo temor a la muerte y más bien estaremos alegres y presurosos esperando la muerte que nos habrá de llevar en alma y espíritu hasta nuestra morada celestial; así como al apóstol Pablo le llenaba de gozo el saber que pronto iba a morir: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Filipenses 1:21

Cuando nos entregamos en manos de Jesús y somos bautizados, entonces el Espíritu Santo de Dios entra a morar en nuestros corazones y allí se configura “la ley del Espíritu de vida”, y esta ley nos libra tanto del pecado, como de la muerte espiritual, colocando en nuestros corazones un gozo que sobrepasa todo entendimiento y que desecha todo temor: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. Romanos 8:2

¿Y por qué tiene que ser a través de Jesucristo?

La justicia de Dios exige una paga por el pecado y nosotros como humanos no tenemos nada de valor con qué pagarle a Dios por nuestra redención y por este solo hecho necesitamos de un salvador, a Jesucristo el justo, designado por Dios como el único camino: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6.

Por esta razón no sirven intercesores, ni santos, ni religiones, ni sectas, ni ciencias, ni filosofías; pues el único que entregó su vida en una cruz fue Jesucristo (como única paga por el pecado), y el que también fue resucitado por el Padre al tercer día y sentado a la diestra de su trono. Jamás sucedió que algún hijo de otro dios hubiera bajado del cielo para hacer la misma obra, porque en realidad no existen otros dioses, como lo declara Jehová en su Palabra: “Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”. Joel 2:27.

Estimado hermano y amigo, si quieres vivir sin temor a la muerte, debes prepararte desde ahora y recibir a Jesucristo como señor y salvador, y vivir una vida de obediencia y santidad a la Palabra de Dios; de lo contrario cuando llegue la muerte no va a estar preparado, ni mucho menos habrá escapado de la muerte espiritual y por consiguiente será conducido por demonios hacia el infierno, donde estará hasta el día en que deba presentarse ante el gran juicio final, y allí deberá escuchar este veredicto: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Mateo 25:41.

Recordemos que antes del periodo de la gracia, el imperio de la muerte estaba en manos del diablo y que este le fue arrebatado por Jesucristo mediante su muerte en la cruz del calvario: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Desde entonces, Jesucristo nos puede librar de la esclavitud del pecado y por consiguiente de ese temor a la muerte (si acudimos a Él arrepentidos), ya que Él es la vida: “Y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.

Si de verdad estamos preparados para la muerte, no habrá temor en nuestros corazones, sino más bien gozo esperando el momento de reunirnos con nuestro Padre celestial; hablo en nombre de los verdaderos hijos de Dios, porque el padre de esta humanidad pecadora e inconversa es el diablo y mientras sigan en rebeldía contra Dios y sin arrepentimiento, lo único que pueden aspirar es a un lugar en el infierno: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. 1 Juan 3:8.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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